jueves, 4 de agosto de 2011

AMOR Y RELACIONES TORTUOSAS


VIGELAND OSLO

Me llamó la atención el nivel de violencia que se puede generar en determinadas relaciones amorosas. No cabe duda que el intento de posesión de la pareja transforma al sujeto en un objeto de deseo de control; en cualquier caso me recuerda a las rabietas de la infancia, cuando al no conseguir los caprichos, el niño formula una estrepitosa llamada de atención hacia la madre, el padre o ambos. En esta posición el ceder ante esta conducta la instala en el bagage y  aprendizaje del niño; no olvidemos que una conducta se repite cuando tiene éxito.

En mi opinión, en este tipo de relaciones, se busca mantener la atención de la amada/o a cualquier precio, aunque sea a base de conductas poco maduras. Por ejemplo, es común provocar celos para focalizar la atención de la pareja: Consiguen entonces que, a pesar de los reproches de la misma su atención se centre en esa persona. 

Es común mostrar a modo de trofeo mensajes, fotos, mails, en los que se ensalza "al amado que tiene esta conducta", para provocar un conflicto, que a pesar de generar emociones negativas que provocan conductas de agresividad verbal y/o física, tienene el efecto de la satisfación de conseguir la atención de la pareja. 

Son conductas poco maduras, pero probablemente tengan una conexión directa con la relación afectiva mantenida con la madre. La madre o el padre. Con mucha frecuencia el vínculo hijo-madre, establece este tipo de relaciones amor-odio, en las que la madre es buena cuando me produce placer y mala cuando no lo hace. Son conductas muy primarias pero que ocupan el cimiento psicológico del ser humano, y que pueden manifestarse en el "modus operandi", de muchas parejas:  El ser humano busca el placer y evita el dolor, y  desde luego el reconocimiento personal no deja de ser una fuente de placer que alimenta el ego y realza la autoestima.

En este caso podemos encontrarnos con un complejo edípico no resuelto en el que la madre siempre está presente. Una madre que no ha roto el vínculo de control sobre el hijo, y el propio hijo no ha superado ese complejo edípico, es un coctel muy bien aderezado para el desarrollo de conflictos en la pareja. Este conflicto no resuelto puede verse amortiguado si la pareja es capaz de ocupar el papel de la madre, sustituye a la madre,  y de algún modo la madre acepta la figura de la esposa como sucursal de ella misma. En este caso el conflicto puede estar larvado.

Pero si esta madre que continuamente opta por la ingerencia en la vida de su hijo, y el hijo  reclama la dirección de su vida por parte de su madre, ante la inexistencia de una sustituta materna aceptada por ambos, el conflicto está servido.

Por tanto estamos ante un problema de falta de autonomía, falta de madurez, y de evolución psicológica disfuncional.

Volviendo a la violencia, creo esta se instala en este tipo de parejas como sistema de comunicación afectivo, pero que a su vez genera unos profundos sentimientos de frustración, pues no es un buen camino de búsqueda de la felicidad.

Combinado con esta situación previa podemos encontrarnos con un varón afectado del denominado: "Síndrome de simón": Se trata de un hombre de 28  a 40 años, soltero o separado que pasa por soltero, emocionalmente inmaduro, que está obsesionado por el éxito de modo que es capaz de sacrificar su vida por un ascenso en su estatus y conseguir una posición económica adecuada. En este contexto es muy probable que aflore un potente narcisismo que descansa sobre la necesidad de ser reconocido por su entorno. Este tipo de personas tienden a descalificar con arrogancia a los demás.

Por tanto un varón con Síndrome de Simón, con una dependencia edípica de la madre,  es un caso de complejidad superior: ¿Cómo rompermos la dependencia de la madre?, ¿Cómo relativizamos el éxito como valor probablemente impuesto por la madre?:

En primer lugar es necesario que el sujeto sea consciente de esta realidad, y en segunda instancia deberemos trabajar sobre los pensamientos que sustentan esta conducta, y que son fuentes de tanta infelicidad y frustración para el sujeto.

Recomiendo el mátodo Socrático: 
1. Localizar un pensamiento que me cause inconvenientes (No se trata de eliminarlo, sino de fundamentarlo).
2. Poned en duda ese pensamiento, estableciendo excepciones.
3. Haced una lista con los elementos, hechos, conceptos que contradicen mi afirmación inicial.
4. Reajustar, modelar, modificar, el contenido del pensamiento
5. Repetir el proceso mejorando los conceptos, para que el pensamiento se ajuste lo más posible a la realidad.

 
PUEDE QUE ESTE MÉTODO CONFIRME TÚ HIPÓTESIS, PUES BIEN LO QUE ES ES Y CONVIENE ACEPTARLO Y NO AUTOENGAÑARSE.

No obstante y como elemento de partida, siempre es una buena compañera de viaje la aceptación como mecanismo adaptativo, de lo que mi experiencia me ha dicho que no puedo cambiar.
Y sobre todo partir con la misión vital de:

"Vivir como si este fuera el último día de tú vida, y aprender como si fueras a vivir para siempre".

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