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Morning Sun (Hopper) |
La realidad lacónica y fría se había estrellado sobre la
vida de la misteriosa mujer que habitaba en la casa roja, era conocida
como “la mística” en la zona; después de
muchos años de relaciones tortuosas basadas en la dependencia emocional había
llegado a una conclusión súbita y demoledora: “probablemente llevaba consumida
la mitad de su vida, entregada a los deseos de los demás, y se había olvidado
de sus propios deseos”.
Por inercia del destino; la dama mística había replicado en
cuatro ocasiones la elección del perfil de pareja inquisidora e insegura que la
había llevado a su depresión: Ella buscaba un hombre que le proporcionara
seguridad, protección, alegría, complicidad, pasión, libertad, y amor
incondicional y del bueno <amistad donde el tiempo no existe y seducción
apasionada> , pero se encontró en cuatro ocasiones con un celoso
empedernido, inseguro, y violento, con una ausencia total de empatía.
A la pobre Laura le
habían cosificado entre todos. Para ellos sólo era un fetiche, un objeto de su
propiedad. Sus deseos nunca les importaron, sólo la obsesión permanente y
redundante de controlar todos sus movimientos para no dejar ni un ápice de
libertad al objeto poseído.
Al principio siempre pensaba que eran diferentes;
encantadores, detallistas, abiertos de mente, seguros de sí mismos; pero en
realidad eran proyecciones del deseo anhelado de la dama; eran construcciones
mentales que creía encontrar en sus parejas, y al final veía lo que quería ver;
teñía la realidad y la vestía para la
ocasión, pero no dejaba de ser una entelequia que se apoderaba de la mente de
Laura.
Al poco tiempo empezaban las restricciones: no puedes vestir
así, no puedes quedar con tus amigas, no puedes hablar con este, tú familia me
tiene manía deja de verlos, no me gusta tú compañera de trabajo, etc… y vuelta
a empezar. Ella negaba la mayor y se resistía a reconocer que se había vuelto a
equivocar, era tan romántica que no quería aceptar que sus deseos no formaban
parte de la realidad, eran sólo eso: emociones y pensamientos que ella había
labrado con la esperanza de encontrar la felicidad como ella la deseaba.
Ahora no era momento de quedarse enganchada en el pasado,
quedaba una vida por vivir, una nueva historia que narrar, pero con otro guión;
el guión de la serenidad que proporciona la experiencia vivida, el guión de un
nuevo relato donde la protagonista fuera la dama, y no sus emociones
distorsionadas por la utopía de un cuento de hadas, una nueva novela donde el
amor propio fuera el que descansara en sus
relaciones, donde su libertad, dignidad y autoestima fueran los
elementos prioritarios de su vida, donde Los datos no se maquillaran con emociones extremas
difusas y confusas.
Ahora la dama era dueña de sí misma, sabía lo que quería y
lo que no quería, y rodeada de su familia que siempre la había apoyado, empezó
a ser feliz con un proyecto de vida no basado en las conjeturas infantiles
inconscientes, sino en la libertad
construida a base de instantes reales llenos de pasión y alegría.
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