domingo, 9 de diciembre de 2012

EL PAÍS DE LA ESPERANZA PARTE II




Continué mi camino por esperanza, sin saber la hora que era, ni el día, y además sin un ápice de cansancio, a pesar de tener la sensación de llevar días caminando rumbo a la Colina de las Luciérnagas.

Después de miles de pasos,  llegué por fin a una zona habitada, con casas verdes, rojas, y azules, un pueblecito precioso, de ensueño; una torre amarilla inmensa en forma de cono destacaba sobre el horizonte. Me adentré en el pueblo y pude descubrir como unos seres peludos, feos, con barbas de chivo se concentraban en la plaza; había cientos de ellos, daban miedo. Pregunté a uno de los seres, que parecía hembra por su voz y sus rasgos más delicados, dónde me encontraba:

- Se encuentra en Iracusa; donde reina  Ira  está a punto de salir.

- Y ustedes que son; somos carcoirales; penetramos en el ser humano y acabamos con su razón.

- ¿Qué misión vital tan desagradable, no?

- Bueno: Este poblado se llamaba  calma. Todo era muy tranquilo, pero vino ella y nos lanzó este terrible embrujo, nos transformó en estos seres que ve;  encargados de entregar al ser humano a la Reina Ira; descuartizamos su razón, y hacemos que la reina haga lo que quiera con ellos.

- Desde luego, no es nada grato vivir aquí, hay muy mal ambiente.

- No nos gusta lo que hacemos, pero si no cumplimos con nuestro deber, los guardianes de la ira, nos detienen y nos devora rencor: El valido de la reina.

- Silencio; que la reina acaba de aparecer.

- Ciudadanos de Iracusa: Ha llegado el momento de invadir a los humanos. El día 24 del año 2012, Saltaremos por la puerta de la fresa y nos meteremos en la mente de todos los humanos, destruiremos su razón, y serán míos, haré que se maten entre ellos,  y la tierra será anexionada al reino de Iracusa.

Me di cuenta, de repente que corría peligro; pero era tarde, alguien me delató:

- ¡Guardias!: Un espía.

Una voz potente procedente de la muchedumbre; dijo: - Detenedlo que no se escape-.

Ante la confusión corrí por una de las calles. Pude ver a unos treinta soldados equipados con arcos, lanzas, y espadas que seguían mis pasos. Un miedo estremecedor se apoderó de mí, pero  en lugar de paralizarme, me dio fuerza para correr como una gacela. Y de repente de una casa azul; salió un largo brazo que me introdujo dentro.

- Sígame; le esperábamos.

- Una mujer rubia como el oro, apareció ante mis ojos, y en un instante dos mozos fornidos me metieron  a  trompicones por un túnel un tanto estrecho que se desplazaba por debajo de Calma.

Llegué hasta un orificio que desembocaba en una  vereda. Salimos del túnel y pude ver a un rebaño de ovejas con un pastor. Me deslumbró la luz intensa del sol. Por fin abandoné la oscuridad de esperanza y me encontré con el día.

Ya era un clásico desde que pasé por la puerta de la gran fresa mi pregunta; “¿Dónde me encuentro?".

El pastor me contestó de forma entusiasta, mientras mis acompañantes se marchaban por donde habíamos venido:

- Esto es lo que ha quedado de Calma. Vivimos en la clandestinidad, desterrados por la “Reina Ira” a vivir a este lado de Esperanza. Pero bueno al menos hay luz. Cuando ella llegó a  Calma fuimos invadidos por las tinieblas, los habitantes que por miedo se entregaron a ira, fueron transformados mediante un hechizo en “Carcoirales” <unos seres despreciables que van carcomiendo la razón del ser humano y activan al máximo su ira>. Bueno soy Tomás, el pastor, te conduciré hasta La Reina de Calma.

Caminamos durante media hora, por un camino rodeado  de robles o algo parecido, en  Esperanza nada es lo que parece, hasta que por fin divisé una Mansión con dos enormes torreones en cada extremo, y una puerta  central  de madera enorme. A cada lado de la puerta había un Soldado con una enorme lanza. Al verme cruzaron las lanzas para evitar que pasara. Tomás, dijo con voz firme:  
-Ya ha llegado, es Salvador.  Pensé para mi interior, que yo no era Salvador, pero la tensión del momento me hizo guardar silencio.

Nos recibió un Chambelán;  quien preguntó a quien debía anunciar: El pastor le dijo que debía decir que había llegado Salvador. Mientras esperábamos a ser recibidos por la Reina Calma, no pude resistir la tentación de aclarar el tema de Salvador.

- Tomás; yo no soy Salvador.

- No digas nada; irás dándote cuenta de tú misión en este reino,  de forma paulatina.

- Pero ¿Por qué me llamas Salvador?

- Porque eres el Salvador de Calma, y aún no lo sabes; pero ahora guarda silencio.

Es verdad, que aunque no me aclaró nada Tomás, me sentí muy reconfortado, muy tranquilo,  en un estado de relajación y sosiego que nunca había experimentado.

Por fin se acercó Armando (El Chambelán); y nos anunció ante la Reina dando dos golpetazos en el suelo de mármol Blanco:

- Majestad: “Tomás el pastor y Salvador de Calma”.

¿Salvador de Calma?, me quedé estupefacto, pero me impresionó tanto el salón del trono que mi sobrecogimiento, delegó mi duda sobre mi denominación a un segundo plano.

Un Trono con múltiples círculos concéntricos dorados dibujaban un sillón sin demasiada ostentación, pero elegante.  Lo mejor era la pintura de la sala: De forma muy realista el enorme salón estaba decorado con un tremendo mar de fondo donde se vislumbraba un barco a la deriva. La sensación que transmitía se movía entre la calma y el mareo al percibir la inmensidad del océano con tanta perspectiva.

Tomás me obligó a  hacer una genuflexión ante la Reina: Al subir la cabeza pude apreciar a la radiante  reina; unos ojos verdes que transmitían sosiego me dejaron impresionado. Un pelo negro azabache completaban el rostro de  de la  dama; Un vestido  largo azul cielo  con una banda dorada de derecha a izquierda magnificaban la figura de  la monarca:

- Majestad- Dijo el pastor.-  Aquí tiene a  Salvador.

- Bienvenido Salvador. Tantos años de espera han minado mi esperanza, pero ahora que usted está aquí, mi cuerpo ha recuperado la temperatura, se me ha iluminado el alma, he vuelto a ver la posibilidad de recuperar mi reino.

- Majestad- Le dije subestimando las expectativas   de la Reina. – No sé quién piensa que soy, pero ni me llamo Salvador, ni he venido a  salvar nada.

- Querido amigo, todo lo entenderás a su debido momento.

La Reina Calma, tomó su larga capa y la dispuso a modo  de alfombra en  mis pies,   invitándome  a pasar a una de las salas: La sala del Diamante azul. Un libro inmenso de aproximadamente 1,90  de largo por un metro de ancho  estampado en oro, se encontraba en el centro de la sala. Por encima del libro aparecía una urna gigante que albergaba a un diamante de color azul cielo, que brillada estrepitosamente ante la entrada de los rayos solares que penetraban por el pequeño ventanal que se hallaba en el techo.

Ella me dijo que en el libro estaba escrito que un humano Salvador vendría a liberar a Calma de La Reina Ira, y para ello debía extraer el diamante azul de la piedra donde estaba incrustado. Este proceso sólo podrá lograrlo el Salvador de Calma, me espetó la Reina. El diamante azul en manos del Salvador  sería la clave para romper el embrujo y devolver a calma a su normalidad.

- Majestad- No sé de qué me habla. Yo no seré capaz de enfrentarme a Ira. He oído que el 24 de Diciembre, aprovechando la Navidad, Ira  se apoderará de la mente de los humanos. Eso dijo en el discurso que oí, antes de ser perseguido por los guardias.

- Si, esto ya sería el fin de calma. Nosotros devolvemos a la calma a los humanos, y  eso hace que se mantenga nuestro pueblo como algo esencial para la paz y la armonía entre ellos. Esta es nuestra misión, si se pierde definitivamente calma, la ira reinará en la mente de los humanos.

- Bueno, Majestad, veo que no podré rechazar el encargo que me hacéis, pero no sé cómo hacerlo.

- Bueno; el plan está escrito: lo leeremos en el libro dorado y discutiremos los detalles...

La Princesa dirigiéndose al Chambelán, le ordenó que abriera el enorme libro. Allí pude leer cómo se me recomendaba proceder para deshacer el hechizo de Ira.

Esa noche compartí mesa con Tomás (el pastor) y con la Reina. Sus palabras me hicieron comprender que estaba en mis manos, no sólo la salvación de calma, sino la propia supervivencia del ser humano: Si Ira y sus carcoirales consiguieran conquistar al ser humano, estos se matarán entre ellos. Me quedé con la última  frase que me lanzó antes de irse a la cama. Recuerda: “Sólo el amor, nos hará libres”.

Al día siguiente, Partí junto a Tomás, y con el diamante azul en mi mochila a conquistar a la Reina Ira. Memorice el Plan de forma escrupulosa; tenía mucho miedo pero ya no había vuelta atrás, la salvación de calma dependía de mi.

Tomamos el pasadizo por el que vine, llegamos a la casa donde la mujer rubia me salvó de los soldados, allí estaba ella; Pregunté quién era, me dijo que era una de las doncellas de la reina, y que había terminado su misión: Rescatar a Salvador.

Empezaba a ponerme nervioso. La presión que me había inducido la Reina me hacía sentirme  muy ansioso; tenía miedo de fracasar, y eso supondría el fin del ser humano: Nunca pensé que  la supervivencia  de la humanidad pudiera estar en mis manos.

Salimos a la calle por donde fui perseguido, y Tomás me dijo: “Ahora nos dejaremos capturar  y nos llevarán ante Ira”. El plan trazado por la Reina Calma había comenzado:

Caminamos hasta la plaza, y no tardamos en toparnos con un grupo de soldados que  al vernos nos echaron el alto:

- Un momento; quedan detenidos en el nombre de la Reina Ira.

El pastor y yo fuimos amarrados y conducidos al Torreón del castillo de Ira.  Fuimos depositados en las mazmorras a la espera de ser interrogados por la Reina. Tuve la ocasión, mientras esperaba de que Tomás me informara sobre la maldad y las circunstancias en las que Ira había tomado Calma, pero lo que se paseaba por mí mente de forma machacona fruto de mi conversación con calma, era esa frase que no podía olvidar: “El Amor nos hará libres”.

Al fin dos soldados se acercaron y nos sacaron de la celda: “La reina quiere verlos”, dijo el más serio.

Nos llevaron hasta la mesa donde Ira se disponía a cenar. Nos invitó a sentarnos a lo que accedimos: Un manjar a base de cordero y carnes de todo tipo inundaba la inmensa mesa. Yo me senté lo más cercano a  la reina que pude.

- Y bien: ¿Cómo osáis perturbar  mi tranquilidad?.

- Majestad; no queríamos ofenderla; pero he venido  tan lejos para conocerla, que hubiera hecho cualquier cosa para poder estar a su lado.

- Oh! Me abrumáis humano, yo no tengo sentimientos, no me emociono, sólo siento rabia.

Intenté copiar cada uno de sus gestos, esas muecas que hacía con la nariz, y ese tic  que tenía con el ojo derecho para ganarme su confianza, al gesticular como ella.

- Majestad: No me creo que no tenga sentimientos, en el fondo de esa abrupta mirada se esconden muchos sentimientos censurados, probablemente nunca le habrán dicho que la quieren, pero yo se que detrás de esa careta se esconde una luz incandescente llena de amor.

Ira; un poco confundida,  y  con los ojos humedecidos por la letanía que no sé de  donde me salió,  lanzó un grito de rabia:

- Silencio humano: Yo no tengo sentimientos, callaos o mandaré que os encierren de nuevo.

Pude ver en sus ojos la emoción del momento, y supe que me encontraba ante una mujer que había sufrido mucho, y que su maldad procedía de una herida en su alma que no dejaba de sangrar.

- Hablemos de otro tema- Dije para suavizar el tenso silencio. – Me ha encantado su reino, tiene unas tierras muy fértiles.

- Esto no es nada; todo el universo será mío cuando consiga cumplir mis planes.

Me hice el tonto y le pregunté a Ira por sus planes. Sabía perfectamente que sus deseos eran  apoderarse de toda la humanidad. Había algo que no me cuadraba, como le dije a ella, en el fondo de esa mirada rabiosa se escondía un volcán de sentimientos contenidos, y no precisamente negativos, esa mirada la había visto muchas veces en gente que ha sufrido mucho.

Nos invitó a tomar una copa en la chimenea, se creó un clima muy íntimo en aquella estancia, Tomás no decía una palabra, tan solo me observaba despavorido.

- Veras Humano; quiero que sepas que estás cenando aquí conmigo porque necesito tú ayuda.

- Usted dirá Majestad.

- El 24 de Diciembre de 2012 todos los seres humanos serán míos, y necesito a un humano para poder acercarme a ellos sin que desconfíen. Tú eres perfecto. Como me caes bien, te nombraré General de mis ejércitos, y te otorgaré tierras y un castillo.

- Lo pensaré mi Reina, debo pensarlo.

- Piénsalo, pero has de saber que serás ejecutado si te niegas a colaborar.

Tomás y yo nos fuimos a la cama, preocupados, pero esperanzados: Aquellos ojos húmedos de emoción de Ira me hacían pensar en que podría llegar hasta sus sentimientos más profundos que era mi objetivo. Hablé con Tomás y decidimos decirle a Ira que colaboraría con ella para que confiara en nosotros.

Ira y yo nos hicimos muy amigos; el tiempo no existía cuando estábamos juntos: Hablábamos durante horas sobre cualquier cosa;  sobre la libertad, sobre la pasión, sobre el arte, sobre los seres humanos; cada vez esa censura que impedía a Ira mostrar sus emociones se hacía más vulnerable, ese muro que colocaba empezaba a ser permeable a las emociones, ella lo sabía y yo también. Los dos sentíamos que una fuerza interior atraía nuestros cuerpos y nuestras mentes. Esto no estaba previsto: yo veía a Ira maravillosa,  su oscura ropa y su amargada cara se transformaba cuando estaba conmigo en una imagen idílica brillante y llena de ganas de ser amada, y eso me fascinaba.

Ella negaba lo evidente; se estaba enamorando de mí, pero lo más terrible es que yo también me estaba enamorando de ella.

Llegó el día 24, y casi no tenía tiempo de deshacer el hechizo pues hoy era el día previsto. Sabía que al deshacer el hechizo Ira desaparecería para siempre de mi vida, y yo no quería eso. Me desgarraba el alma el pensar que nunca la volvería a ver.  Pero también sabía que el futuro del Ser Humano y de Calma estaba en mis manos. Qué dilema: Amor y Deber. Sabía que Ira me amaba, y eso precisamente sería lo que nos alejaría.

Todo estaba previsto, aquella noche cenamos juntos,  los dos solos. Tras la cena pedí a los músicos de la corte que tocaran: “El sueño de Hadas”, una canción que me emocionaba, bailamos hasta que note que ella derramó una lágrima:

- Ira: Tengo que decirte algo.

- Te escucho.

- Durante estos meses, he conocido a una maravillosa mujer, que no es lo que parece,  he encontrado a una mujer que ama, y que es capaz de darme el amor que nadie me ha dado, escondida en la rabia tienes envuelto un corazón lleno de fuerza para hacer feliz a cualquier ser humano.

Ira  no paraba de llorar, mientras yo seguía mi discurso que no formaba parte del plan, me estaba saliendo de forma directa del fluir de mis sentimientos.


- Mi Reina: He sentido lo que significa la inexistencia del tiempo a tú lado. Nada tiene importancia cuando estamos juntos, ni la ambición, ni la rabia, ni el rencor, sólo tú y yo. He podido ver en el espejo de tú mirada como me decías que me amabas.

Un pequeño indicio de sonrisa apareció en el rostro de la Reina. Era la primera vez que la veía sonreír, fue entonces cuando tomé su fría mano y la besé, ante una leve, pero permisiva resistencia. Su cara empezó a colorearse y llenarse de brillo, y fue entonces cuando recordé que tenía que sacar el diamante para acabar con ella y con su hechizo.

- Ira quiero que me escuches y  que nunca te olvides de lo que te voy a decir: Te amo, no te olvides nunca de la persona que buscando tú amor se enamoró de ti.

Apareció de repente el Valido Rencor que había estado viendo la escena. Majestad qué hace; ha llegado el momento de la invasión.

Tomando el diamante azul continué besando Ira mientras el valido se acercaba a detenerme; una luz azul inmensa procedente de la piedra se apoderó del castillo y elevó a Ira y a rencor hacia el cielo, mientras una lágrima ensangrentada se desplomaba en el suelo  procedente de los ojos de la dama; una explosión inmensa desplazó a la reina y a su valido a la nada, mientras pude observar cómo se despedía de mi agitando su mano de un lado para otro.

El amor os hará libres, recordé la frase de calma, pero lo que no sabía era el dolor que me iba a producir la pérdida de ira, de eso no me avisó nadie.

La Reina y Tomás me agradecieron  con un enorme banquete ser el salvador de su pueblo.  Conté a la Reina Calma lo sucedido, y claro está me dijo que ella ya lo sabía, que estaba escrito en el libro dorado, pero que si me lo hubiera dicho hubiera fracasado el plan. Era necesario el amor de verdad para la libertad de su pueblo.

Calma se transformó en un poblado azul, iluminado por su diamante, los carcoirales se transformaron en preciosas criaturas rubias y bellas como en el principio de los tiempos. La luz de nuevo iluminaba las casas y las tierras.

Tomé mi mochila y metí el amor y el dolor que había obtenido y continué mi viaje.

Continuará……