domingo, 14 de julio de 2013

!VIVA CUBA LIBRE!

Cuando llegué a La Habana me quedé sobrecogido. Invadido por una magia sobrenatural;  recorría mi sudoroso cuerpo, un escalofrío que se relacionaba con la humedad y la brisa suave y salsera de esa fantasía que se había ido construyendo a golpes de imaginación en torno a lo que sería este viaje.
 Bordeando el Malecón; se departía a lo lejos un mambo cubano en una orquesta callejera de negros, mientras la vibración de la música movía mis emocionados pies de camino hacia la estancia que habíamos pactado…
El resto del grupo, sabía que ese silencio turbador era necesario para procesar aquella imagen colonial, que me llevaba a recordar lo que había leído sobre mis antepasados que estuvieron en la guerra de Cuba. Aquellas construcciones descascarilladas por el paso del tiempo y por la dejadez me devolvieron a la nostalgia, al pasado de mi bisabuelo  que estuvo allí en 1895 para detener la insurrección cubana.
De repente; me estrellé con la realidad  ante un negro con un inmenso mostacho blanco que en los extremos se desplazaba hacia el cielo configurando dos caracoles impecables.
- ¿Vienen de la madre patria?- Algunos aún consideran a España como la madre de cuba…
- Somos de España- contesté con un tono de temor; ante la entrada en acción de un desconocido.
- ¡Qué bueno!; durante mucho tiempo España fue la opresión, y ahora es  un símbolo de libertad – Marcelo, que así dijo llamarse, giro su cabeza en derredor en busca de  algún soplón, y en forma de susurro endulzado por el entreverado acento isleño nos dijo:
- Saben que el Comandante en Jefe nos traicionó… Yo participé en la revolución contra Batista: “Un gobierno del pueblo, pero sin el pueblo”: Una Aristocracia disfrazada de comunismo, y bienestar para todos: Miseria, hambre, atraso, y sobre todo ausencia de algo por lo que luchábamos en 1959: La libertad.
Todos teníamos algo de miedo; ese miedo que procede del desconocimiento de los pueblos, de sus costumbres, de la sorpresa. Pero los cubanos son así de acogedores, les encanta hacer de anfitriones sin ningún interés. En aquel momento tanto Ruth, como Carlos, Andrea, y yo mismo desconfiábamos de aquel racial cubano que nos quería hacer de guía. Pero el riesgo forma parte de la vida y de los viajes. Nos movíamos entre el miedo a que nos pasara algo, y la curiosidad de lo que nos podría mostrar ese pedazo de historia de Cuba.
- Si me acompañan les mostraré mi tierra, les mostraré parte de mi vida...
Nos miramos con cara de miedo, y sin decir una palabra hubo consenso en seguir a Marcelo. Estábamos alojados en el Mítico Hotel Cohiba de la Habana; dejamos las valijas como decía Marcelo, y tras una ducha rápida, en menos de una hora estábamos listos para una de las aventuras más impactantes de mi vida.
Tomamos su jeep ruso de los 60, que se “caía a cachos”, pero nos aseguró que funcionaba perfectamente que no nos dejaría tirados…Tomamos el impactante coche en el cual Marcelo aseguraba que había llevado al  Comandante Ernesto Che Guevara en Sierra Maestra. Me interesaba mucho cómo un tipo tan implicado en la revolución se había decepcionado de esa manera. Fue entonces cuando saqué mis preguntas más provocadoras para extraer la historia de ese  hombre.
- Marcelo: ¿Cómo fue la revolución?.
- Verá yo bastante ignorante, joven e inculto. Mis padres eran campesinos en Sierra Maestra y todo ocurrió tan rápido. Cuando por primera vez oí hablar a Fidel, me sedujo completamente, convencía a cualquiera. Los campesinos queríamos salir de una sociedad corrupta, y desigual como la que impuso Batista.
No me interesaban tanto los hechos, como su evolución personal hacia la decepción, pero pensé que para llegar a las profundidades era mejor conectar con Marcelo a través de los recuerdos históricos…
- ¿Cuál es el recuerdo más positivo que tienes de la Revolución?
- Recuerdo la entrada de Castro triunfal en Santiago de Cuba y su primer discurso. Hubo una simbología no preparada, que elevó a los altares al Comandante en Jefe. Una de las palomas que soltaron como símbolo de la paz, se posó sobre su hombro y permaneció allí durante todo el discurso. Eso era como la constatación de que Castro era el elegido, para un pueblo Santero y religioso eso fue el nombramiento divino de Fidel…
Mientras conducía, Marcelo nos fue hablando de los comandantes, con esa nostalgia amarga que te otorga la decepción. Del que mejor hablaba era de Ernesto:
- Ernesto fue con el que más conecté, pues era el más humano y el más cercano. Siempre me preguntaba por mi familia. Recuerdo que me decía: “Marcelo la revolución es la fuerza que tenemos los pobres para liberarnos del Hambre, la opresión y la miseria”.  Siempre dudé de que la violencia y la muerte estuvieran legitimadas por la revolución, pero entonces era joven y pobre, y aquellos barbudos eran mis referentes, mis ídolos, nuestra esperanza.
Ruth, con esa habilidad que tenía para conectar con cualquier persona sensible, y ese hombre lo era, continuó con el interrogatorio.
- ¿Qué le decepcionó Marcelo?- Espetó la mujer que había viajado a Cuba diciendo que cuando llegáramos nos separaríamos: Los hombres iríamos por un lado y las mujeres por otro, pero parecía que aquello había quedado en el valle del olvido.
- Linda Mujer Española; me tocas la parte más amarga de mi vida: Fidel empezó encarcelando a compañeros que discrepaban de él…Mi hijo murió en la cárcel por publicar un artículo que denunciaba la prostitución infantil en Santiago de Cuba; es una de las mil razones que podría exponerte para expresar mi dolor y mi profunda decepción con el régimen. Ernesto no hubiera consentido que mi hijo muriera en la cárcel-
Marcelo estaba empeñado en dotar “al Che”, de una diferencia importante con respecto al resto de barbudos…Destacaba nuestro guía, su humanidad por encima de su ideología. El decía algo que le confesó la última vez que le vio: “Marcelo: La libertad del hombre está por encima de cualquier ideología, la dignidad precisamente descansa sobre la libertad de elegir”.  
Confieso que pensé en decirle que le hacía diferente que había muerto de forma precoz, pero lo sopesé;  puede que le decepcionara mi opinión, y eso rompiera la confianza y el clima que se estaba creando.
- Mi evolución personal también ha ido a la par con mi vida militar: Casé con una revolucionaria cuyos ojos miraban sólo por la ceguera del Comandante en Jefe. Yo era un traidor para ella, que había renegado de la revolución porque me había aburguesado… “La libertad no importa si triunfa la revolución”… Barbaridad repetida hasta la saciedad para justificar sus miserias y  sus inseguridades, y las de los suyos. Me enamoré de una bailarina que veía el mundo por sus ojos azules llenos de pasión… Ella se quedó en España como refugiada política… La echo mucho de menos, hace 5 años que no la veo, mi alma está dolorida, llena de cariño guardado para mi pequeña Roxana…Tengo que verla no puedo más….- De los ojos de Marcelo se desplomaron dos lágrimas que fluían hacia la comisura labial, que las apartó bruscamente con sus manos ennegrecidas y groseras.
Viajábamos saltando con el carro  por un camino lleno de selva frondosa a ambos lados, cuando llegamos a una Mansión colonial donde decía que vivía Marcelo… Desde la ventana se oía música salsera:
“Dale bien, dale bien.
Bailador, bailador.
Cógele el vaivén, con sabrosura…..”

La casa blanca- amarillenta por el paso del tiempo, yacía en medio de una plantación de tabaco que ahora no producía, en la que habían trabajado los bisabuelos de Marcelo como esclavos, y que Fidel se la concedió  como pago por su implicación en la lucha armada. En una mecedora que se movía al son de la música, contemplaba la vida la Abuela Simona con más de cien años, testigo viviente de la esclavitud, de la revolución, y de la decepción de su nieto. La Abuela Simona era gorda, rechoncha pero con una cara tan dulce que distraía al mirón… y se olvidaba de sus carnes. La imagen era como de otra época; de hace un siglo, como si el pasado se hubiera detenido allí. Bajamos del Jeep  y subimos por la rechinante escalera de madera que nos condujo al porche de la casa…Marcelo nos presentó a la Negra Simona <Así era como la llamaban>; nos situamos alrededor de la abuela, y mantuvimos una pequeña conversación.
- Abuela; son amigos de España.
- ¿Cómo están; mis hijos?- Preguntó Simona de forma cortés con ese acento cubano musical, mientras de la ventana salía un grito de ¡azúcar!... <Y con esa yerba se casa usted, y con esa yerba se casa usted>…sonaba por Celia Cruz salsa cubana- ¿Cómo está la vieja España?- preguntó la abuela.
- Bueno con mucha crisis, como en todas partes- Carlos no se había dado  cuenta de la vida que llevaba el pueblo cubano desde hace años…
 Simona sonrió mientras dos hoyuelos en sus inmensos mofletes endulzaban  la escena. Simona había navegado por crisis desde que nació; como esclava, como negra con Batista, con hambre, y ahí estaba en su mecedora como símbolo de la  capacidad de supervivencia del  ser humano, por encima de la opresión, torturas, sudor, y lágrimas. Muy sosegada la negra espetó:
- La Vida es crisis para mí; pero saben que es lo peor…se lo diré: El desprecio del poderoso por el ser humano, la indiferencia con la que tratan a los ciudadanos, la humillación de saber que los que usaron a los campesinos para hacerse con el poder, no se diferencian en nada con los señoritos españoles dueños de esclavos, o los militares dictadores, los que representaban a los pobres aún son más miserables que los que nacieron con posibles- Esa demoledora aseveración me hizo darme cuenta de que Cuba llevaba 50 años en crisis, con cartillas de racionamiento…La verdad es que nos impresionó el brillante discurso demoledor de la vieja negra Simona.
Marcelo; nos invitó a pasar al interior de la casa: Cuando abrió la carcomida puerta, un bofetón de sonido entró en nuestras entendederas, el gruñido intenso de un contrabajo, unas guitarras suaves, una trompeta y por supuesto unas maracas…….”Cuida eso que vale un millón de pesos, cuida eso que vale un millón de pesos”…Cuando llegamos al salón nos encontramos con una foto impactante: Una orquesta en toda regla; y un salón de baile con tres parejas que a ritmo de la vieja trova Santiaguera movían su son… hasta a Carlos que alardeaba de ser más de barra  que de baile se le iban los pies y una negra le arrancó su timidez a través de  sus caderas. Por supuesto Ruth me invitó a bailar,  no pude negarme ante ese inmenso éxtasis de ritmo y emoción: “Maria Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que Maria Cristina me quiere gobernar…”
Marcelo tomó a Andrea de la cintura y la arrojó al centro de la pista… Estuvimos durante horas bailando, perdí la noción del tiempo, todos nosotros nos fundimos entre ellos como oriundos de la isla; copiamos sus gestos, sus emociones, su ritmo. De un armario caoba Marcelo sacó una caja de puros y unas botellas de Ron. Carlos me miraba pensando en las veces que habíamos recreado esa escena: “Unos cohíbas y ron cubano”. Encendimos unos habanos robustos los que quisimos; y nos deleitamos con esa joya bien torcida y conservada con la humedad natural de Cuba… He probado muchos Habanos, pero aquel fue el Cigarro de mi vida. Todo era de un romanticismo extremado: La mansión colonial, la orquesta salsera, la Abuela Simona, Marcelo como testigo de la historia de los Comandantes, El olor a habano en la tierra del mejor puro del mundo, el ron que ante el sofocante calor nos anestesiaba, todo creaba un clima de pasión y alegría que nos entregaba a la fiesta y al baile.
La caída del sol se hacía patente cuando mi habano agonizaba en mis labios;  decidimos salir al porche a comer algo con Simona…. Alrededor de una larga mesa, aquellas mujeres sacaron un poco de arroz, frijoles, papas fritas, plátano, huevos, y verduras… Todo tenía un sabor fantástico en aquel ambiente y en aquella compañía…No se atrevían a hablar por la desconfianza que imponía nuestra presencia, cuando Marcelo provocó a un tal Zacarías:
- Zacarías: Contad a estos amigos vuestra historia-. Aquel negro oscuro como la noche, con unos ojos que desprendían pena y sufrimiento, no se animaba a decir palabra alguna, hasta que la abuela le dio su beneplácito- Zaca: ¡cuéntalo!-
Zacarías había sido uno de los comandantes que había nombrado Fidel en Sierra Maestra; hasta que mataron a su suegro. Se empeñaron en que había luchado y asesinado a revolucionarios con Batista.
- Mi suegro era un norteamericano afincado en la isla. Le acusaron de pertenecer a la CIA en uno de esos juicios populares públicos multitudinarios organizados por Fidel. Fue uno de los gringos que vinieron en busca de fortuna a la isla, se casó con una criolla y creó una plantación de caña de azúcar que le fue expropiada tras la llegada del Comandante en Jefe. Me enamoré de su hija por casualidad: Un día al salir ella de la escuela me encontraba en un camión que se desplazaba hacia su hacienda y ella yacía herida en el camino, se había lastimado un tobillo; contaba entonces con 18 años. Aquello sí que fue un flechazo. Empezamos a vernos a escondidas pues su padre no aprobaba la relación con un revolucionario, pero acabamos casándonos nada más entrar victoriosos en Santiago de Cuba. Poco duró la felicidad; me arrebataron a mi suegro y a ella por ser gringa, hija del gobierno imperialista opresor. La realidad es que eran unas buenas personas que vinieron a sobrevivir a Cuba, como muchos otros, eso me hizo alejarme del régimen, y ahora soy “persona non grata”, que en reiteradas ocasiones he sido detenido y llevado a la cárcel.
- ¡Qué historia!...tremenda….Afirmé pidiendo una tregua para digerir todo lo que estaba pasando…
Tantas historias y emociones nos habían llevado hasta las 2 de la madrugada, y ahí quedaban aún La negra Simona, Marcelo, Zacarías, y domingo <el hermano de Marcelo>… Era tan tarde y la distancia del hotel tan lejana que nos ofrecieron  quedarnos a dormir allí, y así mañana aprovecharíamos para bucear con unos conocidos suyos… Dormimos en la colonial casona, estábamos tan cansados que no tardamos en entregarnos a los sueños de morfeo…
Al día siguiente: nos despertó un pitido de un todo terreno que se acercó a la casa con un remolque con una lancha; imaginé que era el conocido de Marcelo que nos llevaría a bucear…
Desayunamos con Mario el buzo, así lo llamaban por su profesión… Marcelo, Zacarías y Domingo tenían hoy una mirada diferente, como de preocupación de ausencia que no sabía interpretar. En el desayuno noté un tono de despedida como si ya no fuéramos a verlos más.
Nos fuimos hacia la costa, allí una patrulla del ejército Cubano nos interrogó, pero al ver que éramos turistas no hubo ningún problema….Nos metimos en los trajes de buceo con sus bombonas, y con Mario bajamos al fondo del Caribe: El paisaje era sublime; una sensación de Paz y libertad paseaba por  mi cuerpo… Marcelo, Zacarías, y Domingo se quedaron en la lancha que cuando subimos de la inmersión no encontramos por ningún lado…..
Al poco tiempo una explosión brutal  impactó en nuestras retinas, Un silencio valorativo y reflexivo invadió al grupo, mientras Mario el Buzo  sólo pudo decir:

- ¡Ya son libres para siempre!, ¡Viva Cuba libre!...

domingo, 7 de julio de 2013

EL DESNUDO DEL DIVO


- Antes de hablar y de conspirar, debéis saber querida Duquesa de mi intención de ver a la Reina para exponerle una tremenda herejía.- Espetó el gran Goya.
 - ¿De qué se trata?- Pregunto la Duquesa de Osuna, lanzando un guiño seductor al maestro.
- ¡Será descarado!. Me parece que el Rey Carlos debe saber esto.
- Desde luego debe ser muy grave: cuente, cuente D. Francisco.
- Querida Duquesa, me topé ayer con Clarita (que está sirviendo en casa de D. Manuel); y me contó que Godoy  se llevó a su alcoba a  Joséphine de Beauharnais.

- ¡Dios Bendito!; la mujer de Bonaparte.
- Es un crimen de estado Duquesa, una tragedia, de enterarse Napoleón entraríamos en guerra. Ese insensato Guardia de  Corps ha llegado demasiado lejos.
Mientras tanto el pueblo andaba  rebosante de gabachos, nos sentíamos invadidos. EL Rey Carlos IV permitió a Napoleón que pasara por España camino de Portugal, pero en realidad lo que quería el Francés era preparar una oculta invasión, en una España en la que había hambre, y la desconfianza en los gobernantes se incrementaba por momentos. Además el Heredero de la corona Fernando VII, conspiraba contra su propio padre. Una España convulsa, estimulada por la Revolución Francesa, la presencia del ejército vecino, y una corte plagada de afrancesados, con un Rey que mientras el pueblo entraba en crisis, el solo se preocupaba por cazar.

Pero mientras tanto un insensible seductor profesional se movía como pez en el agua por camas ajenas, por palacios impenetrables, con ilustres damas de distinta posición y poder. Siempre dije que es más importante el poder percibido que el poder real, el poder entendido como la capacidad que tiene un personaje de decidir sobre la vida de otras gentes, y en eso el llamado Príncipe de la Paz, apodado por el populacho como  “el choricero”, he de reconocer que era un artista.

Era capaz de seducir a hombres y mujeres, sobre todo a estas últimas, por su destacada habilidad de satisfacer las necesidades de cada cual; ese ilustre porte que le colocaba como analista observador de las más recatadas damas de la corte, esa fama que le consagraba como uno de los hombres más influyentes de la época, el propio amante de la reina Mª Luisa de Parma (fea y sin dientes) que contaba con el apoyo del tontorrón del Rey Carlos IV.
Su arte la desplegó  desde que llegó a Madrid procedente de su ciudad natal: Badajoz. El extremeño ingresó en la guardia de Corps, un cuerpo encargado de la custodia y defensa de La Casa Real. Esa cercanía con los reyes le permitió acceder con sus encantos hasta la cúpula del poder.

Corría el año de gloria de 1807; el Príncipe de la Paz, Duque de Alcudia y de Sueca, contaba con la confianza de  los reyes y una inmensa fortuna que le convertía en un ilustre y poderoso personaje.
- Querida Duquesa: ¿Me permite llamarle Pepa?; Pepa es más familiar, más cariñoso, me trasmite esa ternura infantil que me deja siempre impregnado su rostro.
- Mire vuestra excelencia que el asunto por el  que vengo es terriblemente grave, pero podría dejarme llamar Pepa o como desee vuestra merced.
- Nada debe turbar el sosiego de esa ilustre belleza que porta su noble estampa.
- Me abrumáis querido Manuel, ¿o debería llamarle Lolo?.
- Bueno Vayamos al asunto Duquesa-
La Duquesa de Osuna, Dña. Josefa Alonso Pimentel de la Soledad y Tellez-Girón era una mujer muy bella por la que el "Choricero" sentía gran atracción. En realidad el motivo de su visita tenía una doble misión, una racional: buscar la complacencia de Godoy, y otra sentimental: el   deseo tantas veces contenido, de terminar en los brazos del Príncipe de la Paz. Ella se engañaba a si misma esgrimiendo la defensa de sus intereses: “Es tiempo de revoluciones populares, y la nobleza necesita apoyos contundentes de la Corona”.

- Mi querido Manuel- Pepa cambió el tono sobrio y de estado, por uno un poco más frívolo.
- Adelante Duquesa- contestó Manuel con una sonrisa que delataba su interés por Pepa.
- Ha llegado a mis oídos, una impactante noticia que puede cambiar la historia de nuestra relación con Francia.
D. Manuel, esperando cualquier cosa, pues los chascarrillos   sobre los Nobles de Madrid, abundaban en el acerbo popular, y ya había oído una copla:
“Mientras va cabalgando Napoleón.
el Príncipe choricero se hace un cañón,
lleno de margaritas y de claveles para que  Josefina haga las leyes,
haga las leyes madre haga las leyes,
sin recordar que en  España mandan los Reyes”….

Pues efectivamente mandaban los Reyes, pero rodeados de una trama de aduladores y traidores de la patria, que pensando más en sus intereses personales que en los del estado, se entregaban a asuntos espurios, con la intención de recibir algún tipo de favor.
Los privilegios, el poder, el dinero, y el amor, son los ingredientes que han movido siempre la historia. Yo fui espectador de excepción  de la vida y muerte de mi amo; D. Manuel Godoy Y Álvarez de Faria, creo que aún no me he presentado: Soy asistente personal del Príncipe de la Paz, me llamo Jonás, y no debería contar estas intimidades, pero si no lo hago yo, mil batallas se quedarán  en el más absoluto ostracismo y morirán para siempre.

Godoy sin darle demasiada importancia al tono de trascendencia de la Duquesa. El poder es lo que tiene; eleva tanto las almas de los poderosos, que paulatinamente se van auto concediendo una divinidad que les eleva a los altares, y construyen su propia realidad basada en su poder y en su capacidad de poder mover los hilos de su entorno. Hay grandes diferencias entre el Manuel que conocí siendo un simple guardia Corps, y el Príncipe de la Paz: ambicioso, enfermo de gula y de fama, obsesionado por el poder, por las mujeres, por los franceses, y por si mismo.

Godoy se convirtió en un divo para sí mismo, alguien que se creía inmortal, intocable, imprescindible, un “Rey Sol” que consideraba que era el estado, y que su bienestar era más importante que el de España. Una vez me dijo mi amo: “Nunca cambiaré Jonás, lucharé y daré la vida por mi patria y por mis reyes”. Creo que ahora sólo daría la vida por el mismo, lo demás le da igual; y no hay más ciego que el que no quiere ver…

- Manuel: Se corre el rumor muy contrastado de vuestra relación con Josefina…
El altivo Godoy, sonrió de forma prepotente, y emitió su dictamen:
- Mi querida Pepa: !esa era la trascendencia del tema que ha suspendido mi siesta!.
- Pensé que querríais saberlo: Se ha difuminado por toda la corte y ha llegado a manos de D. Francisco de Goya: Ya sabéis la lengua que tiene el maestro, y desde luego tiene oportunidades como nadie para hablar con los Reyes…

- ¡No temáis Pepa!; se  cuidar de mi mismo y de mi honorabilidad.

La verdad es que mi señor estaba preocupado, yo le conocía muy bien, y sabía que esa noticia no le convenía que se supiera dentro y fuera de la corte, le podía traer consecuencias muy graves, para sus intereses con los Reyes y con los gabachos.

Pepa; sorprendida por la frialdad de Manuel, sólo pudo decir:
- Bueno siento haberos perturbado, pero pensé que estaba en juego vuestro pellejo.
- Me subestimáis Pepa. Volvamos al principio – Una vez más el ambicioso Godoy había recibido una de las informaciones por las que se le otorgaba ese poder omnipotente que le hacía conocedor de todas las tramas trascendentes para el estado. El había tejido una red de “seducidas por sus encantos” y por su influencia, que  por conseguir una audiencia con él,  le llevaban “comidillas” gratis, y le hacían cada vez más poderoso.
- Esos ojos, mí querida Pepa me dejan sobrecogido, me subyugáis y me lleváis a la locura más absoluta.
- Manuel: ¡qué adulador!.
- Pepa vayamos a mi despacho, y le explicaré algo.
- Me tomáis por una vulgar ramera de las que rondan por las tabernas.
- Dios me libre de  dudar de su honorabilidad. Sabrá usted que soy muy respetuoso con las damas de su clase.

Pepa que tenía el alma dividida entre el deseo que sentía por entregarse al cuerpo de  Godoy, y la barbaridad que le suponía esa idea de ser una más de la lista de amantes del Príncipe de la Paz, se contenía pero a la vez ardía en deseos de caer en sus brazos. Y al final acudió al despacho privado de Manuel.

- Pepa: Es usted una mujer muy atractiva; Me fijé en usted desde que llegué a Madrid, pero entonces para mí era inalcanzable-
El astuto Godoy quería consolidar su relación con la Duquesa, sabía que era una persona con muchas influencias en  España y en otros reinos como el de Italia. Manuel  Godoy no daba puntadas sin hilo, y ahí tenía un buen tapiz que tejer.
- No me hagas esto Manuel, sabes que te deseo, pero no puedo hacerle esto al Duque.
Descargó su culpa, la confusa Pepa buscando la piedad compasiva de Godoy, pero en realidad  lo que menos deseaba era que su culpa le frenara. La Duquesa de Osuna, invadida por una intensa pasión ante la cercanía de Manuel; se amarró a sus labios y a su cuerpo fornido y se devoraron mutuamente fundiéndose en un solo cuerpo sudoroso y lleno de acalorado fuego, que terminó arrojando al suelo todos los documentos y enseres de la mesa del despacho.
Los días siguientes fueron de trámites para mi amo. La Reina Mª Luisa le mandó llamar; el esperaba que fuera para pedirle las explicaciones pertinentes por el tema de Josefina, pero en realidad no se había enterado de nada. Estos monarcas son los últimos que se enteran de todo: Mientras Godoy yacía en el lecho real del Palacio de Aranjuez con la desdentada Reina; los guardias de Godoy tramaban implicar a D. Francisco de Goya en una trama ilegal de elaboración de grabados impúdicos del maestro distribuidos por todo Madrid. No le fue difícil a D. Manuel contar con la complicidad de la Santa inquisición que andaba detrás del pintor. Goya fue detenido y llevado al tribunal de la Santa inquisición por hereje. Pero mi amo no calculó los apoyos con los que contaba el artista. La propia Reina y el Rey Carlos intercedieron para que las autoridades eclesiásticas le soltaran.

Así fue; EL Rey Carlos le encargó al propio Godoy la liberación del apreciado pintor.
- Mi querido D. Francisco.
- Sabandija inmunda, espera a que salga de aquí y verás como la reina y todo el mundo sabrá de tus pillerías, y deslealtades.
- Mi querido D. Francisco, o debería hablarle en inglés como le habla alguno de sus amigos-
- ¡No sé de qué me habla!.
- ¿Tampoco conoce al Duque de Wellinton?; quizás él sepa quién es el autor del cuadro de su amante desnuda.
Francisco de Goya y Lucientes completamente desmontado y hundido por haber estado dos días en las mazmorras de la Santa Inquisición, no sabía qué hacer ni qué decir, se sentía pequeño e insignificante ante la información que le había soltado el poderoso Príncipe de la Paz: El había pintado el encargo de Wellinton del desnudo de la amante del Duque. Se vino abajo y sólo pudo callar y bajar la cabeza.
- Entonces Guardaremos los dos silencio por la cuenta que nos tiene; ¿no le parece D. Francisco?. Yo le libero de las garras de Monseñor Casoni, y usted a cambio se olvida de todo lo referente a mi persona.
- Acepto; le doy mi palabra…
Firmaron un pacto de caballeros: De allí no saldría palabra alguna que comprometiera la estabilidad del choricero. De nuevo Godoy salía reforzado, sin ningún tipo de desgaste. El inmenso placer que corría por sus venas al desmontar a otro de los influyentes de la Corte, lo hacía aún más altivo. Manuel Godoy había salido victorioso otra vez más.

Goya era un tipo vehemente y vengativo, y no olvidaría la humillación por la que le hizo pasar Godoy. Pero le tenía miedo, más que miedo era pánico. Sabía que contaba con los favores de la Reina Mª Luisa, y no le convenía que su nombre sonara  de nuevo después de lo de los grabados, pero por su cabeza las ansias de venganza contra mi señor no le dejaban vivir. Para ello trazó un plan para acabar definitivamente con él.

El  19 de Marzo de 1808, coincidiendo con el traslado a Aranjuez de los Reyes, Francisco de Goya logra introducir en la habitación de La Reina, tras visitar el palacio antes de que llegaran los monarcas, un documento que acusaba a Godoy de robo al Estado Español, a favor de los franceses para el pago de soldados y armamento. Mi señor se encontraba en el palacio cuando una masa popular con antorchas y enseres de labranza se dirigía a su palacio. Gritaban a favor del Príncipe de Asturias, y contra Manuel Godoy: “muera Godoy”, “muerte al Choricero”. Quien iba a pensar que D. Manuel se asustaría ante aquel populacho, donde también se vislumbraban algunos nobles a caballo, como el Conde de Montijo (que le aclamaban como “El tío Pedro”). Godoy se dirigía al pasadizo que unía su palacio con el Palacio Real, buscando la protección de la Reina Mª Luisa; cuando llegó un emisario de la casa real a traerle una carta de la Reina.

Querido Manuel:
Te he amado, deseado, y defendido hasta la saciedad; pero ya no puedo pasar por esto. El Rey se ha hecho con un documento que te implica en una trama de traición al Reino de España, y a favor de los intereses de nuestros vecinos los Franceses.
No te molestes en venir; desde este momento rompo todo tipo de relación con tu persona.
Te he querido mucho, pero me debo a mi pueblo y a los intereses de la Corona.
Fdo: Yo, La Reina Mª Luisa.
Mientras el Conde de Montijo y el populacho se agolpaban a las puertas del Palacio de mi señor, Godoy repasaba su vida:
- Ahora ya nada es como antes; en unas horas mi vida ha pasado a no tener sentido: Los Reyes me repudian, mientras el pueblo me culpa de sus males y la situación de España.
- Señor, no se apure, seguro que esto pasa y volveremos a ser como antes…

- No Jonás: Cuando tienes poder quieres tener más. La ambición obsesiona, ofusca, te aleja de tu verdadero yo. Construye una capa difusa que te lleva a tener conductas indeseables con el fin de conseguir más poder, más dinero, más …… Vives en un estado permanente de alienación que justifica cualquier acto para  conseguir tus objetivos. Pero cuando todo ya es nada, cuando tu poder se evapora de repente, cuando empequeñeces de un plumazo, te crees que no eres la misma persona, que te has desinflado como un globo. Ves que el mundo que antes te ponía la alfombra roja, hoy te pone una manta negra opaca, que te retira de los circuitos del poder, y entonces te encuentras con la verdad, con lo que siempre fuiste, con el ser humano que has llevado a la espalda pero sin hacerle mucho caso.

- Mi Sr, permaneceré a su lado. Ahora intentemos huir…
- No podremos huir…lo único que me queda es pedir clemencia, hacer uso de la humildad que dejé hace tiempo en la Guardia de Corps. La dignidad, la humanidad, y la honradez, las cambié por la codicia, la mentira, y la soledad del poder.

Mi Señor, estaba destrozado, con la moral por los suelos, y con un gran sentimiento de culpa de lo que fue y de cómo fue: El Ambicioso personaje en el que se convirtió,  que utilizó su capacidad de seducción para conseguir sus fines;  trabajó con la maquiavélica visión de que el fin justifica los medios. Y los fines y los medios fueron cada vez más cuestionables. Pero ahora eso formaba parte de su pasado, era el momento de afrontar las consecuencias de todos sus actos, de enfrentarse al juicio de las masas que reclamaban la abdicación del Rey y la subida al trono de Fernando VII. De pedir perdón, y de perdonarse a sí mismo.
Una veintena de hombres treparon con cuerdas hasta alcanzar los balcones del palacio, y penetraron en su interior hasta llegar a donde estábamos: Mi jefe sólo pidió que no me mataran a mí, el cabecilla dijo: - Hay que llevársele al tío Pedro-. Me preguntaba quién sería aquel  tío Pedro; por mi cabeza pasaban las peripecias de mi señor; las cuales nunca me parecieron bien, pero mi fidelidad hacia su persona no me permitía ni tan siquiera discrepar.
- Tío Pedro: Ahí tienes al choricero: ¿Le matamos ya?.
- Calla animal, aquí nadie matará a nadie- gritó el Tío Pedro, que parecía el líder de la revuelta.
- Dejadme solo con él…..- Ordenó el Tío Pedro. 

Manuel Godoy tenía miedo, mucho miedo. Era la primera vez que se sentía insignificante, una “piltrafa humana” en manos del pueblo. Su suerte dependía de ellos, y no podía pedir la protección del Rey; la Reina dejo clara su postura. Ahora ya todas sus riquezas y todo su poder lo había perdido de un plumazo. Ahora lo único que le quedaba era confiar en la clemencia y humanidad del Tío Pedro. A Manuel le resultaba muy familiar el rostro y la voz del líder del Motín, pero no alcanzaba a identificarle.

- Godoy: ¿Sabes lo que queremos, verdad?- Preguntó con tono autoritario el tío Pedro-
- ¿Acabar con mi vida?….- Manuel se dio cuenta de que el tío Pedro era el Conde de Montijo, y le relajó saber que la revuelta la dirigía un noble, era como identificar a uno de su clase, que aunque obviamente no era partidario del Príncipe de la Paz, suponía que tendría piedad en el caso de que corriera peligro su vida.
- No Godoy, no nos sirves muerto, nos sirves vivo: Exigimos que abdique su majestad Carlos IV en su hijo el Príncipe de Asturias. Este País necesita un Rey que defienda los intereses del pueblo Español. 

Manuel Godoy; entendía perfectamente la jugada; El conde de Montijo quería que la persona que más influía en el gobierno del Reino, sirviera de emisario ante la corona. Montijo no sabía la mala prensa que tenía Godoy en estos momentos ante los Reyes, pero no le quedaba otra. No podía decirles al tío Pedro y al pueblo enfurecido que no le pediría al Rey su abdicación. Era un ejemplo de la importancia que tiene el poder percibido por los demás frente al poder real.

- Está bien; iremos ante el Rey y hablaré con su majestad, en nombre del pueblo.
Entre varios tomaron a Manuel Godoy y lo arrastraron detrás del tío Pedro, y la masa del pueblo para llevarle ante el Rey. Mientras tanto yo fui con él, necesitaba mi apoyo, no podía dejarle en la estacada. Godoy sería lo que fuera, pero siempre me protegió y me trató como si fuera de su familia. Mi Sr, con mal aspecto: La camisa desgarrada, con sangre en el rostro, y con un nerviosismo que le hacía tener una voz titubeante e insegura fue llevado ante los Reyes. Nunca hubiera pensado que el narciso que era hace unos días se iba a convertir en una tortuga asustada.
- Majestad: Me trae el pueblo a empujones para pedirle su abdicación.
- ¿Cómo os atrevéis a pedirme nada?, ¡cobarde traidor!...
- Majestad eso son infamias de mis enemigos; os ruego que confiéis en mí, se lo explicaré todo.
- No es momento de explicaciones; He decidido abdicar, para que mi hijo Fernando Reine.

El Rey Carlos muy afectado por la doble traición: la de Godoy, y las conspiraciones conocidas de su hijo, se sentía profundamente deprimido. Al ver al pueblo aclamando al Rey Fernando no le quedó otra posibilidad que la de ceder ante el pueblo.
Queridos amigos; la codicia, la ambición, la instrumentalización del poder, es una opción personal, hay otros caminos basados en el amor al pueblo, la ética entendida como que toda acción se impregne de bondad que se refleje en una conducta estética… Mi Señor usó sus habilidades personales, y su red de contactos, para dibujar un mundo de intereses personales anti-éticos y antiestéticos que le llevaron a la ruina. Cada uno recibe la cosecha que ha cultivado. 

- Mi querido Jonás, ahora que estoy en mi lecho de muerte, debo decirte algo: “Me mató mi ambición, mi ego. Me obsesioné por demostrar a los míos que llegaría muy alto, cuanto más mejor, y me olvidé que la forma en la que llegas es tan importante como llegar, y que si en el camino has ido poniendo zancadillas, provocarán antes o después una gran caída desde lo alto”.
- Mi Sr, Príncipe de la Paz, debe irse al otro mundo perdonándose a sí mismo.
- No tengo tiempo Jonás; tendría que pedir perdón a millones de personas, y sólo me queda un suspiro de vida.


Mi Sr Manuel Godoy, se fue al otro mundo con el tormento de haber traicionado a su pueblo, pero lo más importante: No se pudo perdonar la traición a sí mismo.