jueves, 11 de agosto de 2011

ENCUENTRO CON MI RIÑON IZQUIERDO

Un día te levantas, te encuentras mal: angustia, diarrea, dolor irresistible, y resulta que te acuerdas que tienes un órgano que se llama riñón que se queja de una piedra:
Atardecer en Lanzarote Febrero 2011

Era un Domingo caluroso, y acababa de dejar a un amigo  en la estación porque se iba de viaje. Aunque casi a la fuerza me llevan a urgencias del hospital:
Lo primero que provoca el dolor es  una sensación de minusvalía física para poder tomar deciciones, y dejas que los demás las tomen por ti. 
En segundo lugar el dolor te situa en un estado de percepción diferente, vinculado al sufrimiento que te hace ver las cosas de una forma especial. Las miradas de compasión, los olores, la indiferencia en la que nos colocamos los profesionales de la salud, te hace reflexionar de forma muy sesgada pues te encuentras en una situación de secuestro doloroso.
El dolor hace que el tiempo sea más lento, que los segundos sean minutos, y que los minutos se transformen en horas, y mientras tanto como la prioridad que me dieron de mi urgencia era moderada, y eso que la valoración me la hizo un compañero que me conocía de un congreso, tuve que esperar unos cuarenta minutos a que calmaran mis discrepancias con mi riñon izquierdo. 
Mientras tanto, percibía  el estatus de superioridad en el que nos movemos los profesionales sanitarios cuando la vida, y los cuidados de nuestros clientes dependen de nosotros.
Es la sensación de dependencia de ellos, la que sitúa al paciente en un estatus de sumisión para conseguir rápidos y mejores resultados. No me trataron mal, me trataron bien, más al saber que era compañero de la Comunidad de Madrid, pero note una frialdad preventiva a modo de barrera psicológica que no la necesitaba en ese momento. Me dí cuenta que yo  mismo  recomiendo a mis alumnos esa barrera, para evitar colapsos emocionales ante circunstancias indeseables de  nuestros clientes. A veces lo que enseñanos no hay que llevarlo al  extremo, y sobre todo sufrirlo en nuestras propias carnes para poder recomendarlo,;después de está experiencia matizaré mucho más mis enseñanzas.
Bueno, por fin me llegó la hora: Me tuvieron que pinchar dos veces en la vena, eso que las tengo buenas, pero es el síndrome del recomendado. Me pusieron varios calmantes, me sacaron sangre, me hicieron una radiografía, etc.
Posteriormente, lo que más recuerdo además del inmenso placer al no sentir dolor, es un intenso frío que me  provocó una tiritona muy desagradable. A todos los pacientes que estábamos allí, nos tuvieron que cubrir  con sábanas pues era insoportable. Llamaron a los de mantenimiento y dijeron que no podían hacer nada. Esta situación también me sonaba pues los de mantenimiento siempre dicen lo mismo con el frío y con el calor. Nunca llegaré a entender la dificultad en regular   de forma adecuada la temperatura de una planta.
Muerto de frío y esperando a que me dieran el alta, oí voces que me resultaban familiares, ví como una silla de ruedas se acercaba por el pasillo de urgencias con el cuerpo del anterior alcalde de mi pueblo con una pierna "tiesa e inflamada", pensé entonces en que la máxima expresión  de la democracia se dá con  la ausencia de la salud, pues seas Alcalde, Príncipe, o Mendigo si te toca te ha tocado.
Me dí cuenta que un requisito básico  para ser feliz es la ausencia de dolor, pues cuando este cedió  sentí una paz interior, y una tranquilidad espiritual, que me hizo recordar a los "Estoícos de la filosofía Griega": 
Para los Estoicos la felicidad consiste en la "Ataraxia" o tranquilidad del alma, y esta se alcanza por la práctica de la virtud. Cuando alguien consigue dominar aquello que le viene del exterior y controla sus propias pulsiones, entonces puede decirse que vive tranquilo, en paz consigo mismo. Para los Estoicos en el alma domina la parte racional. Pues bien; salvando las distancias sentí lo que era la Ataraxia, sentí que era el momento de relativizar aún más las cosas, de saborear más  intensamente las pequeñas cosas que probablemente sean las grandes cosas de la vida; una mirada, un beso, un buen paseo, un  amanecer, un abrazo, una conversación interesante, etc.
Para esta escuela filosófica de los Estoicos, que nace en el 301 a.c, nada ocurre porque si,  todo sucede de forma necesaria: Me pregunto si esta experiencia dolorosa era necesaria para aprender algo: ¿Sería este estímulo desagradable que he pasado durante cuatro días un aviso para hacer una inflexión en mi vida?:
Me llené de relativismo, en el sentido de pensar que perdemos el tiempo en cosas sin importancia y se nos pasa la vida sin disfrutar del tiempo presente. Me dí cuenta que la felicidad depende del ahora, de este instante; Si vives atormentado por tú pasado, y proyectas tú energía en el miedo al futuro, anulas el presente. 
Me pregunté si daba a las cosas su justo valor; y en este estado de buenismo inducido, me dí cuenta que muchas veces magnificamos las cosas negativas, la cuestión es si esto me importará dentro de un año, y en la mayoría de los casos la repuesta es que probablemente ya ni me acordaré de ello, es por eso que a partir de ahora me importarán menos cosas.
También me dí cuenta que la felicidad es una cuestión más interna que externa; la felicidad depende de cómo interpretemos el mundo, ante mi ausencia de dolor el mundo me parece maravilloso. La interpretación que hacemos de la realidad es lo que nos hace más o menos felices, por eso a partir de ahora, intentaré interpretar las cosas en formato más positivo.
Todo esto me llevó a cuestionar mis propias convicciones y discusiones; y me dí cuenta que era el ego el que dirige la mayor parte de las discusiones y no la búsqueda de la verdad. Sobre todo las discusiones  conyugales alteran intensamente la convivencia y sólo conducen a encender rencores innecesarios. A partir de ahora evitaré aún más las discusiones.
Esta pequeña, pero intensa experiencia me ha ayudado a evolucionar: "Necesitamos disfrutar del presente, aprender de la experiencia cada día, responsabilizarnos sin atormentarnos de nuestros actos, pedir perdón a quien hemos hecho daño, ponernos al lado y en el lugar de la gente en lugar de juzgarla, y no dar demasiada importancia a las cosas".

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