Mary; salió a la calle como todos los días, se metió en el rebaño de almas que se desplazaban a su vida diaria, y se sumergió en el
aislamiento de su pensamiento aventurero. La monotonía había invadido su alma, su
rostro desprendía un tufo de nostalgia y de melancolía que la delataba como
infeliz, como extranjera en su tierra,
como distante en un mundo en el que había depositado su infancia, su
adolescencia y parte de su madurez, pero donde había tocado techo, donde el
amor había pasado por sus labios pero casi sin llegar a saborearlo se marchó
por donde había venido.
Era el miedo: vértigo a lo desconocido, a la espera, a un
horizonte tan cercano y tan lejano a la vez, que condena al ostracismo a la
esperanza, esa sensación de parálisis que bloquea los sentimientos, ese miedo
que genera prejuicios imaginarios en la soledad del cuerpo. Somos libres, nadie
es de nadie; decía ella en la intimidad reflexiva del pensamiento: “El ser
humano es libre, y no es responsable de sentir como siente, cómo se emociona,
de amar aunque genere dolor”.
Entre el hedor, y el
rebufo del impulso de masas rellenas de individuos que iban al encuentro de su
monotonía, a Mary le temblaban las piernas…Fue cuando percibió de forma nítida
la necesidad de un cambio, de dar un giro a su vida, de romper con el engranaje
oxidado de toda una vida: ¿Eran sus padres los que la ataban?, ¿Era su
familia?, ¿Era su fidelidad a sus orígenes?, ¿Era el miedo a lo desconocido?:
Probablemente un poco de todo, casi
siempre los hechos de los humanos son multicausales.
Pero lo fundamental, era ese miedo que bloquea la conducta
del ser humano, miedo a romper vínculos que nos arraigan a nuestros orígenes, a
nuestra vida, a nuestros sentimientos, a nuestras ideas… La mente es bastante
conservadora, y por muy aventurera y transgresora que fuera Mary, que lo era, se paseaba por ella el pánico escénico
de romper y empezar una nueva vida.
Era también el miedo al dolor que acumulaba de sus relaciones amorosas
anteriores el que le paralizaba. Es difícil acercarse a una situación sin
barreras creadas por experiencias traumáticas anteriores, una cobertura de
desconfianza rodeaba sus relaciones; pero en el fondo quería tener a alguien
con quien compartir sus miedos, sus angustias, sus ansiedades, alguien a quien
poder abrazar, alguien a quien poder arropar por las mañanas, alguien que
rellene el silencio de la ausencia, alguien con quien llorar en las noches
frías de invierno, alguien con quien reír cuando la alegría nos invade.
Esa era la cuestión: Vencer el miedo, y poder emprender una
vida con el riesgo de equivocarse, pero como siempre decía Mary, y siempre digo yo: “Es mejor
arrepentirte de lo que has hecho, que arrepentirte de lo que has dejado de
hacer”: Esa es la clave querida Mary, esa es la clave.
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