domingo, 21 de marzo de 2021

LA INOCENCIA EMANCIPADA DE LA MIRADA

 

Desde la luz que desprenden tus ojos, desde la mirada obscena que provoca la mente del curioso; transmites esa locura que mezcla la ternura con la libertad, La inteligencia étnica que es prueba evidente de la unión substancial entre el cuerpo y el alma. De forma Aristotélica descubrí en lo empírico de tú semblanza la unión entre lo ético y estético de tú mirada. No hay ética sin estética, solía decir "el buscador" y si la hay falta algo. El pensamiento ético va unido a una conducta coherente con la intensidad de tú  mirada, la peculiaridad con la que digieres  el mundo externo, y como lo metabolizas en tú interior. 

Me dijo Ernesto (el sabio), el descubridor de la negra Simona en la Habana, que la felicidad nada tiene que ver con el "entorno", es más bien una cuestión de "intorno", de cómo digieres los acontecimientos vividos. Inevitablemente en esto debo citar el maestro Frank, cuando asevera que la última libertad del hombre es su actitud ante la vida, y desde luego que la actitud es determinante, es dura la distancia, el anhelo de quien amas, un entorno duro y poco motivador, pero es la actitud y el reflejo de tú mirada es la que traduce tus emociones. 

Pero volviendo a Ernesto; definió la felicidad en forma de serenidad, la serenidad no está vinculada a momentos de euforia, de alegría, de explosión amorosa. El decía que la vida no son momentos; la vida es un camino sereno acompañado por el otro. El encuentro con el otro provoca la ética; el encuentro entre dos personas que no compiten, que se acompañan, que no se juzgan, que se respetan, que van de la mano sin invadirse recorriendo el camino, en la búsqueda de obligaciones morales con ellos mismos: Ser la mejor versión de ellos, ser felices, ayudar al otro a ser  mejor; este es un equipaje que no pesa, que incorporas como estado evolutivo, y que en esa niña que muestra esos ojos serenos, melancólicos, ese dedo que indica que es ella la que busca tranquilidad, la que expresa con sus labios la necesidad de decir sin censura lo que se cuece en sus entrañas. Ya lo dijo "el sabio"; "Lo que no se habla estalla", y también se pierde: los besos no dados, los deseos no cumplidos, las miradas de complicidad, las caricias reprimidas, se evaporan en el calor de tus entrañas. 

El buscador se detuvo en tus delicadas manitas, que nunca han crecido, y que reflejan la esencia de esa niña tímida que siempre habitó en ti. Impide que seas lo que eres; el miedo, la vergüenza, y la culpa. Tus manos sin prejuicios, terapéuticas, y calmantes, indican el camino, la distancia es corta, el camino es largo: 

Miedo: de ser quien eres, sin abandonar tu cuerpo, miedo a perderte en una selva llena de alimañas que te hagan dudar de todo, aunque la duda es el principio del conocimiento, y lo que te libera de los prejuicios. El buscador se encontró con el miedo a la libertad, y lo freno el apego. 

El viejo Fromm, en su miedo a la libertar jugaba con: "por medio de los instrumentos de observación, ofrecidos por el psicoanálisis, podemos darnos cuenta de que el comportamiento racional está determinado en gran parte por la estructura del carácter". El temperamento y el carácter determinan la personalidad del individuo, la ventaja es que el carácter es modificable, forma parte de lo adquirido y se puede cambiar. La estructura de tus ojos tiene la parte genética que no se puede cambiar, y la parte adquirida que la podemos controlar. 

Pero me quedo con el arte, con la belleza que te hace construir un mundo paralelo a la razón y a la emoción por el cual expresas y manifiestas los estallidos de tú alma. La belleza manifestada en ese lienzo donde das vida a tus personajes, donde esculpes tu sensibilidad más extrema, donde la libertad abandona el miedo y se manifiesta en forma de deseo, de pasión, de comunicación total con un universo expectante, que el buscador transformado en sereno admirador de una sola mirada, se arrodilla ante ti y  llora de alegría por el sentido que le das a la creatividad. 

La niña de color se hizo pasión, tomó vida y esculpió el destino de la locura manifiesta de acariciar mi alma con esa mirada.