viernes, 27 de enero de 2012

LAS REFLEXIONES QUE ME GUSTARÍA ENTREGAR A MIS HIJOS.

ESCULTURA DE VIGELAND OSLO 2011.

Algunas aseveraciones de los clásicos me hicieron reflexionar sobre los “consejos”, que daría a mis hijos, nunca como dogmas sino como puntos de reflexión, y me sirvieron de líneas de trabajo para el crecimiento personal:

1. Practicar lo que se predica: <Dime lo que haces y te diré cuanto te creo>. Hay personas que pierden su propia personalidad con el fin de agradar a los demás, se especializan en satisfacer los deseos de los demás y las exigencias externas. No hay coherencia, sin que llegues a hacerte dueño de ti, creando un diálogo interno en el que te encuentres de frente contigo mismo.

2. Atacar los Mitos: Para atacar a los mitos hay que ser valiente, porque quitarse la venda y encontrarse cara a cara con la realidad y con las cosas tal como son, supone perder las señales de seguridad, y los puntos de referencia a los que nos hemos aferrado  a lo largo de la vida.


3. Elegir los deseos y no que ellos te elijan a ti: Para Epicuro, un Hedonista de corazón, no acepta el sufrimiento, a no ser que sea un requisito para un placer más saludable y duradero. Hacer un balance coste/beneficio: Quiero comer un Helado (placer inmediato), pero estoy a dieta y no quiero engordar (sufrimiento posterior). Si el sufrimiento posterior, tiene más implicaciones negativas que el placer inmediato, me quedo sin lo inmediato.
El placer que genera perturbación es un mal, porque donde hay descontrol la razón deja de funcionar. Existen deseos que se satisfacen rápidamente, hasta que la necesidad no se activa nuevamente: Necesidades básicas como el comer, otros sin embargo no se sacian, no tienen límites, siempre demandan más. A estos deseos Epicuro los llamaba <Ni naturales, ni necesarios>: la fama, el dinero, el poder, la ambición, etc. Estos no tienen fondo y ofrecen una falsa sensación de seguridad. Estos deseos son fruto de un aprendizaje social, y no alivian ningún dolor, ni producen tranquilidad, para Epicuro son prescindibles pues no están hechos para cumplir ninguna función adaptativa, ni poseen un potenciómetro interior que los regule.

El error cognitivo que cometen las personas que se enganchan con este tipo de deseos <Ni naturales, ni necesarios>, es que “Dirigen su atención más a lo que podrían obtener, y no a lo que ya tienen”,  y por tanto olvidan el presente, y viven en una permanente “Alienación”(supresión de la personalidad) en espera de conseguir objetivos futuros.

4. Un Arma de la felicidad: La amistad: Sólo prescinden de la amistad los esquizoides porque han roto el vínculo afectivo con la humanidad, los desconfiados; porque piensan que el ser humano es malo por naturaleza, y los tímidos porque queriendo estar con los demás, el miedo al rechazo o a parecer inadecuados se lo impide. Epicuro dice que tener amigos es positivo porque adquirimos dos ventajas: seguridad y confianza. Los antiguos Griegos ponían a la amistad por encima del amor apasionado; pues los amigos los une una decisión y no solamente un sentimiento de enamoramiento, que puede eclipsarse en cualquier instante.

5. La Inoculación de Estrés: Consiste en un ensayo terapéutico usado para aprender a tolerar, controlar, y soportar, niveles cada vez más altos de estrés inoculados por uno mismo. Sirve para prepararse para posibles contingencias vitales negativas, y ser menos vulnerables y perseverantes a la hora de alcanzar objetivos.

6. Sentido del Humor:
Es un indicador de inteligencia emocional. Reírse de uno mismo es una buena señal de equilibrio mental. La ironía se define como la manera de expresar algo que consiste en decir, en forma o con entonación que deja lugar a duda sobre el verdadero sentido, lo contrario de lo que se dice. Es una buena fórmula para transmitir, desmontar ideas o esquemas que conducen al sufrimiento de esa persona.


7. Dos postulados Estoicos Interesantes:
      A/ Lo único que depende de mí, es el manejo íntimo que yo haga de mis juicios, interpretaciones, decisiones y deseos. Yo soy en última instancia el responsable de cómo uso mi pensamiento, creencia, y esquema mental. Soy responsable de ellos sean adecuados o no.
      B/ Lo que no depende de mí (fama, dinero, juventud) no puedo controlarlo a mi antojo, quizás logre influir indirectamente sobre ellos, pero no estarán directa  y totalmente bajo mi control.
“Sabio es el que sabe ganar y sabe perder sin que intervenga el ego”. Para Epicteto poseer el control del propio “Yo” es sinónimo de felicidad.

8. Examinarse a sí mismo:
Tanto los Estoicos como los Epicureos, hablan de un principio vital fundamental: Aprender a vivir requiere el reconocimiento de la falta, de evitar el error que cometemos y que hay que subsanar para que no se repita.
“Mirar los recovecos internos, los valores, las motivaciones, los comportamientos, el pensamiento, la ideología, las emociones, los deseos, someter cada cosa a un tribunal benevolente, a salvarte del dolor inútil. Esta evaluación puede hacerse en tiempo presente (autoevaluación), o en tiempo pasado (recordación)”.

La autocrítica constructiva:
A/ Pregúntate si te estás exigiendo demasiado, si tus estándares no son realistas.
B/ Distingue persona de conducta. Céntrate en lo que haces, no ataques tú valía personal.
c/ Toma una muestra amplia de comportamientos: Mira si el error es persistente.

No necesitas castigarte para generar cambios.

miércoles, 25 de enero de 2012

ANCIANIDAD-FELICIDAD-MITO-REALIDAD: POR CARMEN BERENGUER; UNA COLABORADORA Y AMIGA...

Escultura de Vigeland en Oslo.
1. ANCIANIDAD
Ancianidad o vejez. Es descripta muchas veces como un estado del espíritu.
Es difícil afirmar cuando comienza, dado que el envejecimiento varía de persona a persona.
Según la OMS, el envejecimiento no es simplemente un proceso físico, sino más bien un estado mental y en ese estado mental está presenciando el comienzo de un cambio revolucionario
La felicidad es entendida casi siempre como una entidad abstracta, propia de la esfera ideal y temáticamente circunscrita al coto cerrado de la filosofía.
 Desde el punto de vista fenomenológico es cercana en cuanto cotidianamente es deseable, aunque pese sobre ella el sambenito de lo inalcanzable.
 Pero la felicidad es un asunto vital, un componente de la zona espiritual humana que frecuentemente se entrecruza con lo biológico e intelectual.
La felicidad copa toda la existencia de los seres humanos a lo largo de sus edades. Como con las demás metas del desarrollo, su despliegue resulta más auspicioso si desde temprano en la vida se han puesto las condiciones para hacer ello posible.
En la antigüedad clásica de Grecia, Aristóteles ya había propuesto el límite de aspiraciones al respecto cuando señaló que la felicidad es estar satisfecho consigo mismo
La felicidad es dicha, bienestar, fortuna, ventura, bonanza y prosperidad.
 En ningún caso, ni en lo colectivo ni en lo individual, viene gratuitamente de una especie de hiperuranio. Casi siempre resulta después de un proceso esforzado, difícil, empeñoso.
La felicidad es un estado emocional activado por el sistema límbico en el que, al contrario de lo que cree mucha gente, el cerebro consciente tiene poco decir
 La felicidad se aprende, se construye. En ello se juega la suerte del género humano, su continuidad. En los distintos niveles hay avances y retrocesos, pero la tendencia central que es el desarrollo y consolidación de esa virtud, triunfa. Lo dice hoy el estado del mundo y del hombre a pesar de los obstáculos y de lo que queda por ser y hacer.
La felicidad se refiere a la serena alegría por ser y vivir haciendo y teniendo, lo que es característico de los humanos.
La ancianidad es una etapa avanzada en la existencia de los seres humanos vivos, etapa más o menos prolongada de la vida, a la que algunos llegan con mejor o peor fortuna y otros no
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Jeane Calmet con  102 años, decía
Mi secreto es guardar siempre una actitud positiva, unida a una sonrisa
Mantener UNA ACTITUD OPTIMISTA
Hay que tener ESPERANZA

LA DESESPERANZA dispara ataques cardiacos,

Por tanto, la verdadera felicidad reside en la virtud. ¿Qué te aconsejará esta virtud?. Que no estimes bueno o malo lo que no acontece ni por virtud ni por malicia; en segundo lugar, que seas inconmovible incluso contra el mal que procede del bien; de modo que, en cuanto es lícito, te hagas un dios.

La vida feliz es, por tanto, la que está conforme con su naturaleza, lo cual no puede suceder más que si, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos

Para Aristóteles, la felicidad es un fin en si misma, la única cosa que merece  la pena alcanzar en esta vida.

Aristóteles aboga por una vida racional, como primer paso, pero no él ultimo, para alcanzar la felicidad, decía que la práctica de costumbres virtuosas conduce a la felicidad: la de costumbres viciosas a la infelicidad
La virtud no reside en su titulacion profesional; reside en realizar bien su trabajo

El concepto de felicidad siempre ha parecido estar mal definido en Occidente, siempre ha sido elusivo e inasible. «Feliz», en inglés, deri¬va de la palabra  Islandesa happ, que significa suerte o azar. Al parecer, este punto de vista sobre la naturaleza misteriosa de la felicidad está muy extendido. ,

En los momentos de alegría que trae la vida, la felici¬dad parece llovida del cielo.

La vejez es un reto personal, tanto en el plano espiritual, mental, como corporal, nuestra imagen es la semblanza de nuestro interior, de bienestar y felicidad

El ser individual y aislado nunca fue creado: el intento de vivir de modo autosuficiente es una ficción inhumana y suicida. Dios es esencialmente relación, el ser humano, a su imagen, igualmente lo es… todo ser es en la relación.

 En general se la considera cronológicamente cercana al fin de la existencia de la persona tal y como la conocemos, aceptando que la muerte física es el final de esa etapa.

Por lo tanto, la ancianidad en los seres humanos, puede considerarse que es poseedora de un valor en si misma o bien como la representación real de una serie de valores ínter-actuantes, que condicionan y personalizan el paso por esa fase normal de la vida de forma notable, valores
La felicidad es un sentimiento eminentemente personal. Ello hace tan difícil la difusión nocional y mucho más la elaboración de escalas para medirla y hacerla extensiva a toda la colectividad. No obstante, es menester reconocer que tanto su sentido espontáneo como su significado compartido culturalmente son aprendidos. Mejor dicho, han sido mediados por las prácticas de socialización y el lenguaje.
Así, por ejemplo, para el filósofo James Mill, citado por Émile Durkheim en su libro Educación como socialización, la educación tendría como objeto convertir al individuo en un Instrumentó de felicidad, para sí mismo y para sus semejantes.
Por su parte, el también filósofo Herbert Spencer se ocupó de definir objetivamente la felicidad. Para él, las condiciones de la felicidad son las de la vida y la felicidad completa es la vida en su plenitud. ¿Y qué es la vida? Es más que la satisfacción orgánica de necesidades, es más que la integración organismo-ambiente. Es el despliegue de la inteligencia y el disfrute espiritual.
 La felicidad no es vista como la llegada a un estado de nirvana o como renunciación al deseo por carencia, haciendo de la necesidad virtud.

La ancianidad está muy relacionada con la libertad y las posibilidades de ejercer ese derecho natural, otra cosa son las limitaciones propias, individuales y circunstanciales…
Sea como sea la ancianidad es la representación tangible de la primera ley natural: ”Velar por la propia conservación”.

 La identidad humana y la familia, son términos que las personas reconocen fácilmente como lo idéntico a sí mismas… lo más cercano. Los modelos sociales influyen de forma importante y determinan el lugar reservado para los considerados ancianos en esa sociedad.

 Dependiendo del énfasis que reciban los valores individuales y/o colectivos, así quedará posicionada la ancianidad. Cómo atemperar los grados de libertad dentro de la familia, es sin duda de gran importancia en el día a día de la convivencia y de la felicidad en esa sociedad primera.

Aristóteles decía que “ una enfermedad es la vejez prematura, pero la vejez en sí misma es una enfermedad natural”. La ancianidad pues, no es un fenómeno de aparición súbita, ni sorpresiva, otra cosa es cuando el poseído toma conciencia de ello.
Cuando el individuo ve modificada su figura corporal, a partir de ese momento no es raro que surja una reordenamiento del estilo de vida (forzado) y el individuo se plantee ciertos límites a su libertad dentro de un modelo de solidaridad y cohesión social  dado, ya que la propia sociedad posiciona a las personas ejerciendo un cierto determinismo social.

En algunos países europeos, con una mayor tradición y experiencia en la atención a las personas de edad avanzada, están replanteándose las políticas asistenciales, basándolas en él
“cuidar” más que en el “curar”

 La ancianidad pues, no es un fenómeno de aparición súbita, ni sorpresiva, otra cosa es cuando el poseído toma conciencia de ello.

Cuando el individuo ve modificada su figura corporal, a partir de ese momento no es raro que surja un reordenamiento del estilo de vida (forzado) y el individuo se plantee ciertos límites a su libertad dentro de un modelo de solidaridad y cohesión social  dado, ya que la propia sociedad posiciona a las personas ejerciendo un cierto determinismo social.
Así pues, el grado de autonomía y la dependencia, pueden considerarse dos caras de una misma moneda que actúan de forma inversamente proporcional.
La visión del y desde el anciano es desde luego una visión evolutiva de su propia existencia, de sus vivencias y experiencias.
 En cierto modo cuando mira hacia atrás se ve y contempla a sí mismo duplicado.
En que la autonomía es ese espacio vital necesario para manifestar derechos naturales y humanos esenciales, siendo imposible ello sin la existencia de esa capacidad de acción; pero la ancianidad sufre de un cierto racismo biológico e intelectual que lastran posibilidades… para todos.

 Aceptar realidades y respetar espacios vitales, parece una tarea ineludible en términos éticos.
... "BELLÍSIMOS SON LOS AÑOS EN QUE
EL SOSIEGO DE LA EDAD
INVADE EL ALMA, PARA ENTREGAR
A LOS HIJOS Y A LOS NIETOS Y A TODA LA FAMILIA
LA EXPERIENCIA TRANSFORMADA
 EN COMPRENSIÓN”...

martes, 17 de enero de 2012

MÚSICA TERAPÉUTICA

El paseante me pidió que explicara qué era la música para mi,  escrbí el siguiente artículo:
Sala de conciertos de la casa de Edvard Grieg (Compositor Noruego)
 
MÚSICA TERAPEUTICA
Siempre he necesitado expresar mis sentimientos: Ante una infancia de reclusión en mí mismo y una adolescencia hiper-rebelde en la que mi visión del mundo era completamente ego- centrista, y me refugiaba en la marginalidad como instrumento de adaptación a la incomprensión paterna y social; surge la necesidad artística como elemento de apertura y comunicación con el mundo, como mecanismo de liberación de emociones, y como fuente del placer del que crea.
Hoy se que necesito crear, sea por el medio que sea; por aquel entonces era un sistema para comunicarme con el entorno, en el contexto de un niño y adolescente invadido por una fobia social, marcada por una baja autoestima.
Mi padre me compro un órgano electrónico de dos pisos; un gran mueble que contenía dos teclados, ritmos de batería en la parte inferior, con los pies se tocaba el bajo, y una amplia gama de sonidos desde la guitarra hasta el acordeón completaban los registros del instrumento. Una maravilla para la época, y la envidia de mis amigos.
Aunque fui a clase de solfeo y piano, mayoritariamente fui autodidacta; y sobre todo siempre me ha gustado tocar todos los palos de la música o de cualquier cosa: piano, guitarra, batería, etc.
Recuerdo que pasaba largas horas pegado al órgano; tocaba y retocaba a los clásicos: Vivaldi, Mozart, Pasodobles, Canciones Populares, The Beatles.
La Música ha sido para mí un refugio emocional ante mi percepción de un mundo agresivo, que no me comprendía. La música con su melodía transformaba mis pensamientos en ideas emocionales que producen placer creativo.
El refuerzo de oír a mi familia decir lo bien que lo hacía; y la repetida frase por parte de mi madre: “Este chico tiene oído musical”, mejoraba mi autoestima, muy afectada por aquel entonces. Por tanto es aquí donde reside una parte importante del valor terapéutico de la música.
Crear, sentir, emocionarse y emocionar a los demás son efectos que tienen una gran importancia en una personalidad en construcción incipiente. Podría decir que durante mi infancia y mi adolescencia, fue la música la que me salvó de una gran depresión.
El desahogo de interpretar al gran J.S. Bach, me permitía liberar pensamientos autodestructivos, fruto de un contexto familiar poco flexible, y muy estricto en el cumplimiento de determinadas normas sociales.
Fue a los 15 o 16 años, cuando mi espíritu musical me hizo formar un grupo. Yo tocaba la batería, quería cambiar, quería golpear fuerte el tambor y el platillo, para liberarme de la angustia y agresividad que invadía mi alma.
El grupo se llamaba “Mástil”; y tocábamos Pop-Rock. Lo formábamos grandes amigos (“Jorge”, “El Body”, El Chino”, “Juan Carlos”, y yo: Tocábamos en fiestas de amigos, en las fiestas de Aranjuez.
Recuerdo cuando compramos mi batería: Fuimos a Madrid a por ella en el antiguo tren de Aranjuez-Madrid; después de montar todos los artilugios de la misma, partió el tren y nos dejó en tierra; recuerdo la angustia de no poder abrir la puerta del tren en marcha. Gracias a que dentro se encontraba un conocido, apodado “Juan el Loco”, podéis imaginar el perfil del personaje. Le chillamos a Juan que nos guardara el instrumento en la Estación de Aranjuez. Al llegar, sorprendentemente estaba Juan guardando y protegiendo la batería. Desde entonces Juan fue un fiel seguidor de Mástil.
Interpretábamos canciones de los Beatles, Burning, Miguel Ríos, y canciones propias que mostraban las inquietudes que teníamos por aquel entonces. Recuerdo un estribillo nuestro: “Cabezas nucleares, anillos de Satán, si no nos protegemos un día nos matarán”. Estábamos muy preocupados por el riesgo de guerra nuclear, reflejo de la guerra fría. Tratábamos otros temas como el amor, la libertad, la ecología, etc.
Recuerdo esta época como mi salto al mundo de la comunicación y expresión artística. El placer que supone estar en un escenario y poder comunicarte con un número elevado de personas, era una gran fuente de satisfacción y de orgullo, y un mecanismo muy potente de relación, evolución, e inyección de autoestima.
Ahora sé que siempre me quedará la música como refugio de la melancolía y recuerdo de un pasado reciente, y como fuente de gestión emocional y sosiego de un espíritu creativo y en continua evolución.