sábado, 22 de enero de 2022

LA ESPERANZA ESTÁ EN EL CAMINO.

"Hay momentos en la vida en los que sabes con quién quieres estar, con quien te gustaría envejecer, con quien desearías llegar hasta el final, y con quien te gustaría morir, y yo he llegado a este momento Gilda, y mi deseo es caminar contigo hasta el final, hasta que la vida se convierta en aire, en recuerdo, en memoria,quizás en la literatura que elaborará alguien con nuestras historias, llenas de amor, deseo, pasión, y de mucha intensidad: quedará nuestro legado; el cuerpo se irá, pero nuestros hijos, nuestros amigos, puede que la humanidad recordarán siempre a Gilda y a Bebo".

Estas palabras fueron encontradas en aquel diario, con olor a óxido polvoriento, con algunas letras corridas por el aleatorio aterrizaje de una lágrima, que caprichosamente había diluido la tinta de la palabra morir. Para Bebo, como su abuelo que llevaba el mismo nombre y  que era todo un fetichista de las plumas, pudo advertir que el tinte azulón de aquella pluma sólo podía ser el de un gran regalo que le hizo Gilda hace unos años, una joya antigua que le había comprado en una joyería; una pluma Dupon de plata que apareció en el cajón del escritorio del abuelo:

La distancia era cercana, agradable, inquieta, no sabían que decirse pero en la oscuridad cuidada de aquel restaurante se desprendía en ambos una nostalgia incólume de la que construye  puentes entre el pasado y el presente, aquella que embriaga los corazones de los amantes y los pone a trabajar para preguntarse si aún sienten el nerviosismo vibrante estomacal que apareció cuando  los dos se conocieron. 

La pregunta estaba en el aíre, y era determinante, de la franca respuesta de aquel lugar los dos saldrían llenos de gloria o llenos de pena, no había estados intermedios, Bebo sabía que era la oportunidad de su vida, que los mensajes verbales de su amor, estaban muy estudiados, en forma de un guión racional, que no había considerado las emociones de ambos, y su transparencia afectiva. No tenían porque fingir, pero a veces en el desarrollo de las relaciones, uno intenta construirse un personaje preparado para evitar el dolor, un personaje frío, alexitímico, protegido para cualquier disparo de emociones, aunque ella sabía que el  mensaje de Bebo era honesto, y muy ilusionante. 

Ella pensaba; madre mía, esto lo podías haber dicho antes, ahora cómo voy a dar marcha atrás, cómo voy a rectificar toda mi coartada para no quererte, pero en las noches de insomnio se despertaba pensando en él, en sus labios, en sus manos, en su piel, siempre supo, y así se lo hizo saber a él que sería el único amor de su vida. 

Fue determinante para los dos, la pregunta clave era: ¿Tú aún me quieres?. La mirada de ella se impactó en forma de miedo en los ojos de su interlocutor, y con su cabeza ella emitía un sí, que negaba con la palabra".

Los gestos niegan a veces lo que decimos con las palabras, y es ahí donde Bebo supo que aún había esperanza.  

 Bebo habló con su abuelo, y le habló de su diario, de su vida de lo que suponía en su vida el valor de la Gran Gilda: 

- Era adoración lo que sentía por ella. Le daba la vida, los momentos que no la tuve, viajé por el mundo sin rumbo, sin sentido, sin alegría. Cada olor, cada recuerdo, cada palabra, me sumergían en un mar de nostalgia que me llevaba hacia ella, hacia su calor, hacia su piel, hacía su vida. 

- Ella sentía lo mismo, sabía que podía poner toda la distancia que quisiera, pero la realidad es que sólo amó, ama, y amará a su Bebo, el que un día apareció por casualidad, y del que nunca tuvo que alejarse. 

Ahora los dos saben, teniendo por testigo al pequeño Bebo, que los amaneceres que les queden estarán juntos, muy juntitos, unidos por un amor constructivo, lleno de admiración, deseo, y respeto, todos los días de su vida.