sábado, 14 de abril de 2012

MI COCINA FAVORITA III: LA MANZANA DE ROSE


Bebedora de absenta, Picaso, 1901.

Tomó su manzana con un movimiento suave y armonioso de su ocultado hombro, aprisionó la redonda y brillante fruta entre sus habilidosas y delicadas manos, y comenzó la operación que a menudo hacía en la “mesa de desahogo”. Un esculpido y diminuto cuchillo, que mis queridos y admirados habitantes de mi cocina favorita denominan puntilla, se deslizaba por la epidermis de la  invadida manzana por  “la gran Rose”.
 La puntilla depilaba la piel con un paso rítmico; el crepitar de la pulpa al separarse de  su cobertura, emitía una melodía que penetraba en mi oído interno y comenzaba  a sentir una sensación de paz interior que endulzaba mis emociones y las colocaba en un estado de sofronización ligera, que hacía sentirme plácidamente relajado y feliz.
La afilada cuchilla no paraba de bordear los vericuetos redondeados de esa obra de arte, y configuraba unos canales redondeados, construidos restaurando y eliminando toda arista que impusiera una imagen antiestética  de la esculpida manzana. Es un alivio saber que el proceso dura como mucho un par de minutos, porque de no ser así caería hipnotizado en la mesa de desahogo, ante la bochornosa situación de tener que ser reanimado por los miembros de mi cocina favorita.
Aquel acto terapéutico me hizo pensar y confirmar mi creencia cada vez más consolidada, en que es más interesante el individuo que el grupo; es importante conocer a los grupos en los que la individualidad se diluye para formar parte de la masa que cumple una función bien sea emocional, social, laboral o todas ellas a la vez; pero cualquier influencia externa en la que se ponga de manifiesto las peculiaridades personales de algún miembro, dispara las emociones que habitan en nuestro mundo interno y subconsciente, y aparecen proyecciones emocionales en forma de alegría, envidia, angustia, desagrado, desesperación, e incluso odio contenido.
Me conmocionó Rose con la simbología estimulante de los instintos más profundos del grupo, más reptilianos, más animales, con aquella escultura que configuraba en aquella mesa de encuentro, mientras mi mirada se deleitaba admirando las cualidades creadoras de mi admirada amiga;  y las miradas del grupo invadidas  por la sorpresa, de mi tendencia a destacar nimiedades en las que ellos nunca habían reparado.
Una vez una luciérnaga que era perseguida por una serpiente, cansada de huir, se paró y le dijo: -¿Por qué me persigues si no formo parte de tú cadena alimentaria?-
- La serpiente sorprendida, le dijo: quieres saber porque te persigo de verdad: “simplemente me molesta que brilles”-
Pues bien, en los grupos las personas que brillan y eclipsan a los demás o al menos el grupo lo percibe así, pueden ser condenadas al ostracismo, pueden ser perseguidas y desprestigiadas pues su presencia se vive como una amenaza para el individuo y para el grupo; es fundamental que los líderes protejan a las personas creativas y brillantes, y se trabaje la envidia y las emociones derivadas que provocan y que afectan a la dinámica del grupo, depurando los efectos tóxicos, y entregándolos  al grupo como herramientas constructivas.
Al final en la mesa de desahogo, la manzana curvilínea era devorada bajo los labios de la gran Rose, mientras entendía que las emociones negativas causadas por mi osadía en admirar  la escultura de mi amiga, eran digeridas en el estómago pausado e inteligente de mi cocina favorita.

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