viernes, 13 de julio de 2018

VIAJE AL INTERIOR DE BEBO.

Aquella tarde se mezclaron varios ingredientes especiales: La luz crepuscular de la ciudad, el hedor a humedad y a salitre, y la escrupulosa y cuidada estética de Gilda que me devolvió la magia de la excitación que sólo se presenta en ocasiones especiales.
 La figura de la dama  repartía miradas profundas, obscenas, violentas, entre los hombres y mujeres por donde pasaba.

Su pelo enrulado, y despeinado acudía a su
rostro y acariciaba la brillante piel de su cara, unos labios colorados de maquillaje caro, ensalzaban su turgencia y hablaban por si solos, unos aros grandes de plata envejecida, decoraban el perfil de aquella Diosa.
El cuello lo decoraba con una gargantilla de perlas irregulares que oprimían su garganta. Completaba la escena un cordón de cuero, engarzado a un corazón plateado que se aproximaba al centro del pecho. 
Ella Se cubría con un vestido negro de seda donde la transparencia  del escote, despertaba la esperanza de visualizar un espectáculo  emocionante, pero  era más imaginación que otra cosa. Gilda medía milimétricamente todo el espacio de su cuerpo, llegaba a la provocación sin enseñar nada, a la ilusión óptica más que a la realidad, pero conseguía ese efecto elaborado, mágico, que difuminaba su figura como si estuviera cubierta de una neblina que le hacía brillar por donde pasaba. El negro encuadrado que completaba la prenda entallaba la voluptuosidad de sus prominencias, sus voluminosos pechos, el marcado descenso de su cintura, sus redondeados glúteos desprendían un sendero de sensualidad acompasada, a ritmo hipnotizante, que adormecía a las miradas envidiosas de algunas féminas, y lascivas de los del género opuesto.

El vestido cubría todo su cuerpo. Sólo una apertura al finalizar su sensual trasero, enseñaba el dorso de sus piernas, que terminaban en unos zapatos negros mate con un fino tacón, que golpeaban por donde pisaba, y componían una melodía a ritmo de tango que hacía vibrar a sus admiradores.  Una alargada espalda abierta, completaba la visión y remataba las miradas cuando ella se alejaba.

Salvaterra era una ciudad muy pintoresca, o quizás los pintorescos éramos nosotros. El gran Bebo había vuelto a ser él... Ese ser creativo y sorprendente que tanto le gustaba a Gilda. Y Gilda esa mujer única que un día él se encontró por casualidad cuando no buscaba nada. En ese contexto, perdidos en el barrio judío donde la noche tiñe de magia los sentimientos, fue cuando me di cuenta de que esta no era una historia cualquiera, supe que era la gran historia de Bebo, aquella que el gran buscador de historias: Bebo Lucrecio Arequipe Mendoza, siempre había querido escribir, y lo que le sorprendía es que no tenía necesidad de hacerlo. Todo era tan intenso en el mundo real, que la literatura no conseguía captar su fuerza, su brillo, su intensidad. Era como cuando ves un maravilloso paisaje que  pierde belleza y color en una fotografía, casi es mejor recordarlo como era, a plasmar su copia irreal.

Así era Bebo, locuaz, seductor, creativo, hacía sentir bien a la gente. Antes de actuar pensaba siempre en si el otro se sentiría mal. Como el decía: " El ser humano está inacabado, y se completa con el otro". Para Bebo conocer y respetar al otro, era una forma de completarse él: Pero nunca pensó  que su Gilda había llegado, nunca pensó que la tenía al lado, se dio cuenta con el tiempo;  había encontrado la historia de su vida.

Claro que fue una búsqueda larga, casi eterna. Se pasó la vida explorando, y seguía explorando pero sin ninguna intención concreta; era su esencia. Es como el cuento que  contaba de la rana y el escorpión: Un escorpión intenta cruzar una charca, y le pide ayuda a una rana, la rana tiene miedo y le dice que no porque le picará. El dice que no porque si le pica morirán los dos. La rana accede. A mitad del camino el escorpión no puede más, se pone colorado, se le sale el aguijón solo, y al final mueren los dos. ¿Qué es lo que pasa?: La esencia del escorpión consiste en atacar a sus víctimas. Pues la esencia de Bebo, era explorar, estudiar, analizar, descubrir conductas y emociones nuevas. Sin ningún interés concreto, sólo con la intención de conocer al ser humano.

De eso se trata de conocer al ser humano, como la joya más perfecta de toda la creación. Esa era la esencia de Bebo. Lo que ocurre es que Gilda llenaba ya todos sus huecos, todas sus aristas, todas sus fantasías, todas sus preguntas...No hay cosa que a bebo le molestara más que quedarse con la duda. El decía que la duda es el principio del conocimiento.

La inmersión en aquel edificio, aquel hotel rodeado de grandilocuencia modernista, con óxido elegante, y grandes espacios que sorprendían por la súbita presencia inesperada de un piano clásico, o un aparador "vintage",  dotaba aquella construcción de calidez, de nostalgia, de vuelta a lo genuino. Esa mezcolanza nos empapaba a los dos de una pasión sostenida, que cada vez se hacía más difícil de controlar.

Nos mirábamos de reojo, y una descarga eléctrica común se distribuía por ambos cuerpos a modo de chispazo, que erizaba el bello, y contraía sus vergüenzas. Se notaba mucha tensión armoniosa, melódica, de la que nos llevaba a los dos a una conjunción sofronizante:  La presencia de un mundo paralelo creado para nosotros,  aparecía en esa realidad difusa de la fusión de dos  almas que se amaban.

Siempre pensé que si con la persona que estabas no existía el tiempo; era la adecuada para amar, pues es como estar con uno mismo, donde te sientes libre, donde no hay competición, donde no tienes que demostrar nada, ni usar ninguna máscara. Bebo había descubierto que ese era uno de los ingredientes fundamentales del amor.

Gilda le miró con una caída de ojos inocente, pero inundada de seducción. Bebo que era un experto cazador intuitivo, le respondió con una leve sonrisa, repleta de pasión y picardía. Ella  seguía caminando, ahora sólo para él, acentuando aún más el movimiento de sus caderas, su taconeo acelerado recordaba un  "son cubano", en una tarde de calor en la habana vieja, en esas maderas coloniales del Floridita, a juego con un ron isleño añejo que tanto le ponía a él. Toda esta liturgia creaba un clima propicio para la creación amorosa. Ni Bebo ni Gilda eran sencillos, eran muy sofisticados en el arte de la pasión; quizás no demasiado complejos, pero si amantes de los fetiches, de los preliminares: un buen olor, un gesto, un maquillaje sensual, un vestido insinuante. En fin; en esto  que él llamaba creatividad romántica, eran unos maestros. 

Ella se inclinó hacia él, mientras llamaba el ascensor. Era una ascensor acristalado. Se visualizaba toda la judería. Era un complemento perfecto para culminar aquel introito. La modernidad del ascensor que se deslizaba por los bloques de hierro oxidado del hotel, mientras ella y él, se llenaban de la calima de historia de Judíos, árabes, y cristianos que habían podido respirar en el paseo previo. Desde ahí arriba todo era eterno, grandioso, con el efecto dominante que te da el conocimiento y el dominio de la tecnología y las civilizaciones modernas, mezclado con el mágico aroma de aquella sobredosis de historia que habían degustado. 

El la amarró fuerte y le metió la lengua hasta la garganta, fundiéndose en un apasionado beso como comienzo del Epicúreo episodio que les esperaba. Ella en un respiro pudo decir: " Te amo", " Te deseo". Ya no pudo hablar más. La tomó entre sus brazos mientras la puerta se abría y la llevó en volandas hasta el arco que daba entrada a su habitación, ante la mirada risueña y picarona de una camarera que andaba con un plumero limpiando el hall. 

Metió la llave con dificultad, y  arrojó a la ardiente Gilda en  la cama. Allí levantó su vestido  y empezó a besarla entre la parte interna de sus muslos, mientras ella se llenaba de un deseo vértiginoso,  que les conectaba cada vez más profundamente. Sus labios carnosos, unidos a su  húmeda lengua recorrían toda su entrepierna por ambos lados,  mientras Bebo observaba como un explorador, los pliegues de su sexo, húmedo y caliente a punto de arder, cubierto por un envoltorio en forma de regalo: una tirita negra de encaje, procedente de su sensual tanga.

Apartó el envoltorio, y comenzó a chupar; muy lentamente, con golpecitos suaves, pero firmes con la punta de su lengua, de arriba a abajo y de abajo a arriba, acercándose a la parte superior de su regalo, pero apoyando sus labios en el Monte de Venus. Después de varios ascensos y descensos atrapó entre sus labios su inflamado clítoris y mientras ella gemía, él lo succionaba sacando y metiendo su piel,  tocando su esencia con la punta de su lengua. No tardó en llegar a un éxtasis eléctrico largo que le hacía relamerse, contraer su cuerpo y deslizar su sensual lengua alrededor de sus rojos labios. 

Mientras ella se corría, el acariciaba sus pechos. Ella dijo corre pónmela en la boca. Sacó su miembro lleno de sangre, y se lo puso entre sus labios, mientras Gilda terminaba de gozar. Se lo metió en la boca y lo estrujaba suavemente. El empujaba hacia su garganta, tocando la campanilla de aquella mujer que tanto le quería, le entendía y le hacía gozar. Esta era la imagen preferida de Gilda.

Frente a su cama, se desprendía un enorme espejo, recogido por un marco de madera oscura, daba la sensación de ser una antigüedad. Otorgaba a la estancia  un toque clásico, sobrio, pero grandioso, como si fuera la habitación de unos Reyes. 

Pues bien allí mi dama se recreaba visualizando aquella mamada. Le excitaba mucho. Tanto bebo como Gilda eran altamente fetichistas y bastante Voyeur. A Bebo le gustaba dejarle la ropa interior negra de encaje que llevaba en aquella ocasión, mientras se reflejaba en aquel cuadro, en el que ellos eran como dos actores llenos de amor y pasión, como una escena de película vivida en primera persona. Bebo tardó menos de un minuto en esparcir una leche blanca y suave, a modo de crema por la cara de Gilda, mientras el cerraba los ojos y se moría de placer.

Sin casi recuperación el la puso a cuatro patas en el borde lateral izquierdo de la cama, buscando la visión del espejo, y empezó una potente envestida, mientras lanzaba unos golpecitos secos que coloreaban su culo de encarnado. Una mezcla de placer y dolor placentero intenso. Estaba tan excitada que su vagina desprendía un jugo brillante que se desplomaba por el suelo acumulándose en forma de charco, fruto del intenso placer que estaban viviendo. 

Antes de que ella se corriera de nuevo, la tumbó con violencia en la cama, estrujó sus manos y las sujetó por encima de su cabeza, y empezó a cabalgar mientras ella chillaba. A ella  le encantaba sentirse cubierta, protegida, abrazada, fundida en su cuerpo. Eso es lo que sintieron en aquel momento, una fusión de cuerpo y alma, como si fueran una sola persona. Las dos almas gemelas unidas por la pasión, el amor, la admiración, la locura, emitieron un largo chillido a dos voces, llegaron a un orgasmo al unísono como nunca lo habían tenido. 

Se dieron cuenta ambos, que estaban hechos el uno para el otro, y el otro para el uno. Y que eso era amor, lo que habían tenido en su vida hasta entonces era un sucedáneo que la vida les preparó, para poder encontrarse. 

Bebo dijo:- Ahora que te he encontrado, viviré cada día para hacerte feliz, para envejecer contigo, para    estar siempre a tú lado-. 
- Bebo te amo, sólo a ti.
- Gilda, Yo a ti más- replicó bebo mientras ambos recuperaban el aliento.