martes, 7 de abril de 2020

DIMENSIÓN BIOÉTICA DEL CUIDADO DE LOS MÁS DÉBILES Y DE LOS CUIDADORES EN LA PANDEMIA DE COVID-19 EN ESPAÑA.


 Umberto Eco afirma que:  “ la dimensión ética empieza cuando entra en escena el otro. Toda ley moral o jurídica regula relaciones interpersonales1”. La presencia del otro, la mirada del otro, el encuentro con el otro, el rostro del otro, la huella del otro, en palabras de Levina; ese rostro que no se ve, se escucha. Esta presencia  provoca una demanda, y surge la ética1.

En este encuentro fundamentalmente motivado por lo emocional y la capacidad de compasión, se establece esa alianza terapéutica, basada en la búsqueda del bien del residente, con el residente; y estableciendo un tipo de relación denominada "relación de ayuda", basada en la unicidad, autenticidad, y valoración incondicional positiva, siguiendo el modelo humanista de Carl Rogers: 

- Unicidad; Cada ser humano es único e irrepetible. 
- Autenticidad: El encuentro entre el cuidador y el cuidado,     es un encuentro entre dos seres humanos, a la misma  
altura, dejando a un lado el poder que nos otorga una profesión. 
- Valoración incondicional positiva: No estamos para juzgar, estamos para cuidar y acompañar al necesitado.

En este contexto, la actual epidemia de COVID- 19 en residencias, nos da la oportunidad de colocar al residente en el centro de la atención, reconocer  a la persona independientemente de su estado con esa dignidad ontológica que posee por el hecho de pertenecer al género humano, independientemente de la dignidad moral, o capacidad de obrar. 

En este sentido conviene no olvidar el principio de  justicia y subsidiaridad; por el que se debe otorgar a cada uno lo que le corresponde, y en una sociedad justa y solidaria atender a las necesidades de los más frágiles; con independencia de su capacidad de obrar. En este sentido no tiene ninguna fundamentación moral incluir criterios de Edad y discapacidad en los protocolos de asignación de recursos sanitarios. Una sociedad que margina por razón de edad, funcionalidad, o utilidad social, es una sociedad injusta, insolidaria, y sectaria. 

Otro elemento que surgirá en la relación de ayuda es la compasión;  un sentimiento dirigido a eliminar el sufrimiento, y a producir bienestar en quien sufre.

La compasión parte del concepto de fragilidad. En el cuidado de la persona mayor nos vamos a encontrar con situaciones de vulnerabilidad, en las que el sentimiento de compasión, estimula nuestra red emocional para desarrollar de forma virtuosa la  relación de ayuda, donde  se potencia la autonomía de la persona. 

Encontrar el gusto en hacer las cosas bien, es  fruto de la virtud que estimula a seguir procediendo del mismo modo.La compasión nos conduce al acto virtuoso, que depende de las personas virtuosas. Tales personas son capaces de regular las emociones, hasta el punto donde el “yo” tome el control, y desde ahí buscar el bien de la persona mayor.

  La ética del cuidado en la Pandemia COVID-19: El cuidado ético involucra la interacción y el contacto moral entre  dos personas, donde  media una solicitud. La ética del cuidado surge como una responsabilidad hacia los otros…La moralidad como compromiso deriva precisamente de la certeza de que el bienestar, e incluso la supervivencia, requiere algo más que autonomía y justicia: el reconocimiento y el cumplimiento de derechos y deberes2

  La responsabilidad moral de los profesionales que trabajamos en  residencias de mayores, especialmente en épocas de crisis como esta, consiste en mantener la fidelidad al residente firmada con la relación de ayuda, y luchar por sus derechos como persona, basados en el respeto de su dignidad, el derecho a la vida, y el ejercicio de su libertad, aunque no tuvieran capacidad para ejercerlos. Esta defensa de la dignidad pasa a cuidar de sus deseos, de ser atendidos cuando puedan ser salvados sin discriminación, de mantener sus lazos afectivos con sus familias, y con sus seres queridos, de mitigar el sufrimiento y el dolor físico, psíquico y espiritual, y en definitiva somos responsables en gran medida de su calidad de vida, y en época de crisis aún más
       
  El ejercicio moral de los profesionales de residencias debe basarse en, promover la vida y la dignidad de la persona, buscando su bienestar en un beneficio de mutuo desarrollo. Para Gilligan, la ética del cuidado es una responsabilidad social, donde buscamos el bienestar de la persona. 
     Esta autora apuesta por el cuidado y el deseo de bienestar del otro, por la benevolencia como matriz de las relaciones sociales y del juicio ético. Se trata de un encuentro donde la persona a la que cuidamos sea reconocida en su particularidad, como ser único, libre, con todos los derechos y deberes que tiene cualquier ser humano2. Es un derecho como ciudadanos. Ser mayor, dependiente, discapacitado, y enfermo, no te quita el título de persona, ni te hace tener menos  derechos que el resto de los contribuyentes.

  El Rostro del otro: Un concepto interesante en la relación de ayuda es el que introduce Lévinas: “visionar un rostro conocido o anónimo, significa escudriñar el sentido ético que lo configura...El rostro está desnudo como la voluptuosidad encarnada de los amantes, conmueve o incomoda, pero principalmente permite al hombre abandonar su subjetividad para hablar de epifanía*, para significarse como manifestación para el otro…El otro hace que mi conciencia se conmueva, suscitando en el hombre la justicia conducida por la bondad humana3.”
     
  Cuando el rostro del residente necesitado se fija en las pupilas del cuidador, aparece la experiencia ética como instrumento emocional proyectado en forma de dolor, sufrimiento, amor, esperanza, alegría, es donde surge la bioética emocional; aquella que propone la gestión de las emociones propias y ajenas en la toma de decisiones morales. 

 No se puede establecer una relación de ayuda sin sentimientos, son los sentimientos los que conducen a las obligaciones morales, al deber positivo especial que tienen los profesionales sanitarios de atender al Residente con necesidades, incluso con el riesgo que supone enfrentarse a enfermedades contagiosas como la del COVID-19. 

      Desde un punto de vista moral;  el profesional sanitario tiene la obligación de atender a sus residentes, y la sociedad, los políticos, y  la administración en general  debe proteger a los trabajadores sanitarios de forma prioritaria; como agentes encargados de salvar vidas en esta pandemia.
  
     La organización mundial de la salud (OMS), en sus recomendaciones éticas en epidemias; aboga por basar las decisiones en epidemias en la utilidad y equidad: puede ser ético priorizar a las personas con un valor social en la lucha contra la epidemia. (WHO, 2016).

   Cuidar del que cuida también es una obligación moral de la sociedad. La sociedad Española, emite gestos solidarios durante esta pandemia;  como los aplausos de las 20 horas  como reconocimiento a los profesionales sanitarios, pero necesitamos pruebas tangibles por parte de los políticos y de la sociedad en general de este reconocimiento: recursos materiales suficientes para no enfermar, pruebas suficientes, tratamientos cuando sean necesarios, camas de UCI para recuperar al sanitario, etc. 

   La lucha de los que se dejan la piel para cuidar de los más débiles, tiene que reflejarse en algún tipo de reciprocidad en forma de reconocimiento social, económico, y de protección. 
      
   Para terminar; desde estos espacios bioéticos, me gustaría  abogar por una propuesta de relación de ayuda donde el mayor y el discapacitado sea reconocido con todos sus derechos como cualquier ciudadano, y por una sociedad cuide, y proteja a la persona que ejerza el cuidado en el ámbito sanitario y/o social.  


     Este artículo, está dedicado a todos los sanitarios, que han fallecido durante la pandemia de COVID-19, ejerciendo su profesión. 


           * Epifanía: manifestación, aparición.



BIBLIOGRAFÍA
1.  Cruces, M. G. A. (2008). La persona como eje fundamental del paradigma humanista. Acta Universitaria, 18(Esp), 33-40.
2.  Alvarado García, A. (2004). La ética del cuidado. Aquichan, 4(1), 30-39.
3.  Millán-Atenciano, M. Á., & Tomás, G. M. (2013). Persona y rostro, principios constitutivos
4.World Heath Organización. Guidance for Managing Etical Issues in Infectious Disease Outbreaks. Geneva: WHO, 2016. Google scholar.



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