martes, 11 de mayo de 2021

LA BELLA CALMA

 

La ausencia de la abrupta sensación del miedo, había pasado a formar parte de ese recuerdo inerte pero con forma, que descansa en la materia gris que el cerebro archiva en la memoria de nuestra semblanza.

El viejo  Jung lanzó una brillante definición del arte; -El arte es una especie de innata unidad que se apodera del ser humano y lo convierte en un instrumento . El artista no es una persona dotada de libre albedrío que busca su propio beneficio, sino un arte que permite hacer realidad su propósito a través de él-

Carl era un viejo muy seductor, infundía esa seguridad firme que transmiten los sabios. También era un gran seductor; creaba adicción. A pesar de su avanzada edad practicaba algo difícil de definir,  y que era algo como una "sofronización dialéctica", que le permitía penetrar en tú alma, se paseaba por ella, y desde luego dejaba su impronta. 

- Nosotros somos el origen de todo mal. Nuestra Psique se apodera de nuestro cuerpo y lo lleva a enfermar. Esa unión substancial de cuerpo y alma que apuntaba Aristóteles, hace que forme parte de una misma estructura, lo que sentimos, lo que pensamos, y nuestra conducta. Del equilibrio de estas tres variables, depende la calma, la base de la felicidad- Aseveró el gran Carl Jung, como sólo el sabía hacer, con esa voz que hipnotizaba, con las pausas necesarias para mantener la tensión necesaria para crear en el interlocutor la curiosidad que llevaba a la reflexión. El viejo profesor adoraba a Adriana.

Adriana María Castro Pinzón; Escapó en una patera hasta Florida desde la Habana. Después de cinco años viviendo en Miami, en lo que llaman la ratonera los Castristas, aún temblaba al oír un acento cubano de algún hombre. Fue encarcelada por defender la libertad, por amar la libertad, por abrazar un futuro en el que no hubiera que pedir permiso para escribir sus pensamientos: 
 

En la oscuridad de mi piel, 

vibra el sentir de un pueblo, 

el amor de una madre huérfana 

sin ira, pero con calma, me acerco hasta la locura

a la nostalgia de mi tierra, al temblor de mi cuerpo

cuando el miedo inoculado en mi mente se apodera de mi.

Es ahora querido, cuando soy libre sin serlo

soy amante del arte de construir un mundo paralelo

donde colocar mi creación, mis pinturas. 

Me seduce la belleza de construir vida que penetre en tú alma, 

y te lleve a la pasión, como logras con tus palabras.

- Querido Carl; he escrito esto para ti. Contigo he conocido lo que verdaderamente es el arte. Esa sensación que se apodera del cuerpo y del alma y te infunde energía para crear, para parir obras, ideas pensamientos, provocando y estimulando la reflexión del "sensible", que te lleva a cambiar el mundo. Esto si es revolución, y no la de los barbudos. La revolución del arte es la revolución de  la pasión, la ilusión y la belleza. 

- Adriana; eres muy bella, y transmites esa belleza que se desprende por los poros de tú piel y estimula mi viejo cuerpo, despierta sensaciones dormidas que yacen en la historia de vida. Sólo me queda la mirada, y la palabra que conecta con tú cuerpo y te transmite esa calma fuente de la felicidad. 

Con estas palabras se despidió el viejo Carl de su amada Adriana, la negra cubana que cuidó, amó, e hizo feliz al viejo Jung en los últimos años de su vida.