miércoles, 28 de marzo de 2012

LA MUERTE DE UN PADRE


A mi amigo Eduardo con cariño.


Pedro y Pablo (El Greco).

El padre de un amigo mío falleció ayer. Cuando muere un padre muere una parte de tú alma. Los que tenemos hijos sabemos que cuando  van creciendo encontramos en ellos pequeñas proyecciones de nosotros mismos: Identificamos valores que les hemos transmitido, detectamos pequeños detalles que nos emocionan (como la solidaridad con los más vulnerables, el sentido del humor, la sensibilidad, la pasión, la ternura, la tenacidad, etc.). Poco a poco vamos esculpiendo valores en ellos que recibimos a su vez de nuestros padres, y ahora nosotros pasados por el filtro de nuestra subjetividad, transmitimos a nuestros hijos. De  alguna manera  dejamos en la mente y el alma de nuestros vástagos parte de nosotros mismos.
Cuando un padre muere, muere una parte de nosotros, queda un vacio impregnado del sólido andamiaje que constituye nuestra educación,  pero con la ausencia del artista creador de dicha obra.
El cuerpo del padre se marcha, pero queda su obra, queda el recuerdo, queda la memoria de toda una vida. Nos abandona su físico pero nos queda su impronta,  sus creaciones personales  que nos hacen no olvidar su presencia  nunca,  nos quedan “sus cosas”, la historia de toda una vida.

una persona muere cuando nos olvidamos de ella, y de un padre uno nunca se puede olvidar, nunca podremos olvidar sus consejos, sus palabras, su mirada, sus besos, sus abrazos, su apoyo, su protección.  
En el devenir de nuestra vida nos van dejando personas queridas que amamos, que admiramos,  que nos han marcado con el sello de su paso por nuestra vida; pero cuando un progenitor nos deja, nos abandona  el autor de gran parte de nuestro bagaje personal, de nuestra esencia, de lo que hoy somos.
 Nuestra forma de ser, para  bien o para mal se la debemos a nuestro padre. Nuestra personalidad, constituida por el temperamento y el carácter, se constituye por la genética que nos han transmitido nuestros padres, y en gran medida por la pedagogía educativa que despliega   papá y mamá.
Es decir nuestro padre habita en nosotros, coloniza nuestra alma, y nos seguirá hasta el día de nuestra muerte, formando parte del consciente y el subconsciente de nuestros actos; y es ese recuerdo y ese “modus vivendi aprendido”  en el que colocamos la eternidad vital de la figura paterna.
Querido amigo; Mi padre murió hace casi 20 años, y te puedo decir que el dolor que desgarra, lacerante, incólume,  se transforma paulatinamente en una  paz reconfortante iluminada por el recuerdo de  su presencia en todos los actos importantes de mi vida. Siempre viajo con él, pienso en lo que él diría, lo que haría, cómo se comportaría, y de esta forma el padre que nos deja, vive con nosotros para siempre.
Lo siento mucho  querido Eduardo, te comprendo perfectamente, pero piensa que tú padre vive contigo, y como se que eres creyente, estará en el cielo esperándonos a todos nosotros hasta alcanzar la vida eterna.
Descanse en Paz.


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