-
Antes de hablar y de conspirar,
debéis saber querida Duquesa de mi intención de ver a la Reina para exponerle
una tremenda herejía.- Espetó el gran Goya.
- ¿De qué se trata?- Pregunto la Duquesa de
Osuna, lanzando un guiño seductor al maestro.
- ¡Será descarado!. Me parece que el Rey Carlos debe saber
esto.
- Desde luego debe ser muy grave: cuente, cuente D.
Francisco.
- Querida Duquesa, me topé ayer con Clarita (que está
sirviendo en casa de D. Manuel); y me contó que Godoy se llevó a su alcoba a Joséphine
de Beauharnais.
- ¡Dios Bendito!; la mujer de Bonaparte.
- Es un crimen de estado Duquesa, una tragedia, de enterarse
Napoleón entraríamos en guerra. Ese insensato Guardia de Corps ha llegado demasiado lejos.
Mientras tanto el pueblo andaba rebosante de gabachos, nos sentíamos
invadidos. EL Rey Carlos IV permitió a Napoleón que pasara por España camino de
Portugal, pero en realidad lo que quería el Francés era preparar una oculta
invasión, en una España en la que había hambre, y la desconfianza en los
gobernantes se incrementaba por momentos. Además el Heredero de la corona
Fernando VII, conspiraba contra su propio padre. Una España convulsa, estimulada
por la Revolución Francesa, la presencia del ejército vecino, y una corte
plagada de afrancesados, con un Rey que mientras el pueblo entraba en crisis,
el solo se preocupaba por cazar.
Pero mientras tanto un insensible seductor profesional se
movía como pez en el agua por camas ajenas, por palacios impenetrables, con
ilustres damas de distinta posición y poder. Siempre dije que es más importante
el poder percibido que el poder real, el poder entendido como la capacidad que
tiene un personaje de decidir sobre la vida de otras gentes, y en eso el
llamado Príncipe de la Paz, apodado por el populacho como “el choricero”, he de reconocer que era un
artista.
Era capaz de seducir a hombres y mujeres, sobre todo a estas
últimas, por su destacada habilidad de satisfacer las necesidades de cada cual;
ese ilustre porte que le colocaba como analista observador de las más recatadas
damas de la corte, esa fama que le consagraba como uno de los hombres más
influyentes de la época, el propio amante de la reina Mª Luisa de Parma (fea y
sin dientes) que contaba con el apoyo del tontorrón del Rey Carlos IV.
Su arte la desplegó
desde que llegó a Madrid procedente de su ciudad natal: Badajoz. El
extremeño ingresó en la guardia de Corps, un cuerpo encargado de la custodia y
defensa de La Casa Real. Esa cercanía con los reyes le permitió acceder con sus
encantos hasta la cúpula del poder.
Corría el año de gloria de 1807; el Príncipe de la Paz,
Duque de Alcudia y de Sueca, contaba con la confianza de los reyes y una inmensa fortuna que le
convertía en un ilustre y poderoso personaje.
- Querida Duquesa: ¿Me permite llamarle Pepa?; Pepa es más
familiar, más cariñoso, me trasmite esa ternura infantil que me deja siempre
impregnado su rostro.
- Mire vuestra excelencia que el asunto por el que vengo es terriblemente grave, pero podría
dejarme llamar Pepa o como desee vuestra merced.
- Nada debe turbar el sosiego de esa ilustre belleza que
porta su noble estampa.
- Me abrumáis querido Manuel, ¿o debería llamarle Lolo?.
- Bueno Vayamos al asunto Duquesa-
La Duquesa de Osuna, Dña. Josefa Alonso Pimentel de la
Soledad y Tellez-Girón era una mujer muy bella por la que el "Choricero" sentía
gran atracción. En realidad el motivo de su visita tenía una doble misión, una
racional: buscar la complacencia de Godoy, y otra sentimental: el deseo tantas veces contenido, de terminar en
los brazos del Príncipe de la Paz. Ella se engañaba a si misma esgrimiendo la
defensa de sus intereses: “Es tiempo de revoluciones populares, y la nobleza
necesita apoyos contundentes de la Corona”.
- Mi querido Manuel- Pepa cambió el tono sobrio y de estado,
por uno un poco más frívolo.
- Adelante Duquesa- contestó Manuel con una sonrisa que
delataba su interés por Pepa.
- Ha llegado a mis oídos, una impactante noticia que puede
cambiar la historia de nuestra relación con Francia.
D. Manuel, esperando cualquier cosa, pues los chascarrillos sobre
los Nobles de Madrid, abundaban en el acerbo popular, y ya había oído una copla:
“Mientras va
cabalgando Napoleón.
el Príncipe
choricero se hace un cañón,
lleno de
margaritas y de claveles para que
Josefina haga las leyes,
haga las
leyes madre haga las leyes,
sin recordar
que en España mandan los Reyes”….
Pues efectivamente mandaban los Reyes, pero rodeados de una trama de
aduladores y traidores de la patria, que pensando más en sus intereses
personales que en los del estado, se entregaban a asuntos espurios, con la
intención de recibir algún tipo de favor.
Los privilegios, el poder, el dinero, y el amor, son los ingredientes
que han movido siempre la historia. Yo fui espectador de excepción de la vida y muerte de mi amo; D. Manuel Godoy
Y Álvarez de Faria, creo que aún no me he presentado: Soy asistente personal
del Príncipe de la Paz, me llamo Jonás, y no debería contar estas intimidades,
pero si no lo hago yo, mil batallas se quedarán en el más absoluto ostracismo y morirán para
siempre.
Godoy sin darle demasiada importancia al tono de trascendencia de la
Duquesa. El poder es lo que tiene; eleva tanto las almas de los poderosos, que
paulatinamente se van auto concediendo una divinidad que les eleva a los
altares, y construyen su propia realidad basada en su poder y en su capacidad
de poder mover los hilos de su entorno. Hay grandes diferencias entre el Manuel
que conocí siendo un simple guardia Corps, y el Príncipe de la Paz: ambicioso,
enfermo de gula y de fama, obsesionado por el poder, por las mujeres, por los
franceses, y por si mismo.
Godoy se convirtió en un divo para sí mismo, alguien que se creía inmortal,
intocable, imprescindible, un “Rey Sol” que consideraba que era el estado, y
que su bienestar era más importante que el de España. Una vez me dijo mi amo: “Nunca
cambiaré Jonás, lucharé y daré la vida por mi patria y por mis reyes”. Creo que
ahora sólo daría la vida por el mismo, lo demás le da igual; y no hay más ciego
que el que no quiere ver…
- Manuel: Se corre el rumor muy contrastado de vuestra relación con
Josefina…
El altivo Godoy, sonrió de forma prepotente, y emitió su dictamen:
- Mi querida Pepa: !esa era la trascendencia del tema que ha suspendido
mi siesta!.
- Pensé que querríais saberlo: Se ha difuminado por toda la corte y ha
llegado a manos de D. Francisco de Goya: Ya sabéis la lengua que tiene el
maestro, y desde luego tiene oportunidades como nadie para hablar con los
Reyes…
- ¡No temáis Pepa!; se cuidar
de mi mismo y de mi honorabilidad.
La verdad es que mi señor estaba preocupado, yo le conocía muy bien, y
sabía que esa noticia no le convenía que se supiera dentro y fuera de la corte,
le podía traer consecuencias muy graves, para sus intereses con los Reyes y con
los gabachos.
Pepa; sorprendida por la frialdad de Manuel, sólo pudo decir:
- Bueno siento haberos perturbado, pero pensé que estaba en juego
vuestro pellejo.
- Me subestimáis Pepa. Volvamos al principio – Una vez más el
ambicioso Godoy había recibido una de las informaciones por las que se le
otorgaba ese poder omnipotente que le hacía conocedor de todas las tramas
trascendentes para el estado. El había tejido una red de “seducidas por sus
encantos” y por su influencia, que por
conseguir una audiencia con él, le
llevaban “comidillas” gratis, y le hacían cada vez más poderoso.
- Esos ojos, mí querida Pepa me dejan sobrecogido, me subyugáis y me
lleváis a la locura más absoluta.
- Manuel: ¡qué adulador!.
- Pepa vayamos a mi despacho, y le explicaré algo.
- Me tomáis por una vulgar ramera de las que rondan por las tabernas.
- Dios me libre de dudar de su
honorabilidad. Sabrá usted que soy muy respetuoso con las damas de su clase.
Pepa que tenía el alma dividida entre el deseo que sentía por
entregarse al cuerpo de Godoy, y la barbaridad
que le suponía esa idea de ser una más de la lista de amantes del Príncipe de
la Paz, se contenía pero a la vez ardía en deseos de caer en sus brazos. Y al
final acudió al despacho privado de Manuel.
- Pepa: Es usted una mujer muy atractiva; Me fijé en usted desde que
llegué a Madrid, pero entonces para mí era inalcanzable-
El astuto Godoy quería consolidar su relación con la Duquesa, sabía
que era una persona con muchas influencias en España y en otros reinos como el de Italia.
Manuel Godoy no daba puntadas sin hilo,
y ahí tenía un buen tapiz que tejer.
- No me hagas esto Manuel, sabes que te deseo, pero no puedo hacerle
esto al Duque.
Descargó su culpa, la confusa Pepa buscando la piedad compasiva de
Godoy, pero en realidad lo que menos
deseaba era que su culpa le frenara. La Duquesa de Osuna, invadida por una
intensa pasión ante la cercanía de Manuel; se amarró a sus labios y a su cuerpo
fornido y se devoraron mutuamente fundiéndose en un solo cuerpo sudoroso y
lleno de acalorado fuego, que terminó arrojando al suelo todos los documentos y
enseres de la mesa del despacho.
Los días siguientes fueron de trámites para mi amo. La Reina Mª Luisa
le mandó llamar; el esperaba que fuera para pedirle las explicaciones
pertinentes por el tema de Josefina, pero en realidad no se había enterado de
nada. Estos monarcas son los últimos que se enteran de todo: Mientras Godoy
yacía en el lecho real del Palacio de Aranjuez con la desdentada Reina; los
guardias de Godoy tramaban implicar a D. Francisco de Goya en una trama ilegal
de elaboración de grabados impúdicos del maestro distribuidos por todo Madrid.
No le fue difícil a D. Manuel contar con la complicidad de la Santa inquisición
que andaba detrás del pintor. Goya fue detenido y llevado al tribunal de la
Santa inquisición por hereje. Pero mi amo no calculó los apoyos con los que
contaba el artista. La propia Reina y el Rey Carlos intercedieron para que las
autoridades eclesiásticas le soltaran.
Así fue; EL Rey Carlos le encargó al propio Godoy la liberación del
apreciado pintor.
- Mi querido D. Francisco.
- Sabandija inmunda, espera a que salga de aquí y verás como la reina
y todo el mundo sabrá de tus pillerías, y deslealtades.
- Mi querido D. Francisco, o debería hablarle en inglés como le habla
alguno de sus amigos-
- ¡No sé de qué me habla!.
- ¿Tampoco conoce al Duque de Wellinton?; quizás él sepa quién es el
autor del cuadro de su amante desnuda.
Francisco de Goya y Lucientes completamente desmontado y hundido por
haber estado dos días en las mazmorras de la Santa Inquisición, no sabía qué
hacer ni qué decir, se sentía pequeño e insignificante ante la información que
le había soltado el poderoso Príncipe de la Paz: El había pintado el encargo de
Wellinton del desnudo de la amante del Duque. Se vino abajo y sólo pudo callar y
bajar la cabeza.
- Entonces Guardaremos los dos silencio por la cuenta que nos tiene; ¿no
le parece D. Francisco?. Yo le libero de las garras de Monseñor Casoni, y usted
a cambio se olvida de todo lo referente a mi persona.
- Acepto; le doy mi palabra…
Firmaron un pacto de caballeros: De allí no saldría palabra alguna que
comprometiera la estabilidad del choricero. De nuevo Godoy salía reforzado, sin
ningún tipo de desgaste. El inmenso placer que corría por sus venas al
desmontar a otro de los influyentes de la Corte, lo hacía aún más altivo. Manuel
Godoy había salido victorioso otra vez más.
Goya era un tipo vehemente y vengativo, y no olvidaría la humillación
por la que le hizo pasar Godoy. Pero le tenía miedo, más que miedo era pánico.
Sabía que contaba con los favores de la Reina Mª Luisa, y no le convenía que su
nombre sonara de nuevo después de lo de
los grabados, pero por su cabeza las ansias de venganza contra mi señor no le
dejaban vivir. Para ello trazó un plan para acabar definitivamente con él.
El 19 de Marzo de 1808,
coincidiendo con el traslado a Aranjuez de los Reyes, Francisco de Goya logra
introducir en la habitación de La Reina, tras visitar el palacio antes de que
llegaran los monarcas, un documento que acusaba a Godoy de robo al Estado
Español, a favor de los franceses para el pago de soldados y armamento. Mi
señor se encontraba en el palacio cuando una masa popular con antorchas y
enseres de labranza se dirigía a su palacio. Gritaban a favor del Príncipe de
Asturias, y contra Manuel Godoy: “muera Godoy”, “muerte al Choricero”. Quien
iba a pensar que D. Manuel se asustaría ante aquel populacho, donde también se
vislumbraban algunos nobles a caballo, como el Conde de Montijo (que le
aclamaban como “El tío Pedro”). Godoy se dirigía al pasadizo que unía su
palacio con el Palacio Real, buscando la protección de la Reina Mª Luisa;
cuando llegó un emisario de la casa real a traerle una carta de la Reina.
Querido Manuel:
Te he amado, deseado, y
defendido hasta la saciedad; pero ya no puedo pasar por esto. El Rey se ha
hecho con un documento que te implica en una trama de traición al Reino de
España, y a favor de los intereses de nuestros vecinos los Franceses.
No te molestes en venir; desde
este momento rompo todo tipo de relación con tu persona.
Te he querido mucho, pero me debo a mi pueblo y a los intereses de la Corona.
Fdo: Yo, La Reina Mª Luisa.
Mientras el Conde de Montijo y el populacho se agolpaban a las puertas
del Palacio de mi señor, Godoy repasaba su vida:
- Ahora ya nada es como antes; en unas horas mi vida ha pasado a no
tener sentido: Los Reyes me repudian, mientras el pueblo me culpa de sus males
y la situación de España.
- Señor, no se apure, seguro que esto pasa y volveremos a ser como
antes…
- No Jonás: Cuando tienes poder quieres tener más. La ambición
obsesiona, ofusca, te aleja de tu verdadero yo. Construye una capa difusa que
te lleva a tener conductas indeseables con el fin de conseguir más poder, más
dinero, más …… Vives en un estado permanente de alienación que justifica cualquier
acto para conseguir tus objetivos. Pero
cuando todo ya es nada, cuando tu poder se evapora de repente, cuando
empequeñeces de un plumazo, te crees que no eres la misma persona, que te has
desinflado como un globo. Ves que el mundo que antes te ponía la alfombra roja,
hoy te pone una manta negra opaca, que te retira de los circuitos del poder, y
entonces te encuentras con la verdad, con lo que siempre fuiste, con el ser
humano que has llevado a la espalda pero sin hacerle mucho caso.
- Mi Sr, permaneceré a su lado. Ahora intentemos huir…
- No podremos huir…lo único que me queda es pedir clemencia, hacer uso
de la humildad que dejé hace tiempo en la Guardia de Corps. La dignidad, la
humanidad, y la honradez, las cambié por la codicia, la mentira, y la soledad
del poder.
Mi Señor, estaba destrozado, con la moral por los suelos, y con un gran
sentimiento de culpa de lo que fue y de cómo fue: El Ambicioso personaje en el
que se convirtió, que utilizó su
capacidad de seducción para conseguir sus fines; trabajó con la maquiavélica visión de que el
fin justifica los medios. Y los fines y los medios fueron cada vez más
cuestionables. Pero ahora eso formaba parte de su pasado, era el momento de
afrontar las consecuencias de todos sus actos, de enfrentarse al juicio de las
masas que reclamaban la abdicación del Rey y la subida al trono de Fernando
VII. De pedir perdón, y de perdonarse a sí mismo.
Una veintena de hombres treparon con cuerdas hasta alcanzar los
balcones del palacio, y penetraron en su interior hasta llegar a donde
estábamos: Mi jefe sólo pidió que no me mataran a mí, el cabecilla dijo: - Hay
que llevársele al tío Pedro-. Me preguntaba quién sería aquel tío Pedro; por mi cabeza pasaban las
peripecias de mi señor; las cuales nunca me parecieron bien, pero mi fidelidad
hacia su persona no me permitía ni tan siquiera discrepar.
- Tío Pedro: Ahí tienes al choricero: ¿Le matamos ya?.
- Calla animal, aquí nadie matará a nadie- gritó el Tío Pedro, que
parecía el líder de la revuelta.
- Dejadme solo con él…..- Ordenó el Tío Pedro.
Manuel Godoy tenía miedo, mucho miedo. Era la primera vez que se
sentía insignificante, una “piltrafa humana” en manos del pueblo. Su suerte
dependía de ellos, y no podía pedir la protección del Rey; la Reina dejo clara
su postura. Ahora ya todas sus riquezas y todo su poder lo había perdido de un
plumazo. Ahora lo único que le quedaba era confiar en la clemencia y humanidad
del Tío Pedro. A Manuel le resultaba muy familiar el rostro y la voz del líder
del Motín, pero no alcanzaba a identificarle.
- Godoy: ¿Sabes lo que queremos, verdad?- Preguntó con tono
autoritario el tío Pedro-
- ¿Acabar con mi vida?….- Manuel se dio cuenta de que el tío Pedro era
el Conde de Montijo, y le relajó saber que la revuelta la dirigía un noble, era
como identificar a uno de su clase, que aunque obviamente no era partidario del
Príncipe de la Paz, suponía que tendría piedad en el caso de que corriera
peligro su vida.
- No Godoy, no nos sirves muerto, nos sirves vivo: Exigimos que abdique
su majestad Carlos IV en su hijo el Príncipe de Asturias. Este País necesita un
Rey que defienda los intereses del pueblo Español.
Manuel Godoy; entendía perfectamente la jugada; El conde de Montijo
quería que la persona que más influía en el gobierno del Reino, sirviera de
emisario ante la corona. Montijo no sabía la mala prensa que tenía Godoy en
estos momentos ante los Reyes, pero no le quedaba otra. No podía decirles al
tío Pedro y al pueblo enfurecido que no le pediría al Rey su abdicación. Era un
ejemplo de la importancia que tiene el poder percibido por los demás frente al
poder real.
- Está bien; iremos ante el Rey y hablaré con su majestad, en nombre
del pueblo.
Entre varios tomaron a Manuel Godoy y lo arrastraron detrás del tío
Pedro, y la masa del pueblo para llevarle ante el Rey. Mientras tanto yo fui
con él, necesitaba mi apoyo, no podía dejarle en la estacada. Godoy sería lo
que fuera, pero siempre me protegió y me trató como si fuera de su familia. Mi
Sr, con mal aspecto: La camisa desgarrada, con sangre en el rostro, y con un
nerviosismo que le hacía tener una voz titubeante e insegura fue llevado ante
los Reyes. Nunca hubiera pensado que el narciso que era hace unos días se iba a
convertir en una tortuga asustada.
- Majestad: Me trae el pueblo a empujones para pedirle su abdicación.
- ¿Cómo os atrevéis a pedirme nada?, ¡cobarde traidor!...
- Majestad eso son infamias de mis enemigos; os ruego que confiéis en
mí, se lo explicaré todo.
- No es momento de explicaciones; He decidido abdicar, para que mi
hijo Fernando Reine.
El Rey Carlos muy afectado por la doble traición: la de Godoy, y las
conspiraciones conocidas de su hijo, se sentía profundamente deprimido. Al ver
al pueblo aclamando al Rey Fernando no le quedó otra posibilidad que la de
ceder ante el pueblo.
Queridos amigos; la codicia, la ambición, la instrumentalización del
poder, es una opción personal, hay otros caminos basados en el amor al pueblo,
la ética entendida como que toda acción se impregne de bondad que se refleje en
una conducta estética… Mi Señor usó sus habilidades personales, y su red de
contactos, para dibujar un mundo de intereses personales anti-éticos y
antiestéticos que le llevaron a la ruina. Cada uno recibe la cosecha que ha
cultivado.
- Mi querido Jonás, ahora que estoy en mi lecho de muerte, debo
decirte algo: “Me mató mi ambición, mi ego. Me obsesioné por demostrar a los
míos que llegaría muy alto, cuanto más mejor, y me olvidé que la forma en la
que llegas es tan importante como llegar, y que si en el camino has ido
poniendo zancadillas, provocarán antes o después una gran caída desde lo alto”.
- Mi Sr, Príncipe de la Paz, debe irse al otro mundo perdonándose a sí
mismo.
- No tengo tiempo Jonás; tendría que pedir perdón a millones de
personas, y sólo me queda un suspiro de vida.
Mi Sr Manuel Godoy, se fue al otro mundo con el tormento de haber
traicionado a su pueblo, pero lo más importante: No se pudo perdonar la traición a
sí mismo.