miércoles, 16 de julio de 2014

EL ENCUENTRO


El auto colorado de Gilda; se quedó inmovilizado mientras una sensación de desasosiego y curiosidad contenida, circulaba por el cuerpo de Bebo. Había habido distancia, lejanía, límites autoimpuestos para que Gilda se sintiera completamente libre, para que la pureza de la esencia de aquella mujer viera las cosas claras. Aquel encuentro esperado y deseado por ambos se produciría el día de hoy, un día cálido de julio. Bebo sabía que el verano tenía  algo de transgresor, de cambio, de permisividad, de liberación del cuerpo, de vida y de esperanza, y este encuentro era un ejemplo.

Bebo pasó con su coche por delante de ella mientras una mirada profunda de deseo, se cruzaba por primera vez después de estos días de ausencia que habían tenido ambos; una sonrisa con sabor dulzón se instaló en el rostro de los amantes como antesala de ese esperado encuentro.

Bebo dejó el coche en el Parking, mientras ella pausaba la espera. En su cabeza se proyectaban mil y una imágenes contradictorias, que le llevaban a emociones diversas. Un coctel de sentimientos calentaba el ambiente de aquella cita: Ella pensaba: “He intentado huir de Bebo, olvidarme de él, hacer lo que se espera de mí, lo que mi familia quiere que haga, quizás lo que me conviene. Pero todo esto se desvanece al verle, al sentir sus labios, al oler su presencia, al tocar sus manos. Tengo una lucha interna entre lo que debo hacer y lo que quiero hacer”.

Bebo apareció de repente como siempre; se miraron y ambos sellaron sus ojos con una estática  mirada llena de preguntas, de pensamientos, y de emociones, acompañados de un cálido silencio: Ya se sabe; cuando no puedas mejorar el silencio, es mejor callar.

Se fueron acercando muy lentamente, mientras las pupilas de ambos desprendían humedad brillante, Los ojos de Bebo se quedaron paralizados, buscaban a su amada, la interrogaba; elaboraban un diálogo silencioso, que sólo ellos entendían:

-       “¿Estás bien, mi amor?. Sé que lo has pasado muy mal, que has pensado de todo, que la distancia no ha sido el olvido, que has querido  castigarte sin la mirada de estos ojos; pero ya ves, el destino nos ha vuelto a unir, nos ha colocado a uno al lado del otro, no sé si para siempre, pero al menos para una larga temporada”.

La mirada ascética de Gilda  penetraba en las entendederas de Bebo; y le llegaban miles de mensajes, que calentaban aún más su mente.

-       “Me gustaría tanto amarte, dedicarme a ti, estar siempre a tu lado, que mi gente me comprendiera; pero me siento como una adolescente rebelde, marginada, sólo comprendida por ti. Busco en ti tus sentimientos, y aunque veo mucho amor, no quiero creerlo, me han obligado a no creerte. No te quiero creer, no te quiero escuchar, no quiero ver a esos ojos que se iluminan al verme, no quiero sentir como me pides que me quede a tu lado, no quiero sentir lo que siento. Pero a la vez es tan maravilloso poder haber tocado este amor tan intenso, está pasión tan real; esto es lo  mejor que me ha pasado en los últimos años de mí vida.”

 

Todo eso se dijeron con sus miradas, mientras sus cuerpos se acercaban cada vez más, sin tocarse se sentían, se llenaban de alegría, de deseo, de locura. Gilda de un plumazo se olvidó de todo lo que había pensado. Ella no se sentía mala, aunque la presión social de lo políticamente correcto le hacía tener sentimientos contradictorios, pensar que lo que estaba haciendo no estaba bien… Le hacían sentirse mal…Pero se encontraba tan bien con Bebo, que necesitaba rozarle, tocarle, abrazarle, besarle, se sentía tan bien pegada a su cuerpo, que todos sus pensamientos y contradicciones se difuminaban con el primer beso. Ella aceptaba ese axioma, sabía que a su lado se sentía segura, una mujer libre, un alma feliz. Pensaba: ¡Qué demonios!, la vida son cuatro días; “voy a vivirlos con la intensidad que me marque el presente y mis deseos”.

Casi a punto de tocarse hicieron una pausa observacional, con la que tomaron conciencia de que estaban juntos de nuevo. Gilda suspiró profundamente,  y susurro como si hablara para ella sola mientras se colgaba del cuello de Bebo:

-       Bebo: ¡Te he echado tanto de menos!.

 
Bebo se quedó extasiado por el momento, y abrazando muy firmemente a Gilda, como si alguien se la fuera a quitar, incrustó sus labios carnosos encima de los de Gilda, mientras ella introducía su lengua en busca de la de Bebo. Bebo pudo ver cómo entre sollozos los ojos de Gilda hablaban de nuevo:

 
-       “Ahora ya estoy a tu lado, ya estoy tranquila, ya sé que ni la distancia ni la humanidad ha destruido nuestro amor. Ahora sé que estaré a tu lado mientras tú me lo permitas, y   la llama incandescente de nuestro cariño respeto y admiración perdure entre nosotros.”

 

Los amantes, cogidos de la mano continuaron el camino, sin saber cuál sería su destino, con un aprendizaje nuevo: “No se puede tapar el sol con un dedo”, ni se pueden borrar los sentimientos que llegan a lo más profundo del alma.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario