La pausada soledad en la que había estado metido Bebo en los
últimos años, le había provocado cierta discapacidad para las relaciones
sociales. Había permanecido ausente de la realidad, confinado en su
pensamiento, creyendo que la vida era eso: El buceo permanente en sus entrañas,
ensalzando su debilitado ego a base de perfusiones de narcisismo, que le llevaban a un pensamiento: “Eres una
persona diferente a los demás, y no te debes relacionar con gente que no esté a
tu altura”. Esta idea reiterada le llevaba al aislamiento, a la soledad
autoimpuesta para resguardar su autoestima que se veía amenazada por la
ausencia de habilidades sociales que le
dificultaban relacionarse.
Esa poca o nula plasticidad que tenía, le impedía adaptarse
a situaciones de lo más cotidianas: Era altamente traumático para él, Acudir a
acontecimientos familiares, profesionales, de amistad. Su conducta se basaba en
meterse en el cascarón para aislarse del entorno, y en su intorno se deleitaba
con el cultivo de su diferencia frente a los demás, visionando el mundo desde un
pedestal con unos cimientos falsos que le daban una temporal seguridad.
Lola procedía de una realidad más optimista, había aprendido
a agarrarse a cada oportunidad, y si no aparecían las creaba para ella, las
ajustaba al molde de sus deseos, aunque para ello hubiera que taladrar el
miedo. Esa era la cuestión vencer al miedo, ella sabía que el miedo era una
fuerza contraria a su curiosidad y a sus deseos, y que había vivido instalado
en parte de su vida, hasta que descubrió que no era tan malo equivocarse. Es
preferible arrepentirse de lo que haces
que de lo que no has intentado hacer por el freno del temor y la
inseguridad.
Bebo encontró a Lola por casualidad, en la recepción de un
hotel; donde llevaba un mes viviendo. Coincidió con ella el día de su llegada, y a bebo se le iluminaron de repente esos ojos
tristones, de mirada cabizbaja. Supo que algo le había sucedido. Como no creía
en el amor, en un primer momento negó aquel flechazo. El decía que el amor era
una reacción bioquímica con la que contábamos los seres vivos para mantener la
especie, pero lo que diferenciaba realmente
al Hombre del animal, era que podía
racionalizar y llevar a su control, ese sentimiento tan primigenio.
Se miraron, mientras ella emitió esa sensual y a la vez
tierna sonrisa que desplegaba de forma refleja ante los hombres que le llamaban
la atención. A Bebo le dio un vuelco el corazón, le intimidó, pero a la vez le
fascinó, después de mucho tiempo aquella soledad agónica en la que estaba
metido se transformaba en esperanza.
No podía pasar por alto esta novedad, esta oportunidad vital
que le había servido en bandeja la vida; miedos a millones, prejuicios a
montones, pero una fuerza que superaba todo le impulsó a coquetear con Lola. No
sabía por qué, pero se había dejado llevar por un deseo apasionado que le
conducía hasta ella.
Desde aquel momento descubrieron que estaban hechos el uno
para el otro, que la vida les había colocado en el mismo camino, y que deseaban
no separarse nunca más…Pero ahora Bebo vivía enredado en una angustia vital que
le bloqueaba su presente: ¿Será verdad que hasta el amor es efímero?; alguien
le había insistido en que no existía nada eterno: “Todo tiene fecha de caducidad, no hay nada eterno, todo se termina”.
Aceptar ese axioma le llevaba de nuevo al temor de caer en su angustioso aislamiento.
Realmente la inseguridad le llevaba a una encrucijada frecuente
en el ser humano: No perder lo que le da felicidad y placer y evitar lo que le
produce dolor. Esta constante tan primaria, era fuente de miedo en Bebo…El
decía: “Ahora que soy feliz, que soy yo mismo, que me he liberado de mis
propios prejuicios no puedo perder lo que más quiero”.
Lola por el contrario mantenía una actitud más pragmática:
Ella disfrutaba cada segundo, cada instante en el que se encontraban juntos,
cada beso, cada caricia, cada centímetro de la piel de Bebo. Le decía a Bebo:
“Si tus miedos los proyectas hacia un futuro incierto, bloquean la felicidad de
tu presente”.
- Lola: Daría la vida por congelar este instante, por
mantener tu piel junto a la mía; por sentirte tan intensamente toda mi vida…
- Lo sé, pero lo importante es que confíes en ti mismo, que
seas feliz, no intentes encerrar el amor y la felicidad en una jaula con llave.
El amor y la felicidad se obtienen desde la libertad, desde tu esencia, no
desde tu ego… Tu ego tiende a capturar como sea lo que te produce felicidad,
pero precisamente eso es la antítesis del amor, el amor sin libertad es
obsesión, dependencia, fantasía.
- Pero no puedo obviar, que eres un oasis en el desierto de
mi vida, y me pregunto si existe el amor eterno.
- Bueno puedes dedicarte a buscar las respuestas en los demás,
en mí, o en otras personas, pero las respuestas están en ti mismo. Si alguien tiene algo que tú deseas intensamente
como es el amor y quieres conservarlo como sea, te convertirás en su esclavo.
Pero si te quieres a ti mismo, si superas esa obsesión por acaparar, podrás dar
mucho de forma independiente a lo que te den, y eso hará que lo nuestro
perdure.
- Entonces Lola, si no lo he entendido mal; la eternidad del
amor depende por un lado de la libertad absoluta de dejar la jaula abierta sin
condicionantes, y por otro lado del amor propio a uno mismo.
- ¡Claro!: Entiendo la angustia que te supone prescindir de
algo que quieres mucho, puede que lo que más quieres, pero quiérete a ti y me
querrás a mí, y el día que no esté, un duelo sosegado mitigara la pena, e
inmediatamente seguirás viviendo sabiendo que lo que te he dado y me has dado
tú a mí, ya no te lo puede quitar nadie; eso si es eterno, lo tendrás para
siempre.
Bebo y Lola se acercaron al jardín del hotel. Bebo observó
un rosal que contenía Rosas lilas y cogió una para ella. A ella le sorprendió
el color Lila de esas rosas: -No sabía que existían Rosas Lilas, dijo Bebo-. Al
entregarle la flor, a ella se le
llenaron los ojos de lágrimas.
- ¿Qué ocurre Lola?-, afirmó el sorprendido por lo que había
provocado.
- Hace unos años conocí a un hombre. Le quise mucho, nunca
pensé que me separaría de él mientras viviera, pero un día apareció en mi cama
un ramillete de rosas lilas con una nota que decía…
“Adiós Lola; has sido
lo mejor que me ha pasado en este mundo. Te he querido mucho y te querré toda
la eternidad. Mi amor mientras me recuerdes vivirá para siempre; será eterno.
Ahora he de irme, tengo una enfermedad incurable y he decidido no hacerte sufrir;
ahora que estoy bien emprenderé este viaje eterno por mi cuenta.
En el otro mundo si
existiera, estaré esperándote hasta que llegues para darte la bienvenida,
mientras tanto disfruta de estas rosas lilas que tanto me ha costado conseguir
para ti
Te amo y te amaré con
toda mi alma.”
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