domingo, 26 de agosto de 2012

LA CAMARERA DEL MOGAMBO




Tengo tendencia a mitificar  los sitios y a las personas que me llaman la atención, lo advierto porque no puedo explicar lo que me pasó con la camarera del Mogambo, sin precisar esta tendencia mía.
Aquella tarde no fue como todas las demás; Delia (la camarera) tenía un brillo especial en su mirada: sus conjuntivas humectadas y enrojecidas comunicaban dolor. Reconozco que el primer impacto visual me conmovió; no puedo ver llorar a una mujer, tengo esa debilidad que más que aprendida es antropológica. Me siento obligado a la protección y al consuelo de almas que sufren, especialmente si son mujeres.
La acción transcurrió en la terraza del Mogambo. Era una tarde nublada, no demasiado calurosa, y decidí practicar una de mis aficiones favoritas: Liberar a un ron añejo cubano de su encierro divino. Me gusta con unas gotas de lima, aunque esta vez, al ver así a Delia decidí no incomodarla.
Solía ponerme a leer en la terraza, estaba leyendo una novela histórica que me estaba fascinando, y yo sabía que Delia se había fijado en el título: “ El Capricho” se llama: Cuenta la vida de la Duquesa de Osuna, en un siglo XVIII convulso por las propias conspiraciones palaciegas  y la presencia de “los gabachos”, pero este no es el tema.
Delia se me acercó, y espetando una sonrisa que percibí como reclamo de conversación, me dijo:
- ¿Te gusta leer?.
- Si- Contesté disimulando mi interés por saber qué le pasaba a la joven.
- ¿Eres de Colombia?- Pregunté dándole el visto bueno de el inicio de una charla.
- Sí, soy de Cartagena de Indias: ¿Lo conoces?.
- Sí, estuve allí hace unos años.
Después de un preámbulo protocolario de calentamiento dialéctico, decidí empezar a diseccionar el pensamiento y los males de la dama, que era lo que verdaderamente me interesaba. Empecé muy suavemente.
- Hoy te veo triste..
- ¡Qué observador!. Yo pensaba que sólo tenías ojos para tú libro.
- Me ha llamado la atención el cambio de la sonrisa euforizante de otros días, por la mirada melancólica de hoy.
- Si, no tengo remedio.
- ¿Desamor?- Pregunté, intentando liberar la salida de esa contención emocional que estaba seguro que existía.
-  Soy una desgraciada, todo lo alegre que me ves, luego en mi intimidad, en la soledad de mi casa, me devora la amargura.
Intenté animarla. – Mujer;  no creo que sea para tanto; una chica guapa,  y por tú forma de hablar y expresarte: culta e inteligente, no creo que tenga causa objetiva que motive tú tristeza.
- No lo entiendes; soy yo la que me siento incapaz de mantener una relación con nadie, y cuando la he tenido han  fracasado porque no querían comprometerse, no me sentía comprendida, o simplemente me parecían unos imbéciles vacios e  inmaduros.
-  ¿Es tan difícil encontrar lo que pido?.
- ¿Qué pides Delia?.
- Pido a alguien con quien poder conversar, a quien poder escuchar, con quien poder compartir mis penas, con quien pueda hablar de igual a igual. A veces me siento como si hablara un idioma diferente al de los hombres que han pasado por mi vida.
- Eso no es tan difícil, puede que no estés buscando en el sitio adecuado, o que no te haya llegado aún tú príncipe azul.
- Es inútil; he estado con personas inteligentes, cultas, solitarias, alegres, tristes, mayores que yo, más jóvenes; y al final ven en mi una muñeca para hacer sexo; es lo que transmito. Soy caribeña y transmito a los hombres excitación sexual. Cuando intento darles otra cosa me ignoran, se enfadan, o salen corriendo.
- Hombre, yo creo que no se puede generalizar; seguro que hay alguien a quien le interesa más tú persona que tú envoltorio, o al menos las dos cosas al mismo nivel.
-  Últimamente, mi conducta ante los hombres que conozco es de reticencia; no me gusta que me toquen, por supuesto nada de sexo,  nada de caricias, nada de coqueteo; pero claro esto es casi peor, no llegamos al segundo día.
- Vamos a ver Delia: Me planteas que has llegado a la conclusión de que los hombres sólo te quieren para  practicar sexo contigo.
- Sí, dicho de forma resumida.
- Piensa que es un pensamiento erróneo de base; seguro que funcionas mentalmente con alguna “profecía autocumplida”: Ves a un hombre  y al instante desarrollas una historia irreal, que piensas que va a ocurrir, con los siguientes pensamientos de fondo: “sólo desea mi cuerpo”, “sólo quiere lo que todos”, “será un fracaso como en otras ocasiones”. Estos pensamientos te llevan a sentir desagrado, e incluso rencor por ese hombre, fruto de experiencias anteriores, y desarrollas un rechazo hacia esa persona que se manifiesta con una conducta hostil.
- Pero, yo no soy así, soy cariñosa, agradable, abierta.
- Delia; debes saber que habrá personas que sólo busquen tú cuerpo; eso puede pasar, pero puede que existan otras que se enamoren de ti, de tú intelecto, de tú cultura, de tú simpatía, de tú físico (no hay que olvidarlo), es obvio que tienes un gran físico… Ten en cuenta que habrá cosas que no puedas cambiar: No podrás cambiar que determinadas personas sólo busquen en ti sexo; si te interesan adelante, si no es así a otra cosa.
- Verás; yo me entrego en todas las relaciones, aunque es verdad que siempre pienso que me van a engañar, que pasará lo que otras veces.
- Eso es Delia; abre las puertas pero mantén la atención, no olvides que algo puede salir mal pero la vida es así; todo tiene un principio y un fin, y el cambio forma parte de la vida.
- Gracias; me has animado el día: Puede que hoy tenga que plantearme cambiar.
- Yo creo como te decía, que al tener esos pensamientos, eres tú misma la que acaba con la relación, eso confirma y refuerza tú hipótesis una y otra vez; hasta llegar al punto en el que estás.
- Desde luego hoy no me encuentro bien, pero creo que has sentado un ápice de esperanza en  mi desesperación.
- Mira Delia; hay gente que estará a tu lado por lo que eres y no por tú imagen, sólo tienes que buscar bien y ser paciente.
- Desde luego, como decía mi madre: He encontrado a alguien que me aprieta las tuercas; Por cierto: ¿No estarás casado?...

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