jueves, 26 de junio de 2014

SOLO PARA ELLOS


”Mientras tanto yo estaré aquí, amándote y a tu lado mientras mantengamos el respeto, la admiración, y el deseo de estar juntos”; había sido la última frase con la que se había quedado Gilda antes de la despedida. La repetía una y otra vez, la abrazaba, la endulzaba, la relativizaba, pero en el fondo había deseado tanto escuchar algo parecido, que la llevaba en su mente como leitmotiv de su vida; Era una ilusión, un hilito de esperanza, un argumento de fuerza ante la desesperación.

Encontrarse con su pasado reciente tuvo efectos; Nadie sale ileso del encuentro con el pasado. En reiteradas ocasiones había  comentado con Bebo, los cambios que hubieran hecho los dos si pudieran vivir nuevamente; y habían llegado a una conclusión: Más instantes y más amor; pero ambos tenían aún demasiados remilgos, demasiados condicionantes educativos: “Es pecado mentir”, “Son más importantes las necesidades de los demás que las propias”. Bebo recordaba el poema de Borges:

 

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.

 

En realidad Bebo había visto a tanta gente morir, que coincidía con Borges en que embutidos en nuestra educación, nuestro ego y la tendencia absolutista de creer que la verdad solo tiene un camino y es el que dicta nuestro pensamiento, que nos condenamos a vivir de forma artificial como quieren otras personas, y olvidamos nuestras propias necesidades.

 

Gilda se encontró con su pasado, se topó de golpe el fin de semana con  sus últimos años de vida, y por primera vez fue consciente de lo que sentía, tomó conciencia del estado de alienación en el que había vivido tras su separación. El estado en el que había quedado tras el matrimonio con su exmarido; quien de forma continuada ignoraba sus necesidades, sus deseos, su libertad y en definitiva su vida. Ella por el contrario se dedicó a sus hijos, a mantener un hogar que hacía aguas por todas partes. Fue entonces cuando Tim se coló en su vida: Tenía una autoestima tan dañada, que necesitaba sentirse mujer, que alguien la abrazara, volver a recuperar la dignidad como persona. Tim la trataba tan bien, que se sentía como una Diosa, como el centro de sus deseos. A todos nos gusta sentirnos considerados y cuidados, y en la situación de Gilda, más que un deseo, era una necesidad para su recuperación.

Bebo siempre había pensado que esos momentos de absoluto dolor, había que pasarlos solos, como parte de un encuentro con nuestra esencia. Pensaba que era necesaria una soledad buscada donde elaborar el duelo del fallecimiento de nuestra antigua vida. Claro que es mejor y más agradable encontrarse a un Tim, pero en el estado en el que se encontraba Gilda no tenía capacidad de dar amor, sólo de recibir ayuda, de recibir cariño, de sentirse amada, de sentir su cuerpo, de sentirse viva.

Tim necesitaba una mujer, necesitaba tener la seguridad de que al otro lado del teléfono Gilda le dijera: “Hola Tim, estoy aquí solo para ti”: Que terrible pensar que somos exclusivos, sentirnos que tenemos a alguien en una jaula, que supuestamente la protegemos  cerrando la puerta. A Bebo esto le parecía terrible, insano, la antítesis del amor: Pensaba en un axioma de los antiguos Griegos:” Cualquiera puede convertirse en tu amo si tiene algo que tú no tienes, y que quieres obtenerlo como sea”: Tim haría lo que fuera porque Gilda estuviera encerrada siempre para él. Como ella no le pedía nada, la llenaba de regalos y de halagos que hacían mantener la fantasía que Tim había creado.

 

Ella sentía cariño, pena, se sentía comprometida con Tim por todo lo que había hecho por ella, por el vínculo que había establecido con su entorno más cercano: Esos lazos que Tim había sabido ganarse con complicidad e implicación, eran difíciles de romper.

 

Pero el contraste, lo tenía con Bebo. A Veces sólo teniendo otras experiencias nos encontramos con nosotros mismos, con nuestros deseos, con nuestras necesidades. Y a Gilda le había pasado eso con Bebo. Bebo hacía tiempo que viajaba en aeroplano, que improvisaba segundo a segundo, que aunque su vida no era un modelo de libertad y felicidad, había logrado encontrar su espacio, en espera de tiempos mejores.

 

-      Gilda; La libertad da vértigo, te suelta al infinito, pero por otro lado es tan excitante que es adictiva. No soy yo el adictivo, como me dices, es lo que proyectas y ves en mí: “La oportunidad de ser libre”, de salir de la jaula, de volar con tus propias alas. Recuerdo un poema que escribí con 16 años: ¡Ya ha llovido!:

 

 

 

 

 

Hoy una paloma no pudo volar,

Estaba encerrada en un palomar,

Cansada y cansada de tanto llorar,

Le dijo a un chiquillo:

¿Me quieres salvar?.

Si bella paloma, te doy libertad.

La blanca paloma voló a otro lugar,

Y nunca en la vida volvió al palomar.

 

-      ¡Qué cierto tu poema!: Me siento aprisionada, como una posesión, como el talismán de alguien que en un momento de debilidad me conquistó, y ahora no sé cómo salir.

 

-      Eso debes decidirlo tú, mi vida; pero sobre todo se sincera y honesta contigo misma. No hace falta, que lo seas con los demás, pero al menos no te engañes a ti misma. Puede que el chiquillo que salvó a la paloma sea Bebo, pero Bebo no quiere ser exclusivo; hay muchos Bebos y muchas Gildas… No somos exclusivos de nadie, ni somos prisioneros para siempre. Sólo compartimos un trecho más o menos largo de nuestra vida. Pero quien siempre estará con nosotros mismos, somos nosotros mismos, y cuanto más nos respetemos, más felices seremos.

 

A veces uno se cree tan en posesión de la verdad, que descarta toda posibilidad de cambio, de avance, de evolución; es como mirar por el telescopio apuntando solo a la luna, si no cambias de dirección, solamente ves la luna; muy bonita,  muy brillante, muy blanca, pero no deja de ser la luna. Ahora Gilda vislumbraba nítidamente todo el universo.

Habían viajado uno kilómetros para estar tranquilos, para poder encontrarse con ellos mismos, para pasar una noche juntos, para sentarse el uno al lado de otro y congelar los sentimientos en una mágica foto a recordar para siempre.

Gilda llevaba el pelo suelto, aunque a Bebo le encantaba el aire colegial que le daban aquellas dos coletitas que una vez se puso para él. Hacía una magnífica noche de verano. Gilda se había arreglado para la ocasión con un vestido rojo que  dejaba al descubierto sus hombros. Ella sabía que esos pequeños detalles estimulaban los instintos más primitivos de Bebo. La luz de la ciudad iluminaba sus negros ojos que la delataban; su mirada no se despegaba del rostro de Bebo, mientras sin palabras se decían todo, se comían, se derretían de pasión, de deseo contenido. Ella sabía que le amaba; y se sentía correspondida. Pero el también como en el caso de Tim pensaba que Gilda necesitaba distancia, encuentro con ella misma. Bebo la adoraba, la admiraba, la deseaba, no podía borrarla de su pensamiento.

-      Gilda: ¿Volvemos a la habitación?, dijo Bebo esperando un si por respuesta.

-      Si, será lo mejor-

Volvieron a la habitación del hotel, mientras digerían las ganas de comerse, de devorarse el uno al otro. Se les había quitado el hambre; solo tenían necesidad de besarse, de abrazarse, de fundir su cuerpo en uno.

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