Bebo andaba caminando por el Palacio Real, cuando le llovieron de repente ideas reflexivas en forma de duda. Es muy común en él la aparición de la "duda" como principio del conocimiento. Pues bien andaba sobrecogido y con la mochila llena de ideas, cuando la soledad le regaló un poema:
Perdido en tú distancia.
Abrazado al recuerdo.
Rodeado de melancolía.
Añorando tú amor eterno.
Bebo se había planteado en muchas ocasiones la existencia del amor eterno; siempre pensó que el amor era transversal al cuerpo, que formaba parte del ser humano que es colonizado por él. Puede parecer que la transversalidad del amor se da sin objeto, pero el sufrimiento es fruto de la pérdida. Bebo pensaba que el amor eterno se instala en el alma, y no se extingue nunca. Está ahí agazapado, recordando esa emoción única, universal, consistente en la nostalgia permanente del alma de su amada, esté presente, muerta, o desaparecida.
Sentir que somos conocedores de toda la verdad es toda una pretensión grandilocuente que nos convierte en necios, podemos hablar de nuestra verdad, y ni siquiera esto es consistente; nuestra verdad se modifica con la aparición de nuevas experiencias, nuevas sensaciones, nuevas heridas, nuevas realidades. Pero la verdad es que nuestro mapa es distinto al del otro; lo que yo quiero en este momento, mi pensamiento actual, no tienen porque ser el del otro. Gilda le dijo a Bebo;
-"tú no quieres lo mismo que yo"
-"Yo lo que se es que te amo", le dijo Bebo, con los ojos humedecidos, transmitiendo una tensión emocional que siempre aparecía en él, cuando la mirada de Gilda penetraba en su semblanza. Era difícil aguantar la retina de Gilda, era brutalmente incisiva, comunicativa. El entendía perfectamente el lenguaje de aquellos ojos; era una mezcla entre alegría y nostalgia proyectiva de miedo a que llegara un momento en el que la ausencia de uno les hiciera sufrir a los dos estrepitosamente, por eso Gilda quería recordar cada rasgo de su cara, de su cuerpo, de su pensamiento, de su olor, de todo su ser.
- Yo sólo se que te quiero Gilda, el querer o no querer las mismas cosas, no lo veo un problema para continuar amándonos. El amor es un precepto del alma, no del cuerpo, aunque en esa unión substancial de cuerpo y alma se fusiona la expresión emocional más potente y placentera que, al menos he sentido yo, y eso lo has conseguido tú; ¿Eso qué es amor eterno?, ¿amor verdadero?...¿dime qué es Gilda?.
- Se que me quieres, no puedo ignorarlo, pero no lo suficiente. Si me quisieras lo suficiente, intentarías evitarme el sufrimiento y hacerme feliz, Bebo.
- Pero no te das cuenta, Gilda que precisamente eso es lo que no es real; te quiero; eres la persona que ha iluminado mi vida, eres mi consuelo, mi pasión, mi compañera perfecta, mi amante, mi amiga, mi locura, mi vida eterna.
- Eso es palabrería; no hay hechos, Bebo.
- Claro que si tú tienes una idea inflexible de lo que deseas para ser feliz, tendrías que preguntarte si la libertad es imprescindible, para ese amor al menos verdadero, y si puede ser eterno, Gilda. La libertad para mi, forma parte del amor, los dos podemos tener diferentes mapas mentales; no hay amor sin empatía, ni relaciones sin empatía, quizás el problema es que hemos perdido lentamente la capacidad de entendernos, comprendernos, y ponernos en el lugar del otro.
- Después de tanto sufrir; a veces tengo la sensación de haber perdido el tiempo contigo Bebo.
- ¿Perder el tiempo?. No vivir es perder el tiempo, hemos vivido, nos hemos amado, y llevaremos siempre la impronta de lo que es el amor verdadero, ¿es un castigo o una bendición?, depende de cómo quieras verlo, pero lo que para mi es una gran verdad; es que siempre estaremos buscándonos, estemos juntos, distanciados, o muertos. No es opcional, una vez que te llega tú alma gemela, tú complemento substancial, ya no puedes olvidarlo, el recuerdo no te dejará rehacer tú vida, Gilda.
Querida Gilda, recuerda que sólo hay alguien que te ama, te amó, y siempre te amará, ese soy yo... no te molestes en buscar.
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