viernes, 5 de agosto de 2011

EL SÍNDROME DE LA SIRENITA



Ante un frescor matutino refrescante e inspirador comenzamos a correr por el gran jardín. Hoy no tocaba hablar de política, tocaba hablar de emociones:
La Sirenita en Copenhague
- ¿Crisis de valores?: “Hoy existe una falta de respeto a las figuras de autoridad, los padres, los maestros, los abuelos, no son los depositarios del conocimiento y la cultura”.  El tesoro cultural para la juventud y adolescencia, está en el dominio de la tecnología, y es internet el gran monasterio donde está depositado todo lo que necesita saber la humanidad, por eso la escuela, los padres, los abuelos, son instituciones desfasadas, que no son capaces de enseñarme lo que necesito saber en la vida.”
-  Internet es la  libertad total”-, dijo mi amigo ante la parrafada derrotista que le había lanzado, - “Uno se sienta en el ordenador y es capaz de comunicarse,  viajar, de comprar, y  el verdadero reto de la familia y la escuela es introducirse en este sistema tecnológico y educar en la gestión de las emociones, y ser capaces de transmitir una serie de valores innegociables que descansaran en el cimiento del bagaje de esa persona”.
Se produjo un breve silencio, y volví a un tema que me obsesionaba motivo de mi último artículo: “ Amor y Relaciones Tortuosas”:
- “Fíjate; cambiando de tercio: Algunas personas cercanas a mi  tienen una obsesión imparable con el éxito profesional. Me he dado cuenta que esta tendencia vital procedía de sus padres, quienes sólo les demostraban amor, cuando tenían éxito. Aprendieron a equiparar éxito con sentirse amados. Los varones, en concreto hemos aprendido que el éxito material y profesional es lo que atrae a las mujeres. Muchas mujeres han sido condicionadas a que su felicidad dependa de sentirse bellas y deseadas, en cualquiera de los dos casos si esto falla aparece una tremenda frustración. Creo que el verdadero reto de la educación de los padres e incluso de la escuela es enseñar a  valorar a las personas por lo que son y no por lo que tienen  o por el éxito que han tenido”.
Pensaba mi amigo mientras subía el ritmo de la carrera, en lo que suponía liberarse del anhelo del éxito, y de cambiar los propios valores e ideas que tenemos al respecto.
- “Pero claro, ante esa tesitura que tú planteas, habría que cambiar el modelo de sociedad en la que estamos viviendo, en la que se nos educa para triunfar, para competir, para en definitiva, tener más que para ser. También es importante tener ambición por conseguir determinadas metas en la vida, si uno se instala en el conformismo nunca llega a nada”
Mientras empezaba a sudar, me di cuenta que sería duro rebatir la aseveración anteriormente descrita, pues vivimos en una sociedad competitiva que todo se mide por lo que tenemos, más que por nuestra evolución personal, pero no tuve más remedio que defender mi tesis, aunque sólo fuera por demostrar coherencia, y utilice una posición de gano-ganas, en parte de doy la razón, pero por otro lado defiendo mi postura.
- “Hombre, hay que tener metas como parte de un camino que tiene diferentes encrucijadas, pero sin olvidar que la meta puede cambiar según el camino y  que no sea la meta la que condicione nuestra vida. Quiero decir que, si el éxito, la belleza, la fama, te obsesiona, vivirás alienado por llegar a ella aunque tengas que dejar en el camino la felicidad. En definitiva, querido amigo, la vida es como esta carrera que estamos haciendo; probablemente el mayor disfrute está en el camino y no en llegar antes o después a la meta, pues si nos obsesiona llegar cuanto antes, puede que tengamos que parar a la mitad. ”
Parece que llegamos a un punto de encuentro en este tema. Había que sacar otro tema que complementara el anterior para evitar el silencio:  
“Qué importante es el entorno y las personas de las que te rodeas, saber que tienes a alguien que te puede aconsejar en lo que debes o no debes hacer, es muy recomendable, pues hace que no te sientas solo. Yo me he sentido solo muchas veces, a pesar de estar rodeado de gente; la sensación de soledad es terrible, la sensación de estar solo ante una multitud es casi peor que estar físicamente solo”.
Pensé en cómo enfocar lo que me planteaba mi compañero de carrera: ¿La soledad como aislamiento que produce angustia y tristeza?, ¿La compañía como generador de dependencia extrema?, ¿La falta de autonomía por depender de los demás?. Como me obsesionaba el tema de mi artículo de “Amor y  Relaciones Tortuosas”, y el caso que había planteado de un individuo con complejo de Edipo sin resolver, y la relación patológica con su madre, decidí hablar de la autonomía del ser humano, como aspecto deseable en la madurez.
“Hombre todo llevado al extremo puede convertirse en una soga al cuello. Es importante no sentirse solo, pero al final somos nosotros los que debemos decidir cuál debe ser nuestro proyecto y actitud vital. En el caso que  te comentaba en el artículo de mi blog; el sujeto necesita para poder ordenar sus ideas, ordenar sus emociones, y tomar sus decisiones a su madre, en una situación de dependencia total. Adquirir la madurez y crecer emocionalmente es ganar autonomía; saber que al final somos nosotros los responsables de nuestra conducta, de nuestros pensamientos que a su vez condicionan nuestras emociones, y también somos responsables de  elegir a las personas y el tipo de relaciones que queremos establecer con ellas, sin olvidar que esas personas que escogemos no somos  nosotros mismos, y que es recomendable  que alguien te  acompañe en el camino de la vida, pero sin pisarte y sin dejarnos llevar acuestas, somos nosotros los que hacemos el camino”.
A mi amigo le hizo pensar esta reflexión, y me resulto raro que en principio me diera la razón, sabía que antes o después  arrojaría un “Pero”:
“Claro, pero esto en la sociedad se ve como egoísmo. Una persona que sólo se mira a si mismo, que no necesita a los demás, que la vida la realiza sin necesidad de nadie”.
No le dejé terminar, pues vi que me había explicado mal, y lo estaba llevando por el lado contrario de mi intención original.
“No es esa la idea, la idea es de un ser social que necesita a los demás, ningún hombre es una isla, pero  autónomo en la gestión de sus propios pensamientos, emociones, y por tanto conductas y decisiones, pero no sólo autónomo, sino también responsable de todo ello”. “La autonomía también implica responsabilidad, pero esto no es incompatible con la empatía, con la solidaridad, con el amor  y el respeto a los demás, pero sin olvidar que al final somos nosotros los dueños y responsables de nuestra vida”.
Terminamos la carrera y fuimos a tomar un café al  templo: Pudimos comentar algunas noticias como la toma de las instituciones por Bildu, el amor de la Duquesa de Alba y Alfonso, que yo califiqué, probablemente injustamente de esperpéntico. A  mi amigo le hizo reír, mí provocación  en la que defendía que dada la situación económica y política, deberíamos dejar temporalmente el gobierno de España en manos del Rey . Bueno era una provocación más para sacar su espíritu republicano y socialdemócrata.
Al final de la jornada; la conclusión era clara; un relativismo moral hacía que valoráramos en su justa medida la educación de los hijos, los valores educativos, la soledad, la dependencia, la autonomía, conceptos con los que cada uno debe elaborar su fórmula para su propia felicidad, que no será válida para otro ser humano, pero que mientras le sirva a él, lo demás es demagogia.

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