lunes, 25 de diciembre de 2023

EL BRUNCH MISTERIOSO

 Mary 1968

Un jardín empapado de rosas rojas y blancas anunciaba el esperado Brunch de Mary. Había estado toda la semana preparando el evento. Con minuciosidad diseñó una carta a base de berenjenas gratinadas con salsa de coco, foie caramelizado con polvo de almendras, brandada de bacalao, delicias de alcachofas rellenas de mouse de limón, porciones de arroz negro horneado con costra de huevo… Bueno un conjunto de delicatessen que estimulaban los sentidos de las invitadas.
Mary apareció con un vestido blanco de Prada de seda, por encima de la rodilla, acompasado por el ritmo extremadamente armónico de unas sandalias doradas de Blahnik que cubrían todo el tobillo, ante las cuidadosamente pintadas uñas blancas de aquellos delicados pies.
Me encomendé a la improvisación como siempre me gustaba decir, pero ese hilillo de esperanza que aprisiona la razón y  la llena de nostalgia, me llegó en el día de aquel fantástico Brunch.
Mary se dirigió al primer plantel de invitadas que rodeaban un cactus japonés sobrio pero impresionante por sus floridas espinas plateadas: Se encontraba Ruth, Vanesa, y Greta que mantenían una disputa sobre la frivolidad del verano, mientras sonaba de fondo una balada mexicana de Juan Gabriel:
- El verano es tiempo de vivir hacia fuera, de cumplir tus sueños, de cometer alguna locura, de desnudar tu cuerpo y tu alma- Espetó Greta mientras sus ojos se derretían de húmeda pasión.
Todas sabían que Greta vivía desde hace tiempo insatisfecha con la vida que llevaba. Se había casado hace 15 años con un magnate Polaco que conoció en un viaje a Ibiza. Entonces su ego le dictaba el deseo de ser rica y poderosa para conseguir todos los bienes materiales que   anhelaba, y como una barita mágica, consiguió lo que buscaba… Pero se olvido de su “ser” por el eclipse que le provocaba el  “tener”, y ahora buscaba el estímulo sonriente y socarrón de la vida.
- Pero Greti, mi amor, tú tienes todo lo que puede desear una mujer: Con mover un dedo aparece en tú casa la ropa más exclusiva que hay en el mercado, tu colección de Manolos es la envidia de todas nosotras, tú hogar es como un palacio lleno de joyas, sirvientes y dinero: ¿Qué es lo que buscas?, preguntó Vanesa, una Colombiana de mediana  edad que conocía a Greta desde hacía cuatro años, cuando llegó a España en busca de trabajo.
- Me busco a mí, Vanesa. No me conozco; me dejé llevar por la codicia, por el mensaje que aprendí desde pequeña: “Necesitas dinero y poder para ser feliz”, y esto cubrió mi esencia, a mi verdadero yo, a mis auténticos  sentimientos. Ahora me doy cuenta que tener más no es suficiente, que conseguir las cosas sin esfuerzo hace que pierdan el valor que tienen, y que lo que te da la felicidad es la mano de un ser humano que de sentido a tu vida.
- Vanesa tiene razón, expresó la prudente Ruth. Creo que ofendes a cualquiera quejándote de la vida que llevas: Viajas por todo el mundo: New-york, Roma, París…, tienes un imperio solo para ti, no te falta nada,…
- Chicas; No quiero ofenderos ni preocuparos, pero os confieso que no soy feliz, y tengo que hacer algo al respecto…

Las tres damas enmudecieron en un silencio sepulcral que imponía tensión, yo no quise intervenir, pues era la anfitriona y  no creía ser la más adecuada para despejar esa pausa violenta. En realidad  comprendía perfectamente a Greta, me ponía en su lugar: todo el día sola, sin nadie a su lado; bueno rodeada de aduladores, lacayos, e interesados, pero  muy sola, con un marido que vivía ausente en cuerpo y alma, y cuando estaban juntos ella lo único que percibía era una sensación de objeto decorativo  a modo de jarrón que adornaba la vida de  Stefan, un frio y calculador personaje, del que Greta era su tercera mujer.
Greta quería cumplir ese anhelado deseo por parte de muchas mujeres y de algunos hombres de tener un hijo, pero a Stefan no le hacía ninguna gracia lo de la descendencia. Sólo pensaba en él, y Greta se sentía como un apéndice de su imperio.
Yo sabía muchas cosas sobre Greta que no se si el resto de amigas conocía, quiero decir que tenía un importante conocimiento y aprecio por mi amiga, pero por el momento me mordí la lengua y guardé silencio. Ella había dejado al amor de su vida por Stefan, siendo consciente de que de  Stefan sólo le estimulaba su cuenta corriente… Pero a pesar de eso, a ella se le disparó su ambición, la cubrió con un manto opaco que no le dejaba pensar, y terminó entregándose al polaco. Mientras tanto Manu se quedó conmocionado por la noticia que Greta le dio por correo electrónico:
“Manu: Lo siento, Me he enamorado de otro hombre, espero que me comprendas y me perdones.
Te deseo que seas muy feliz. Besos, Greta”.

Manu no supo nada más de Greta,  esta cambio su número de móvil, avisó a sus padres de la intención de casarse en París en Notre Dame, allí celebro su boda con Stefan.
Ese mismo día sabía que se estaba equivocando, que estaba cumpliendo un sueño impuesto por su ego, que no quería a Stefan, que amaba su dinero, pero ese deseo de poder, de dinero, de estatus, era tan fuerte que no podía rescatar sus emociones más profundas, como el amor que sentía por Manu.
Vanesa rompió el silencio intentando empatizar con Greta:
- Creo que lo que intentas decirnos es que has conocido a alguien.
- Bueno si, a alguien muy especial, es un tipo que conocí en la calle, que le encontré haciendo un número de malabares, algo me empujó hacia el. Mira que desde que vivo con Stefan los perro-flautas que llama el, me producen rechazo, me dan miedo. Pero en este caso me empujó algo, una vibración especial que me revolucionó el estómago y que me decía; tienes que acercarte a él, no puedes pasar por alto esa atracción tan brutal.
- Me acerqué y le invité a un café: Me di cuenta de que su alma y la mía estaban vibrando. El me dijo que vivía en la calle, e inmediatamente le alojé en un hotel de la capital. Desde entonces nos vemos a diario, he recuperado la alegría, la esperanza, la pasión… ¿Es una locura?, ¿Una ilusión?, ¿lo mejor que me ha pasado en mi vida?; en estos momentos respondo a todo esto que si, aunque en realidad estoy tan obnubilada que no puedo pensar con claridad.
Sus amigas se quedaron de piedra. Ella siempre había sido muy crítica con la infidelidad, con la mentira, con la traición, siempre había insistido en que su cuerpo sólo sería para su marido. Pero ahora, estaba ruborizada, abochornada de lo que había contado, pero necesitaba confesárselo a las que eran sus mejores amigas.
El resto de chicas del Brunch se acercaron a Greta, mientras yo disfrutaba de un magnífico Chardonnay. Eva, Lorena, y Silvia, quisieron enterarse de lo que pasaba, y Vanesa resumió el asunto. A mí me tocó el discurso de madre.
- ¡Greta!, exclame con tono sobrio.
- Dime Mary, por cierto el menú es fantástico.
- Gracias Greta, eso es lo de menos ahora. Creo que lo que importa eres tú, no te quiero aconsejar, sólo quiero decirte que cuentes conmigo para lo que sea, estaré a tu lado pase lo que pase.
- Gracias Mary.           
Al instante todas abrazaron a Greta, apoyando el compromiso que le hice a mí amiga. Ella derramó un par de lágrimas mientras decía; “No he podido evitarlo, me he enamorado. Es la segunda vez que siento este profundo desasosiego que me lleva hasta él, esa sensación de nerviosismo y ansiedad cuando le veo, esa necesidad de tocarle, de revolcarme con él, de lamer su cuerpo, de abrazarme a él… Hacía tanto tiempo que no sentía nada parecido”.
De repente del tejado Saltaron unos cinco hombres de negro al jardín, llevaban caretas de calaveras  para que no se les pudiera ver la cara; mientras las chicas atónitas, empezaron a chillar.
- Todo el mundo al suelo- gritó el cabecilla.
Greta se quedó paralizada, y el único que hablaba, lanzó un empujón hacia la dama, mientras le chillaba: - Que te eches, ¡hostias!.
- Bueno lindas damiselas, no os pasará nada si colaboráis y os estáis quietecitas- recalcó mientras acariciaba un pistolón enorme.
Mientras tanto  dos de los asaltantes sacaron cuerdas y cinta aislante gruesa para taparnos la boca, y nos amarraron  piernas y manos, menos a Greta que la dejaron suelta. Ella preguntó… por qué, y el cabecilla respondió que ella iría con ellos.
- ¿Adonde me llevan?, preguntó Greta.
- Calla puta, aquí las preguntas las hago yo, recalcó el bandido.
A Greta esa voz, ese tono, le recordaba a alguien, pero no podía precisar quién era.
Una vez atadas todas, a Greta le pusieron un pañuelo en la cabeza y la cogieron para llevársela. Ella empezó a forcejear y se tiro al suelo.
- No me puedo ir, ahora no, tengo que despedirme de alguien.
Logró salir corriendo hacia la casa, mientras el jefe de los secuestradores disparaba al aire varios tiros con su pistola.
- Sois unos inútiles, iré yo mismo a por ella.
- El mandamás, corrió hacia la casa, entró en la estancia por la cocina. Buscó por todas partes pero no encontró rastro  alguno de Greta. 
El bandido enfurecido volvió al jardín y cogió de los pelos a Vanesa.
- !Escucha!: Más vale que salgas, si no sales mataré a tú amiga.
A Vanesa se le escapó el "pis" mientras temblaba ante la presión de la pistola en la cabeza.
De repente el sicario se desplomó en el suelo, fulminado ante un tiro procedente de la terraza de enfrente. Greta había cogido el móvil, se ocultó en un pasadizo que Mary le había mostrado en la  biblioteca de la casa, y había avisado desde allí a la policía. 
Los cuatro hombres que quedaron con vida intentaron huir, pero la policía los detuvo en 15 segundos.
Greta salió del pasadizo y se abrazó a sus amigas. Mientras tanto el comisario le quitaba la careta al secuestrador. Greta, dando un salto súbito, se lanzó literalmente encima de él, y empezó a llorar; no existía el consuelo para esta mujer. Nadie entendía su conducta.
El comisario le preguntaba insistentemente:
- ¿Le conoce?, ¿Sabe quién es?....
Greta envuelta en lágrimas respondió con tono triste y melancólico:
- ¡Le conozco comisario!, creí que era mi amor, ¡lloro por mí!.

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