domingo, 7 de octubre de 2012

EL MURO DE MARY (ENSAYO DE MI NOVELA).





Eran las 15.30 de la tarde: el olor agrio y suave de unas salchichas berlinesas acompañadas de puré de patatas rojas  y chucrut, reposaban en la mesa al lado del antiguo piano del restaurante. El traqueteo en la tarima de madera pulcra y brillante de color ocre, producido por  los tacones de la camarera berlinesa impactaba en la mente de Salvador. Como un ronroneo rítmico y placentero que recorría su cuerpo  desde los pies a la cabeza, las ondas vibratorias penetraban por los dedos de los pies de Salvador, llegaban a sus rodillas, ascendían por sus muslos, y tras dejar un efecto suavizante en el centro del cuerpo, introducían un vacío en el estómago, que desembocaba en un fuego suave  que llegaba hasta la cara, e inyectaba un rubor parcheado en los pómulos, y un brillo intenso ocular que colocaba al español en un estado de absoluta relajación, que le permitía mejorar aún más las cualidades que a Mary le gustaba más de él: Esa complicidad, que le hacía a ella sentirse entendida, protegida, apoyada, por ese padre seductor, consejero personal, amigo distante y poco posesivo.
Un Café oscuro, espeso, y espumado en su coronilla, reposaba en las tazas  isabelinas, donde el dibujo de una corona que ocupaba las panzas laterales del recipiente, hacían al caballero sentirse más importante. Salvador era un gran defensor, fetichista, y amante de la Monarquía  y todo su boato. Todo lo relacionado con las  Casas Reales Europeas, a Salvador le retrotraía a un encuentro con sus antepasados que estuvieron vinculados con la Corona. Su bisabuelo fue secretario personal de D. Alfonso XIII. Salvador conservaba  documentos del paso de su bisabuelo D. Blas Merino de los llanos por los entresijos de la Casa Real, entre otros poseía un documento de reconocimiento del propio Rey a los años de servicio dedicados por  el abuelo Blas, antes de que el Monarca se  marchara al exilio.
Pero lo que verdaderamente le estimulaba de la corona, era toda la parafernalia, sus fetiches y todo lo que adorna a la monarquía. El mismo se auto concedía el hecho de ser un privilegiado por tener esa sensibilidad tan especial por la  realeza. Esta petulancia vanidosa; más que una visión ética basada en la convicción de los valores de la Monarquía, era una pretensión estética que le daba seguridad, insuflándole un aire de superioridad por este gusto refinado, elitista, y sólo campo de cultivo de unos pocos privilegiados.
Pues bien; esa taza coronada, le otorgó una seguridad suprema que usó para lanzar una pregunta lapidaria a Mary Sinderland:
- Mary: ¿Has pensado alguna vez en quitarte la vida?. Mary pensó: Ha debido observar en mi un profundo desprecio a la vida, pensará que soy una depresiva suicida carente de capacidad de disfrute
- ¿Por qué preguntas esto Salvador?- pregunto Mary. Salvador, muy hábil en el arte de bucear en el interior de los seres humanos, pensó en ir avanzando muy lentamente, sin presiones fuertes, para poder llegar a la zona oscura de Mary. Quería penetrar hasta esa zona íntima del individuo llena de pensamientos, valores, traumas, experiencias que le gustaría conocer.
- No Mary, si no quieres contestar lo entiendo-, afirmó Salvador.
- No importa Salvador. Te confieso que mi vida ha sido muy tortuosa; después de mi matrimonio con el Ruso, pensé en varias ocasiones en quitarme la vida, incluso tenía un plan para hacerlo. Pensé en cruzar el muro y dejarme acribillar a balazos por los guardias. Pero: ¿Sabes lo que me detuvo?, ¿Sabes lo que de verdad circuló por mi interior para frenar ese deseo?: La contradicción más absoluta que he tenido en mi vida. Pensé: Mi padre sobrevivió a Auswitch , y mi madre al exterminio Nazi contra nuestra raza judía. Yo pensé: ¿Qué pensarán mis padres de mi si yo no soy capaz de sobrevivir a la vida que he elegido. Mi padre pensaría que soy una débil cobarde y fracasada, y mi madre sentiría tanta pena por mí, que dentro de su desdichada sumisión, sufriría en silencio  por mi terrible decisión, sin poder hablar con nadie de ello. Por pena y rabia a la vez de lo que yo profetizaba que iban a ser  los pensamientos y actitudes de mis padres, por eso no me quité la vida.
- No me sorprende- apostilló Salvador.- El ser humano es contradictorio y ambivalente en sus pensamientos y sentimientos; al igual que ama, odia a la misma persona. Son caras de la misma moneda que ambas circulan por el mismo individuo. Dependiendo del procesado de datos externos e internos que manejes, fluyen unos sentimientos u otros.
- Que bien lo explicas Salvador, es todo tal y como dices,- elogió Mary.
- Me gusta explicar las cosas que no entiendo de la forma más racional posible, pues sólo así se puede evolucionar y aprender a enfrentarte a la vida.
- He de confesarte Salvador, que me ha costado mucho contestar a tú pregunta. Esa parte de mi vida la tengo encriptada en mi alma, y en muchas ocasiones no sé si detalles que vienen a mi mente son confabulaciones caprichosas de mi memoria, o son hechos reales. Sufrí mucho Salvador, mucho.
- Me hago cargo Mary, no tienes que  hablar de ello si no quieres.
- Salavador: ¿Tú pregunta se debe a algo que has percibido en mi, que te ha hecho pensar en que podría ser una suicida?.
- No te sorprenda tanto Mary. Es más común de lo que crees. El sufrimiento espiritual es una constante en la historia de la humanidad, y el suicidio puede vivirse como una liberación, y el mayor acto de libertad del ser humano. Yo mismo he tenido la tentación de hacerlo. ¿Cómo te sientes ahora Mary?:
- Me siento liberada Salvador.
- ¿Verdad que sí?.
- Hablar de ello tiene un efecto de limpieza liberatoria de un mal pensamiento. Además ahora me alegro de no haberlo hecho: ¡Qué curioso!: Mi atormentada vida familiar, y la estricta educación  que he recibido de mis padres, me ha salvado la vida. Afirmó Mary con un tono de saciedad y tristeza.
- Así son las cosas Mary: Nunca se sabe si lo te pasa en la vida es una suerte o una desgracia; pues a veces lo que parece muy bueno va seguido de una desgracia y viceversa.
- ¿Qué esperas de la vida Salvador?, lanzó Mary aprovechando el cariz que estaba tomando la conversación:
- En realidad no espero nada, no quiero esperar nada. Siempre he pensado que quien no espera nada lo tiene todo, pues todo lo que recibe es inesperado.
- ¿Por qué me acompañas en este viaje?.
- No lo sé muy bien Mary…
En este clima que se había creado de confidencias, llegando al tramo más íntimo de la comunicación; los ojos inyectados de sangre, combinados con la humedad ácida del flujo del lacrimal, dibujaba un rostro en Mary emocionado, lleno de brillo, rodeado de un halo, de pasión y de esperanza.
Frente a esta situación, Salvador no era inmune al acto emocional que estaba viviendo. El Español, sentía unas ganas irrefrenables de abrazar a Mary para ofrecerle su protección, pero su carácter distante, frío y contenido, hizo que ni siquiera inclinara su cuerpo para acercarse más a ella. Ante tanta restricción no pudo evitar la incontinencia lacrimal que le estaba provocando el relato de Mary. Sobre el rostro de Salvador se deslizó hacia la boca una pequeña lágrima que Mary percibió, y le hizo dudar sobre la posibilidad de un  efecto óptico alucinatorio, pero confirmó finalmente que era una lágrima de verdad.
El momento lo requería: La tenue luz del restaurante, el silencio aderezado por las pisadas rítmicas e intimistas de la camarera, el efecto de las cervezas <Berliner Kindl> que habían consumido, las tazas de café coronadas, los cuadros que colgaban de la pared de madera oscura con ilustraciones del Berlín del siglo XVIII, y el lienzo central del Rey Luis II de Baviera en su trono lanzando una firme mirada a todos los comensales, habían construido un entorno especial para los dos. El pianista tocaba a Brahms en el momento álgido de ese orgasmo de melancolía que terminó con la caída de la incontenible lágrima del bueno de Salvador.
- Verás Mary: He decidido acompañarte porque ya es hora de hacer algo por alguien. Me he pasado la vida trabajando para alcanzar un futuro mejor; y el  futuro nunca llegaba. Siempre necesitaba más, y más... Pensaba que esto era la felicidad: Una mujer que te espera en casa, un trabajo que me da dinero, múltiples conocidos, y una ambición insaciable. No tenía tiempo de pensar en los demás, tan solo mi misión era lo importante: ganar dinero y conseguir prestigio.
Todo iba bien hasta que un día al llegar a mi casa de la playa de Chiclana; me topé con una novedad inesperada: La gran Laura: mi elegante, discreta, y bella mujer, yacía en nuestra cama redonda con vistas a la playa de “La barrosa”, con un naviero inglés con el que llevaba un par de años.

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