En realidad no sabía lo que buscaba, pero era cierto que desde
hacía unos días sentía un desasosiego que se
iniciaba en el abdomen, y con un pequeño espasmo corporal llegaba hasta la espalda alta, desapareciendo
por completo en la apófisis mastoides, en el
final del cuello.
No me preocupaba pues no era un estímulo desagradable, sino
más bien placentero, como cuando uno descubre
que alguien le apasiona, como cuando un cuadro te fascina, o una
canción, o un poema.
Fue en el paseo marítimo en un mirador pegado al mar, donde
la calma y la tranquilidad adornaban las rocas diseminadas por el agua formando
un brazo rectilíneo, cuando percibí una luz brillante que decoraba el océano,
unos destellos dorados que me hicieron pensar en un enorme pez: ¿Qué podía ser
si no es así?. El hombre intenta explicar los hechos con códigos racionales,
pero en mi caso la racionalidad era más un deseo que una firme realidad.
La luz se acercaba despacio, y a intervalos desaparecía,
como si se sumergiera en el mar. El mirador se encontraba vacío, estaba
yo solo ante aquel fenómeno. Como mi imaginación es tan dada a jugarme malas
pasadas, pensé que podía ser una ilusión, o una alucinación, pero los
hechos constataban que aquella luz se
seguía aproximando a mi paradero.
Pensé en salir corriendo, pero un miedo paralizante y una
curiosidad obscena rodeaba mi cuerpo y me lo impidió. Al estar como a unos diez
metros de distancia; un vacío interior por la sorpresa perceptiva tomó mi
rostro: Se apreciaba el cuerpo de una
bellísima mujer, cara angelical, cabello moreno hasta los hombros sujeto con
una diadema de colorines, que parecían conchas pequeñas engarzadas; unos
carnosos y abultados labios rojos destacaban sobre su boca, iluminados por unos
llamativos ojos verdes cuya intensidad destacaba sobre el agua azul del mar.
Miré alrededor y no
vi a nadie, cerré los ojos y volví a abrirlos, por si era un sueño hecho
realidad. Al final decidí relajarme; y fuera lo que fuera era una experiencia
que debía pasar.
- Buenos días- Me dijo en un Español perfecto, pero con algo
de acento de alguna zona del este de Europa.
- Buenos días- Contesté sin saber muy bien lo que estaba
haciendo.
- Me llamo Tania.
- Me presenté, pensando que saldría del agua para poder
culminar el encuentro con dos besos de cortesía; pero Tania ni se inmutó,
parecía que flotaba en el agua sin esfuerzo alguno, como si estuviera rellena
de aire.
- Aunque no te lo creas, he venido porque me has llamado-
Cuando iba a emitir mi sorpresa por su afirmación, no me dejó, negando con la
cabeza y me dijo.
- No digas nada, déjame hablar: Estamos rodeados de cosas y
personas bellas, es cuestión de estar predispuesto a encontrarlas. El miedo a
lo desconocido nos cierra puertas que luego son difíciles de volver a abrir.
Todo lo que llega a tú imaginación es posible que pase, pero si el miedo te
paraliza nunca ocurrirá, y es más importante <no olvides nunca esto Tomy>
arrepentirte de lo que has hecho que de lo que has dejado de hacer.
Me quedé tan impresionado, que no supe qué decir: Aquella
mujer que conocía mi nombre, que leía mi mente,
con un formato físico que perfectamente encajaba con mi canon de belleza
ideal. Volví a dudar de la realidad de aquella situación, pero me fascinaba
tanto la historia que decidí continuar escuchando.
- Tienes nostalgia de un pasado que ya no existe, te
arrepientes de cosas que no has querido hacer, aunque te engañas argumentando
que no has podido, pero querido Tomy; gastas un tiempo inútil en depositar tus
sentimientos en el pasado. Por mucho que hagas, por mucho que te refugies en la
evocación que tú memoria te ilustra, ya no podrás cambiar nada: Los besos no
dados, los te quiero guardados, la pasión contenida, la obligación impuesta, la
locura frustrada; todo eso ya no existe. Existes tú, y tú eres dueño de tú vida
para escoger seguir arrepintiéndote de lo que no haces, o darte una
oportunidad.
Me relajé e intenté pensar en lo que me estaba diciendo, que
desde luego encerraba mucha sabiduría y profundidad. Quise hacerle una
pregunta.
- Tania: ¿podría Hacerte una pregunta?.
- Adelante es tú turno- contestó
- ¿Qué piensas que hace infeliz al ser humano?
- No aceptar el dolor y la frustración como parte integral
de la vida, como elemento clave en el aprendizaje. Bueno también las esclavitud
que os imponen vuestros pensamientos e ideas. La realidad la interpretáis como
menos dolor provoca en vuestra mente, como menor ruptura produce en vuestros
valores. Si hay algo que genera una fractura en vuestro esquema mental, lo
rechazáis y lo condenáis al ostracismo de la indiferencia.
- Pero uno no puede estar continuamente cambiando de ideas,
de esquemas, de pensamientos- Apostillé para ver por dónde salía.
- ¿Por qué no?: Evolucionar,
crecer emocional y racionalmente,
consiste en sustituir conceptos e ideas que nos gobiernan y nos hacen esclavos,
por otros más adaptativos, más abiertos, más tolerantes, menos dogmáticos.
Querido Tomy, el cambio forma parte de la vida, y quien no cambia se extingue.
Ante aquella rotundidad y
claridad pedagógica, no pude rebatir nada, reconocí que todo lo que había dicho
hasta ahora era muy razonable.
- Dime una cosa Tanía: ¿Para ti qué
es la soledad?; Pero aquella que sentimos cuando vemos que nuestra vida sigue
su curso, y que nos falta alguien especial para incorporar a nuestro camino.
- Uno se siente más que solo
incomprendido, aunque esté rodeado de gente; pero lo que verdaderamente os
daña, es no saber que tienes a alguien que te aprecia, te quiere, te admira,
llena tú vida de calidad y no de cantidad, te apoya, te mima, en algunos casos
te desea, te adora, se le iluminan los ojos cuando te ve, y un extraño
nerviosismo le produce tú presencia. La soledad es pues un resultado del
desamor, no tener a nadie con quien compartir tú yo más superficial y también
el más profundo. Pero se hace tarde, tengo que irme, pero antes te concedo la
última pregunta.
- Dime Tania: ¿Qué eres? o ¿Quién
eres?.
- Soy lo que tú quieres que sea:
Tú conciencia, tú diosa, tú musa, tú ángel de la guardia. No importa lo que
soy, importa más lo que tú hagas con mis palabras.
Me quedé acariciándome la
barbilla, mientras veía a Tania nadar mar a dentro, diferenciando mientras se
alejaba una cola dorada, brillante y enorme que la impulsaba a altamar.
De repente una bocanada de
intensa nostalgia me rodeó; aquella mujer, o lo que fuera me emocionó, me
estimuló, me liberó de la carga del pensamiento dogmático que te lleva a la
infelicidad; me limpió el alma en un momento.
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