viernes, 9 de diciembre de 2011

EN BUSCA DEL ORDEN EN BERLÍN I.


El recorrido histórico que realiza el viajero cuando se ve embarcado en un viaje; es la distancia, la asepsia, la salida del espíritu tras la calma que supone el parón de su vida diaria. Observa los acontecimientos con otro ritmo, con otro color, con otro clima, con otra mirada; uno viaja y se aleja por el espacio y el tiempo de uno mismo; se auto-explora, se juzga, se arrepiente, se resetea, pone el contador a cero. No paro de justificar este asunto con una frase cuasi divina que no dejo  de repetir: “El hombre es un animal permanentemente insatisfecho”. Como decía Goebbels: “Repite trescientas veces una mentira y se convertirá en una verdad”, no sé  si  este es el caso, pero una visión más ponderada es que probablemente el hombre se mueva entre la aceptación de determinados dogmas incrustados en su materia gris, y que su cambio produciría una cierta catarsis en ese individuo, los datos nuevos que cambian la concepción del mundo que tiene ese individuo, la aceptación como mecanismo adaptativo ante la asunción de determinados acontecimientos inmodificables o que no estamos dispuestos a cambiar: el envejecimiento, que nos dejen de amar, y finalmente la lucha por nuestro proyecto de vida; más elaborado, menos elaborado, más nihilista, más ilusionante, pero todos precisamos un proyecto de vida para poder dibujar un horizonte sobre el que navegar, con rumbo fijo pero con la suficiente capacidad de maniobra para poder reorientar el viaje y la suficiente fuerza para enfrentarse a las más terribles tempestades.
Pero volviendo al viajero, se enfrenta a la búsqueda de esa meditación que proporciona la salida del terruño; pero el viajero más que cambiar de espacio físico, cambia de espacio mental, engañamos a la mente con la distancia y el movimiento del viaje, y es entonces cuando abrimos una ventana a la percepción de estímulos nuevos, a veces antagónicos a nuestras creencias y valores, y esto aunque puede afectar a la línea de flotación de nuestra estructura mental y nuestro pensamiento, sólo una visión cartesiana apostando por la duda como principio del conocimiento le obliga a revisar sus ideas, pensamientos, y creencias. Los viajes nos hacen dudar, nos sacan del cascarón etnocentrista que nos impone la cultura, y nos aparece < siempre que el viajero acuda sin mochila llena de prejuicios e ideas preconcebidas> el espíritu del antropólogo en el que predomina el relativismo cultural.
Me encontré en este viaje con la tía Pilarín; el azar a veces te lleva a la esencia. La Tía Pilarín es una prima del padre de mi mujer; a veces los viajes tienen estas cosas, te posibilitan el encuentro casual con tus raíces , tus genes, tú historia: Porque, ¿Qué seríamos los seres humanos sin historia, sin recuerdos, sin cultura, sin memoria?. Muchas veces me he preguntado qué seríamos sin este equipaje: ¿No existiría maldad en el mundo?¿No existiría el rencor?; pero no habría evolución ni avance científico, ni cultural; estaríamos permanentemente auto-inventándonos y replicando errores.
La memoria es el legado que deja la experiencia, aunque la memoria es caprichosa; proporciona a los hechos un carácter subjetivo que deforma la realidad en mayor o en menor medida, y hace del recuerdo una foto retocada, manipulada, redibujada en función de nuestros intereses, expectativas, percepción selectiva de datos, impacto emocional de los acontecimientos; en definitiva es el recuerdo que hemos adornado y vestido para la ocasión, aquel que nos enseña y nos deja la impronta pasada por nuestras entrañas, nuestros deseos, nuestras emociones.
Recordar por tanto es avivar una llama que queda en nuestro cerebro, pero una llama caprichosa, que puede tener en el fondo madera verde o carbón, con diferentes olores, pero por fortuna hay cosas que la memoria prefiere olvidar.
El Comandante nos avisó que estábamos sobrevolando los Pirineos; eran las 16: 45 de la tarde, tras la ventanilla del avión se observaba un paisaje abrupto, montañoso, con nieve incrustada en las copas de la cima. Era una perspectiva fantástica para  el inicio de un viaje a  tierras germánicas; en busca del orden. Del caos al orden, ese es el concepto: La vida se inicia con el caos y se desarrolla con el orden; un orden espiritual, social, mental, cultural; un orden que marca la perspectiva del tiempo, la solidaridad, la nostalgia, la pena, las emociones, todo dentro de un orden. Aunque los hechos ocurren de golpe, los sentimientos, los recuerdos, los miedos, los traumas, han de tener un orden para poderlos interpretar, y no entrar en un caótico coctel de estímulos descoordinados que nos llevan a la locura.
Voy a Berlín, buscando este orden; que tiene mucho que ver con el equilibrio y poco con la desmesura, o con lo espartano. Supone un punto medio entre el control y el dejarte llevar, un espíritu en palabras del gran Epicuro: “Disfrutar del placer en calma”; un horizonte elegido pero con espacios de libertad para poder improvisar; una vida amarrada pero con la flexibilidad de una soga que se puede cortar por donde me interese.
“Hay mujeres feas, lo mismo que hay hombres feos, y niños, y perros, y gatos, pero con la excepción de ciertas veleidades monstruosas, es posible que casi todo el mundo, hombres, mujeres, niños y perros pueden llegar a resultar atractivos: basta que nos quieran durante unos minutos para que nos volvamos hermosos. Pero hay personas, hombres, mujeres, niños, perros, incluso edificios y ciudades enteras, hasta países,  que por algún motivo rechazan ferozmente la posibilidad de la belleza y del ofrecimiento casual o gratuito de la ternura, y en consecuencia son feos de una fealdad irreparable, de una fealdad sin misericordia, refractaria a todo, al amor, a la higiene, a la prosperidad, de una fealdad medular, vengativa, vigilante, perversa” (Antonio Muñoz Molina, Nada del otro mundo, Octubre 2011).
Me quedé pensando en este párrafo de A. Muñoz Molina, que leía en el avión, mientras advertí que en la ventanilla se dibujaba un cielo oscuro y opaco que me hizo mirar el reloj, y descubrir que eran las 18: 15: Es verdad que hay personas feas, que desprenden fealdad, incluso con cara de asco <eso lo dice todo>, y que por mucho que se empeñen, como dice el maestro Muñoz Molina: “Son feos de una fealdad refractaria a todo”, esa fealdad a la que se refiere  procede del interior; destilan rencor, sudoración rabiosa de no haber expulsado a tiempo el odio acumulado probablemente de una época temprana, donde la vulnerabilidad  psicológica era una realidad muy vinculada a la edad; este odio feo y maloliente se transforma en una visión continua de agravios comparativos, que desembocan en una conducta envidiosa, altiva, donde el orden brilla por su ausencia; donde la angustia y las emociones negativas gobiernan su personalidad, donde la capacidad de control de las emociones se encuentra muy mermada.
Paseo en Barco por Berlín

Al día siguiente, ya instalados en Berlín del Este, en el Berlín de Stalin; donde las tropas soviéticas campaban a sus anchas en detrimento de la libertad de los berlineses. Se respira aún esa tensión arquitectónica y ambiental del control del estado sobre el individuo; los edificios austeros, pero a la vez elegantes desfilan sobre mis ojos, y las almas aún calientes del asedio, bombardeos, y atrocidades de la Segunda Guerra Mundial y  el reparto del mundo por parte de Rousvelt, Churchil, y Stalin, me hacía pensar en la erótica del poder. El poder es la capacidad de actuar sobre otros, y desde luego  estos tres decidieron el futuro de muchos Berlineses. 

Paseo de humillación de Judías en Berlín

Es una ciudad que sufre los horrores del nazismo, de la guerra, y del comunismo: En 1933 Adolf Hitler tomó el poder y empiezan las persecuciones de Judíos, homosexuales, y comunistas. En 1936 se celebran los juegos olímpicos de verano donde Jesse Owens gana cuatro medallas de oro, que el Füherer se niega a entregar personalmente.
Quema de libros por Los Nazis en Berlín
El primero de Septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial; el 8 de Mayo de 1945 de los 4,5 millones de Berlineses, caen en la contienda 1,5 millones de ciudadanos de Berlín. La ciudad se reparte entre la Unión Soviética (Este), Estados Unidos de América (Suroeste), Gran Bretaña (Oeste), y Francia (Noreste).
Restos del Muro de Berlín Diciembre de 2011.
El 13 de Agosto de 1961 se construye el muro de Berlín, a partir de entonces se prohibió a los habitantes del este, viajar a la parte oeste. Poco después de la visita de Kenedy en 1963, se cerró un pacto para poder cruzar la frontera, por aquel entonces la estación de Friedrichstrabe, hoy en día llamado el Trärepalast (Palacio de lágrimas). El 9 de Noviembre de 1989 (recuerdo la fecha porque es mi cumpleaños), se abrió el muro de forma inesperada, después de que durante 6 meses los ciudadanos de la RDA huyeran por Hungría. El 3 de Octubre de 1990 Berlín volvió a ser la capital de Alemania.
Checkpoint Charlie: Control Americano, Diciembre 2011
El aún existente muro, o una pequeña parte del mismo, impactó sobre mis pupilas, como elemento pictórico e icono preferencial de la historia reciente de la ciudad: Es el elemento que fracturó la ciudad, entre  dos mundos: el Comunista y el Capitalista; no obstante la zona más impregnada de recuerdos, de disciplina; de geometría, es la zona del este: Es aquí donde encontré el orden, el equilibrio, la mesura, la grandiosidad ponderada en cada rincón. Encontré en el Berlín rojo, la austeridad grandiosa, la elegancia no ostentosa, la sobriedad de los grandes edificios, trasmiten una forma de vida que fue y estuvo basada en el control de las almas que allí habitaban. Ahora en libertad el orden está en la disciplina que imprime vivir en una ciudad organizada.
En Memoria del Holocausto.
Impresiona el memorial al Holocausto, dedicado a las víctimas Judías de Europa: Son 2711 estelas de hormigón, que suponen el saldo de una deuda pagada por Alemania a la Comunidad Judía.
La  Puerta de Brandemburgo; gran símbolo de la ciudad, nos da la entrada al encuentro entre dos mundos, separados por decisiones políticas y militares  de los  estados. Me pregunto si los estados en general representan los intereses del individuo; o utilizan a este simplemente para ejercer el poder. La separación con este muro de familias enteras, hace patente esta aseveración.
Mercadillo típico Berlinés
Los clásicos mercadillos de navidad Berlineses, me llenaron de ese espíritu navideño que me faltaba; ese sentimiento de paz, amor, y bondad, que se apodera de ti en navidad: el frio penetrante, los vinos calientes, las típicas salchichas alemanas a la brasa, dieron fin a una jornada de impacto, de aprendizaje, de encuentro con el orden.
Lo que si he observado en este viaje, es una cierta globalización de las conductas; el consumo y la rapidez de las comunicaciones e internet, hace que el panorama comercial y de consumo en casi todo el mundo sea global.
Alt Berliner wirtshaus
Buscando la esencia, lo peculiar, lo autóctono, penetramos en un restaurante Berlinés típico (Alt Berliner wirtshaus); un local tradicional con decoración antigua pero muy acogedor, muy germano, mucha madera vieja, muñecas de trapo, un piano antiguo, fotos tradicionales en color sepia, y mucha tranquilidad y orden. Mientras degustaba ½ litro de cerveza berlinesa (Berliner Kind) muy suave; me pregunté sobre los rasgos culturales en el armazón psicológico del ser humano: ¿Será verdad que existe un condicionante cultural a la hora de afrontar los problemas, crisis, desastres?: El Alemán es de aspecto rudo, fuerte, con un idioma enérgico, fuerte, sobrio. Me hizo pensar en esto una historia que me contaron; que partió desde este mismo restaurante en el que estoy comiendo, y que desglosaré en los siguientes capítulos en este blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario