jueves, 23 de agosto de 2012

MIEDO



Mary; salió a la calle como todos los  días, se metió  en el rebaño de almas que se desplazaban  a su vida diaria, y se sumergió en el aislamiento de su pensamiento aventurero. La monotonía había invadido su alma, su rostro desprendía un tufo de nostalgia y de melancolía que la delataba como infeliz, como  extranjera en su tierra, como distante en un mundo en el que había depositado su infancia, su adolescencia y parte de su madurez, pero donde había tocado techo, donde el amor había pasado por sus labios pero casi sin llegar a saborearlo se marchó por donde había venido.
Era el miedo: vértigo a lo desconocido, a la espera, a un horizonte tan cercano y tan lejano a la vez, que condena al ostracismo a la esperanza, esa sensación de parálisis que bloquea los sentimientos, ese miedo que genera prejuicios imaginarios en la soledad del cuerpo. Somos libres, nadie es de nadie; decía ella en la intimidad reflexiva del pensamiento: “El ser humano es libre, y no es responsable de sentir como siente, cómo se emociona, de amar aunque genere dolor”.
Entre el hedor,  y el rebufo del impulso de masas rellenas de individuos que iban al encuentro de su monotonía, a Mary le temblaban las piernas…Fue cuando percibió de forma nítida la necesidad de un cambio, de dar un giro a su vida, de romper con el engranaje oxidado de toda una vida: ¿Eran sus padres los que la ataban?, ¿Era su familia?, ¿Era su fidelidad a sus orígenes?, ¿Era el miedo a lo desconocido?: Probablemente un poco de todo, casi  siempre los hechos de los humanos son multicausales.
Pero lo fundamental, era ese miedo que bloquea la conducta del ser humano, miedo a romper vínculos que nos arraigan a nuestros orígenes, a nuestra vida, a nuestros sentimientos, a nuestras ideas… La mente es bastante conservadora, y por muy aventurera y transgresora que fuera Mary, que  lo era, se paseaba por ella el pánico escénico de romper y empezar una nueva vida.
Era también el miedo al dolor que  acumulaba de sus relaciones amorosas anteriores el que le paralizaba. Es difícil acercarse a una situación sin barreras creadas por experiencias traumáticas anteriores, una cobertura de desconfianza rodeaba sus relaciones; pero en el fondo quería tener a alguien con quien compartir sus miedos, sus angustias, sus ansiedades, alguien a quien poder abrazar, alguien a quien poder arropar por las mañanas, alguien que rellene el silencio de la ausencia, alguien con quien llorar en las noches frías de invierno, alguien con quien reír cuando la alegría nos invade.
Esa era la cuestión: Vencer el miedo, y poder emprender una vida con el riesgo de equivocarse, pero como siempre decía  Mary, y siempre digo yo: “Es mejor arrepentirte de lo que has hecho, que arrepentirte de lo que has dejado de hacer”: Esa es la clave querida Mary, esa es la clave.

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