martes, 17 de enero de 2012

MÚSICA TERAPÉUTICA

El paseante me pidió que explicara qué era la música para mi,  escrbí el siguiente artículo:
Sala de conciertos de la casa de Edvard Grieg (Compositor Noruego)
 
MÚSICA TERAPEUTICA
Siempre he necesitado expresar mis sentimientos: Ante una infancia de reclusión en mí mismo y una adolescencia hiper-rebelde en la que mi visión del mundo era completamente ego- centrista, y me refugiaba en la marginalidad como instrumento de adaptación a la incomprensión paterna y social; surge la necesidad artística como elemento de apertura y comunicación con el mundo, como mecanismo de liberación de emociones, y como fuente del placer del que crea.
Hoy se que necesito crear, sea por el medio que sea; por aquel entonces era un sistema para comunicarme con el entorno, en el contexto de un niño y adolescente invadido por una fobia social, marcada por una baja autoestima.
Mi padre me compro un órgano electrónico de dos pisos; un gran mueble que contenía dos teclados, ritmos de batería en la parte inferior, con los pies se tocaba el bajo, y una amplia gama de sonidos desde la guitarra hasta el acordeón completaban los registros del instrumento. Una maravilla para la época, y la envidia de mis amigos.
Aunque fui a clase de solfeo y piano, mayoritariamente fui autodidacta; y sobre todo siempre me ha gustado tocar todos los palos de la música o de cualquier cosa: piano, guitarra, batería, etc.
Recuerdo que pasaba largas horas pegado al órgano; tocaba y retocaba a los clásicos: Vivaldi, Mozart, Pasodobles, Canciones Populares, The Beatles.
La Música ha sido para mí un refugio emocional ante mi percepción de un mundo agresivo, que no me comprendía. La música con su melodía transformaba mis pensamientos en ideas emocionales que producen placer creativo.
El refuerzo de oír a mi familia decir lo bien que lo hacía; y la repetida frase por parte de mi madre: “Este chico tiene oído musical”, mejoraba mi autoestima, muy afectada por aquel entonces. Por tanto es aquí donde reside una parte importante del valor terapéutico de la música.
Crear, sentir, emocionarse y emocionar a los demás son efectos que tienen una gran importancia en una personalidad en construcción incipiente. Podría decir que durante mi infancia y mi adolescencia, fue la música la que me salvó de una gran depresión.
El desahogo de interpretar al gran J.S. Bach, me permitía liberar pensamientos autodestructivos, fruto de un contexto familiar poco flexible, y muy estricto en el cumplimiento de determinadas normas sociales.
Fue a los 15 o 16 años, cuando mi espíritu musical me hizo formar un grupo. Yo tocaba la batería, quería cambiar, quería golpear fuerte el tambor y el platillo, para liberarme de la angustia y agresividad que invadía mi alma.
El grupo se llamaba “Mástil”; y tocábamos Pop-Rock. Lo formábamos grandes amigos (“Jorge”, “El Body”, El Chino”, “Juan Carlos”, y yo: Tocábamos en fiestas de amigos, en las fiestas de Aranjuez.
Recuerdo cuando compramos mi batería: Fuimos a Madrid a por ella en el antiguo tren de Aranjuez-Madrid; después de montar todos los artilugios de la misma, partió el tren y nos dejó en tierra; recuerdo la angustia de no poder abrir la puerta del tren en marcha. Gracias a que dentro se encontraba un conocido, apodado “Juan el Loco”, podéis imaginar el perfil del personaje. Le chillamos a Juan que nos guardara el instrumento en la Estación de Aranjuez. Al llegar, sorprendentemente estaba Juan guardando y protegiendo la batería. Desde entonces Juan fue un fiel seguidor de Mástil.
Interpretábamos canciones de los Beatles, Burning, Miguel Ríos, y canciones propias que mostraban las inquietudes que teníamos por aquel entonces. Recuerdo un estribillo nuestro: “Cabezas nucleares, anillos de Satán, si no nos protegemos un día nos matarán”. Estábamos muy preocupados por el riesgo de guerra nuclear, reflejo de la guerra fría. Tratábamos otros temas como el amor, la libertad, la ecología, etc.
Recuerdo esta época como mi salto al mundo de la comunicación y expresión artística. El placer que supone estar en un escenario y poder comunicarte con un número elevado de personas, era una gran fuente de satisfacción y de orgullo, y un mecanismo muy potente de relación, evolución, e inyección de autoestima.
Ahora sé que siempre me quedará la música como refugio de la melancolía y recuerdo de un pasado reciente, y como fuente de gestión emocional y sosiego de un espíritu creativo y en continua evolución.

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