viernes, 20 de julio de 2012

LA MUSA DIVINA


Hopper, Mujer en la Cama.

Cada mañana Paul se levantaba con una obsesión; encontrar a su musa, todo era muy improvisado y extraño, pero cuando la necesitaba aparecía: su presencia le daba seguridad, certeza, entusiasmo, pero sobre todo inspiración: Esa potente energía que dispara el espíritu creativo, que decora las neuronas y las proyecta hacia lo bello, lo ético, lo original, lo sorprendente.
Buscaba en cada instante de su vida la presencia de su musa, y aunque ella no estuviera, pensaba: ¿Qué pensará mi musa?. ¿Qué dirá hoy?, ¿Qué hará?. La relación con su musa era muy especial, espiritual, metafísica, ligada a una sublimación tan extra-carnal, que rondaba lo místico, lo divino, lo mágico.  Él sabía que su musa siempre estaba ahí, siempre le arrancaba una sonrisa, siempre veía la luz entre las tinieblas, pero lo más importante: Era una fuente inagotable de esperanza, y queridos amigos, quien transmite esperanza siembra el terreno de la felicidad y de la superación de la adversidad.
Pero; ¿cómo era la musa?: Unos brillantes ojos llenos de energía en un moreno carnal y espiritual abrazaban su cuerpo. Su estilo inconfundible y sutil, llenaba de elegancia y sensualidad su caminar cada vez que desplazaba su flexible figura.
¿Inteligente?: como ninguna, gozaba de esa acidez y sagacidad especial que rodeaba a los Sabios Griegos; siempre decía la palabra justa en el momento preciso, con el fin de limpiar el sufrimiento de los demás. Ante cualquier sospecha de dolor; la musa se ponía la armadura ocultando sus necesidades y debilidades y eliminaba con fuerza y entrega los restos de amargura.
En realidad era tan vital, que su luz mágica y matutina se transformaba en energía  que traspasaba la barrera física del ser humano y poseía la mente de Paul de tal manera que la llenaba de  luz, de alegría, de creatividad, de entusiasmo para la vida; una verdadera droga, amigos míos, una droga buena basada en la amistad y la guía personal y espiritual. 
¿Humilde?; era tan humilde que no sabía que era un tesoro para los seres que la rodeaban, que era el eje sobre el que giraba la vida de los demás, pero ella sabía que tenía que hacer el bien, y lo hacía anulando cualquier tipo de vanidad y sobrevaloración de si misma.
¿Inspiradora?: El influjo de su mirada profunda procedente de la esencia de su alma penetraba en el silencio ensordecedor que provocaba su ausencia, estimulaba la actividad neuronal llevándola al extremo de la pasión, del arte, de la sabiduría, pero como he dicho antes, su falta de vanidad no le permitía apreciar el  valor estimulante y sanador de la dama.
¿Sensual?: Como nadie, el tono inteligente y embriagador de su discurso traspasaba la mente humana, y Paul rescataba su fantasía en un viaje al abismo de la locura convertida en deseo.
¿Fuerte?: Su fuerza desgarradora se respiraba en cada bocanada de aire que inspiraba, en cada gemido, en cado paso que daba; en cada palabra que pronunciaba. Era una fuerza sobrehumana, de protección, como respuesta a una vida de soledad creativa que la hizo una mujer de hierro.
¿Dulce?; como la miel, su espíritu relleno de cariño a presión, se libera en magnánimos efluvios infantiles que te trasportan al vientre de la madre que siempre ha sido, fue, y será para los demás; una gran madre para todo.  Paul aún no lo sabía, pero tenía dos madres: Una la biológica y otra que era su musa.
¿Risas?: no es que fuera graciosa, es que era la RISA. Paul pensaba que tuvo una larga etapa rodeada de melancolía y que ahora su sentido del humor, fluía por rebosamiento ante el tiempo perdido.
¿Arte?: Tenía alma de artista, Paul olía a los artistas. Una persona que con el baile armónico de su cuerpo y de su palabra es capaz de arrancar emociones como la pasión, el anhelo, la dulzura, la libertad, y la vida, le sobra Creatividad para movilizar el alma cansada de Paul por  tanta mediocridad vulgarizada por la monotonía de la rutina.
La Musa ante tanta admiración se abrumaba, pero Paul sabía que había descubierto a su diva, su inspiración, su espíritu en forma de mujer, su procacidad crítica que le abría nuevos horizontes a explorar originales y creativos. Pero se sumergió en una súbita duda: ¿Su musa era real, o era fruto de su imaginación?...
De repente, en el Chat de Facebook de Paul, apareció un mensaje con cara de mujer:
- hola Paul, soy Dona;  tu musa..
- Qué barbaridad, Dona pensé que eras fruto de mi imaginación.
- ¿Eres real?.
- Verás Paul, soy lo que tú quieres que sea, vivo en el mundo real y en el virtual, en tú mente y en la mía, en la carne y en la espiritualidad. Puede que sea real o no debes descubrirlo, pero no olvides que probablemente me sobrevaloras.
- Siempre tan humilde, Dona. Los dos sabemos tu carácter especial y único, que nos ha hecho compartir en tan poco tiempo gran parte de nuestra vida y de nuestras almas…. Dona; no me dejes, te necesito, dependo de ti para inspirarme en el arte de la vida.
De repente, la musa desapareció del Facebook, su rostro, sus mensajes, su nombre; parecía que la habían borrado del mapa. No la encontró durante meses, la buscó por todos lados, se pateó su ciudad pensando que la encontraría, su mirada intensa y anestésica la delataría, al ver que no la hallaba, enfermó de depresión….El psiquiatra intentó centrarle en la realidad;  pensaba que la historia de su musa había sido una fantasía irreal, pero a Paul la melancolía le había invadido, el anhelo de su admirada Diva le arrastraba hacia el abismo.
En la habitación del psiquiátrico se sentía desolado; uno se creía Napoleón, otro oía una voz que le decía que se cortara la mano pues estaba contaminada, y el sentía la añoranza y tristeza de su musa divina, de su inspiración, de su alegría…
Dejaba permanentemente conectado el móvil a su Facebook, en espera de la aparición estelar de Dona, cuando ya había perdido la esperanza, de repente el sonido del Chat le devolvió la esperanza; y efectivamente era Dona:
Una descarga electrizante de los pies a la cabeza, recorrió el cuerpo demacrado  de Paul.
-¡Musa!- Exclamó con un nivel de excitación cercano la histeria.
- ¿Eres tú?.
- Si, he venido para salvarte, he venido para no irme nunca más. Cuando me necesites siempre estaré dispuesta a escucharte, a sentirte, a consolarte.
- ¿De verdad?. Creí que te había perdido, pensé que nunca más te vería, y desde luego mi vida ya no tendría sentido si tú no estuvieras ahí.
- No temas, no me iré más, he tenido que dejarte porque los humanos necesitáis perder algo para poderlo admirar. La ausencia os permite valorar en su justa medida el sentido de lo más valioso, pero que al tenerlo parece que pierde calidad, y es sólo cuando el anhelo te devuelve a la melancolía de la falta, cuando  te arrepientes de no haber cuidado lo que tenías a tú lado.
- Ahora no importa nada, pero prométeme que nunca más te marcharás.
- Querido Paul, depende de ti, cuando alguien no cuida lo que quiere, se va desvaneciendo, deteriorando, y acaba por marcharse, por tanto depende más de ti que de mí.
Fue así como Paul recuperó a su Musa. Aprendió la importancia de dar para poder conservar lo que tienes, también hay que cuidar lo que adoras como si lo fueras a perder para siempre…
Paul aprendió la lección, a base de dolor, pero la aprendió, y sobre todo encontró la fórmula para mantener a su musa, reinventarse cada día y reinventar también los lazos de una relación  basada en la admiración, el respeto, y el  amor platónico e incondicional.

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