A Gilda le esperaba un nuevo horizonte, un nuevo amanecer se
había configurado en sus entrañas. Tomar conciencia era lo que ella había
hecho. La inercia del pensamiento de la rapidez
con la que vivimos, no nos permite ser conscientes de cuáles son
nuestras necesidades, y Gilda había tocado Fondo; se había dado cuenta de que
navegaba a la deriva, con el camino que le marcaban los demás; ya era hora de
tomar el rumbo de su vida.
Ella había hablado con su madre; y su última frase fue
reveladora: “Haz lo que te dicte el corazón”. Su madre la
adoraba, la admiraba porque sabía que era fuerte para poder afrontar cualquier decisión, y
cualquier situación por dura que fuera. Ser fuerte ayuda mucho. El
desequilibrio que provocan las crisis, hace que nuestra cabeza se desmorone,
que nos invadan las dudas, que la soledad saque nuestros miedos; y el miedo ya
se sabe, nos coloca en un estado primitivo de defensa, donde sólo se perciben
amenazas.
Bebo la había visto por última vez hace unos días, en aquel
banco, a la luz de la luna o del sol da igual, porque cuando uno está enamorado
de verdad sólo se tienen ojos para la amada, el entorno se desploma, se
desvanece, desaparecía ante la intensa adoración que sentía Bebo por Gilda:
Quería abrazarla, besarla, amarla, quedarse a su lado para siempre, pero ella
se tenía que ir, a arreglar muchas cosas, a definir su nueva vida…
Fue en aquel instante en el que Bebo tomó conciencia de su
amor, de que estaba ante un edificio difícil de destruir, unos sentimientos que
le habían llegado a lo más profundo, y que perdurarían en su corazón hasta la hora de su muerte: “A veces la vida
no nos deja volar”. Laura (amiga íntima
de Bebo); le había dicho: “Lucha por ella”…Pero Bebo pensaba en que las cosas
si tienen que ser serán. Los sentimientos eran claros, la distancia no los
había difuminado, ahora era cuestión de
tiempo, de que la calma permitiera empujar a los dos amantes a perderse en sus
brazos para siempre.
Esa mirada que Bebo sintió en sus adentros, se apoderó de su
razón, para saber que se moría por Gilda. La distancia te da perspectiva, pero
no cambia los sentimientos, sobre todo los más profundos: “Siempre que te vea:
miles de burbujas de amor se agolparán en mi interior. A veces me gustaría
congelar determinados momentos, conservarlos en un frasquito precioso de
cristal, y guardarlos para siempre”. Bebo sabía que los sentimientos que tenía
siempre se activarían al ver a Gilda, al oler su perfume, al pensar en ella, al
pasear por los sitios donde gestaron su amor:
“Siempre estarás ahí, siempre vivirás en mi pensamiento: La
mujer que me enseñó a amar, a sentir, a vivir con la certeza de que el amor
eterno existe y es para siempre”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario