lunes, 22 de agosto de 2011

¡HABEMUS PAPA!



Quién puede pasar indiferente ante el JMJ. Se puede ser creyente, ateo, agnóstico, pero a nadie se le escapa la enorme capacidad de liderazgo del Papa Benedicto XVI. Vivimos tiempos difíciles; de crisis económica, de crisis de valores, de abundancia de demagogos, y en este contexto nos encontramos con un líder admirado, respetado, y venerado que ha sido capaz de movilizar a más de un millón y medio de jóvenes educados, alegres, rebosantes de esperanza, porque si hay algo que caracteriza a los grandes líderes es la capacidad de: “transmitir esperanza”.

Corren tiempos difíciles, donde las sociedades modernas cultivan el culto  al consumo, y donde los templos del siglo XXI son los centros comerciales, pero no sólo como sustitutos de las iglesias, sino también como sucedáneo de la cultura. Freud, definía los templos como espacios contenedores de ansiedad, donde la población  acudía en busca de respuestas ante el vacío que supone la incertidumbre de los grandes temas; amor, dolor, muerte, etc. Hasta que llegó el Papa pensé que el sentido de la vida las sociedades modernas  lo habían encontrado en el acto de consumir, en esta semana me he dado cuenta que existen alternativas  que  “la juventud del papa ha ofertado un estilo de vida nuevo  a la sociedad”.
 Los estudiosos de la felicidad proponen dos fuentes  principales de esta:
1.  La propiciada por  la obtención instantánea de placer.
2.  La elaboración de un proyecto de vida, que más que la búsqueda de un estímulo que produzca placer, trabaje con el diseño de un camino de pequeñas cosas que dirijan tú vida.
Estos días recordé a Victor. Frank, psiquiatra fundador de la logoterapia, superviviente de un  campo de exterminio nazi. Este autor en su obra: “El Hombre en busca de sentido” decía:
Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias”. Las circunstancias que estamos viviendo no son buenas en nuestro país ni en el mundo en general, pero la actitud de este millón y medio de jóvenes, ha sido un ejemplo de cómo se puede hacer de una crisis una oportunidad, de dar gracias por estar vivos, por creer en unos valores  que den sentido a la vida, como proponía V. Frank: de búsqueda del sentido de la vida.
Los episodios críticos con respecto a la visita del Papa,  no aguantan cualquier análisis racional: Han sido unas jornadas autofinanciadas, y la cesión de seguridad e instalaciones por parte del estado han sido superadas con creces por el  reintegro económico, publicitario en todo el mundo,  y de animación sociocultural de un Madrid en vacaciones.
Sólo un anticlericalismo nostálgico que  ha vuelto a aparecer en España en los últimos ocho años, ha querido empañar el tremendo triunfo del liderazgo del  Santo Padre. Viendo las manifestaciones violentas  en contra del JMJ,  en las que algunos que amparados en el anonimato argumentaban que La juventud del Papa iba provocando; me acordaba de una anécdota que contaba Buñuel en  nuestra segunda república, en la que dos anarquistas que caminaban por la gran vía se cruzaron a la otra cera al ver a unos curas con sotana para insultarlos y agredirlos recriminándoles que iban provocando.
Me pregunto yo si en esta España en la que ya las heridas estaban cerradas, se han abierto de nuevo, me pregunto si ir alegre por la calle representando tus valores y creencias es una provocación.
Hace ochenta años el olor a paja, a polvo mojado, el sonido de las carretas, y el miedo al hambre y a la guerra era el pulso palpable de una España en plena revolución económica y social: Hambruna, analfabetismo, bocas sin dientes, muerte en las ciudades por llevar una camisa azul, o por ser de la UGT, circulaba en la cotidianidad de los años 30, donde el tiempo era espera, espera para conseguir una sociedad más justa: ¿Justa por tener derecho a agredir y matar por creencias e ideologías?, ¿Justa por matar al que tiene más, para que el otro se sienta mejor?: Justa, justa, Justa; ¿Qué es la justicia?: ¿Una visión subjetiva del que juzga?, una versión personal que otorga derechos y en ocasiones castiga y anula las voluntades del que es diferente. Pero es el tiempo el que otorga verdades, e imprime relativismo al fanatismo ideológico.
El observador calmado es capaz de advertir en los acontecimientos una relación causal del comportamiento humano: El miedo, la ira, el desagrado, son empaques emocionales que tiñen el paso del tiempo de un color determinado:
El que asustado corre, o el que enfadado insulta, el que asqueado evita,  son los filtros que inyectan en el “Homo Sapiens”, los recursos antropológicos que hicieron a la especie humana sobrevivir en un entorno hostil, donde sólo el más fuerte, el más hábil, el más precavido, y el más inteligente sobrevivía. Desde entonces la herencia de las emociones ha marcado la historia de la humanidad entera.
Pero en el caso que nos ocupa  probablemente se hallan mezclado una serie de circunstancias que hagan que s fluya esta violencia: La alimentación política de reavivar las llamas del odio, la envidia por ocupar un espacio a sectores marginales de izquierdas y del 15M, la aparición del  antisistema que se apunta a todo lo que sea destruir y desestabilizar a la sociedad y al estado.
Como  antítesis de la actitud empática que han tenido los del JMJ con sus violentos detractores, conviene hablar de la envidia, que procede del latín Invidere, que significa mirar de reojo. Y se define como tristeza por el bien ajeno o alegría ante el mal del otro. La envidia  para el psiquiatra Enrique Rojas se combate: “copiando lo que ves de positivo en los otros, Se pueden dar dos tipos de procesos de aprendizaje: Por similitud tomando como referencia al maestro, y por contraste cuando nos damos cuenta de lo que no queremos ser”.
Estoy completamente seguro que la mayor parte de la sociedad quiere seguir con la esperanza de obtener un mundo mejor a través del amor al prójimo y el respeto a los que no piensan como nosotros, y desde luego no queremos ser un grupo de intolerantes destroza ciudades que no sabemos quiénes son, que no tienen una cabeza visible, y que en una sociedad democrática como la nuestra tienen la posibilidad de crear un partido político que defienda sus ideas y sus valores.
Puede que el miedo a enfrentarse con un liderazgo como el demostrado en el JMJ de Benedicto XVI, basado en el respeto y en la libertad como resultado del amor a los demás, produzca angustia en estos grupos, y el miedo intenso todos sabemos que paraliza.
Se ha abierto una era de esperanza, de recuperación de líderes carismáticos, y desde luego el JMJ, es el resultado más evidente de todo esto; y en palabras del propio Benedicto XVI: “Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe no tiene nada que decir a los hombres de hoy".

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