Cuando llegué a La Habana me quedé sobrecogido. Invadido por
una magia sobrenatural; recorría mi
sudoroso cuerpo, un escalofrío que se relacionaba con la humedad y la brisa
suave y salsera de esa fantasía que se había ido construyendo a golpes de
imaginación en torno a lo que sería este viaje.
Bordeando el Malecón;
se departía a lo lejos un mambo cubano en una orquesta callejera de negros,
mientras la vibración de la música movía mis emocionados pies de camino hacia
la estancia que habíamos pactado…
El resto del grupo, sabía que ese silencio turbador era
necesario para procesar aquella imagen colonial, que me llevaba a recordar lo
que había leído sobre mis antepasados que estuvieron en la guerra de Cuba. Aquellas
construcciones descascarilladas por el paso del tiempo y por la dejadez me
devolvieron a la nostalgia, al pasado de mi bisabuelo que estuvo allí en 1895 para detener la
insurrección cubana.
De repente; me estrellé con la realidad ante un negro con un inmenso mostacho blanco
que en los extremos se desplazaba hacia el cielo configurando dos caracoles
impecables.
- ¿Vienen de la madre patria?- Algunos aún consideran a
España como la madre de cuba…
- Somos de España- contesté con un tono de temor; ante la
entrada en acción de un desconocido.
- ¡Qué bueno!; durante mucho tiempo España fue la opresión,
y ahora es un símbolo de libertad –
Marcelo, que así dijo llamarse, giro su cabeza en derredor en busca de algún soplón, y en forma de susurro endulzado
por el entreverado acento isleño nos dijo:
- Saben que el Comandante en Jefe nos traicionó… Yo
participé en la revolución contra Batista: “Un gobierno del pueblo, pero sin el
pueblo”: Una Aristocracia disfrazada de comunismo, y bienestar para todos:
Miseria, hambre, atraso, y sobre todo ausencia de algo por lo que luchábamos en
1959: La libertad.
Todos teníamos algo de miedo; ese miedo que procede del
desconocimiento de los pueblos, de sus costumbres, de la sorpresa. Pero los
cubanos son así de acogedores, les encanta hacer de anfitriones sin ningún
interés. En aquel momento tanto Ruth, como Carlos, Andrea, y yo mismo
desconfiábamos de aquel racial cubano que nos quería hacer de guía. Pero el
riesgo forma parte de la vida y de los viajes. Nos movíamos entre el miedo a
que nos pasara algo, y la curiosidad de lo que nos podría mostrar ese pedazo de
historia de Cuba.
- Si me acompañan les mostraré mi tierra, les mostraré parte
de mi vida...
Nos miramos con cara de miedo, y sin decir una palabra hubo
consenso en seguir a Marcelo. Estábamos alojados en el Mítico Hotel Cohiba de
la Habana; dejamos las valijas como decía Marcelo, y tras una ducha rápida, en
menos de una hora estábamos listos para una de las aventuras más impactantes de
mi vida.
Tomamos su jeep ruso de los 60, que se “caía a cachos”, pero
nos aseguró que funcionaba perfectamente que no nos dejaría tirados…Tomamos el
impactante coche en el cual Marcelo aseguraba que había llevado al Comandante Ernesto Che Guevara en Sierra
Maestra. Me interesaba mucho cómo un tipo tan implicado en la revolución se
había decepcionado de esa manera. Fue entonces cuando saqué mis preguntas más
provocadoras para extraer la historia de ese
hombre.
- Marcelo: ¿Cómo fue la revolución?.
- Verá yo bastante ignorante, joven e inculto. Mis padres
eran campesinos en Sierra Maestra y todo ocurrió tan rápido. Cuando por primera
vez oí hablar a Fidel, me sedujo completamente, convencía a cualquiera. Los
campesinos queríamos salir de una sociedad corrupta, y desigual como la que
impuso Batista.
No me interesaban tanto los hechos, como su evolución
personal hacia la decepción, pero pensé que para llegar a las profundidades era
mejor conectar con Marcelo a través de los recuerdos históricos…
- ¿Cuál es el recuerdo más positivo que tienes de la
Revolución?
- Recuerdo la entrada de Castro triunfal en Santiago de Cuba
y su primer discurso. Hubo una simbología no preparada, que elevó a los altares
al Comandante en Jefe. Una de las palomas que soltaron como símbolo de la paz,
se posó sobre su hombro y permaneció allí durante todo el discurso. Eso era
como la constatación de que Castro era el elegido, para un pueblo Santero y
religioso eso fue el nombramiento divino de Fidel…
Mientras conducía, Marcelo nos fue hablando de los
comandantes, con esa nostalgia amarga que te otorga la decepción. Del que mejor
hablaba era de Ernesto:
- Ernesto fue con el que más conecté, pues era el más humano
y el más cercano. Siempre me preguntaba por mi familia. Recuerdo que me decía:
“Marcelo la revolución es la fuerza que tenemos los pobres para liberarnos del
Hambre, la opresión y la miseria”.
Siempre dudé de que la violencia y la muerte estuvieran legitimadas por
la revolución, pero entonces era joven y pobre, y aquellos barbudos eran mis
referentes, mis ídolos, nuestra esperanza.
Ruth, con esa habilidad que tenía para conectar con
cualquier persona sensible, y ese hombre lo era, continuó con el interrogatorio.
- ¿Qué le decepcionó Marcelo?- Espetó la mujer que había
viajado a Cuba diciendo que cuando llegáramos nos separaríamos: Los hombres
iríamos por un lado y las mujeres por otro, pero parecía que aquello había
quedado en el valle del olvido.
- Linda Mujer Española; me tocas la parte más amarga de mi
vida: Fidel empezó encarcelando a compañeros que discrepaban de él…Mi hijo
murió en la cárcel por publicar un artículo que denunciaba la prostitución
infantil en Santiago de Cuba; es una de las mil razones que podría exponerte
para expresar mi dolor y mi profunda decepción con el régimen. Ernesto no
hubiera consentido que mi hijo muriera en la cárcel-
Marcelo estaba empeñado en dotar “al Che”, de una diferencia
importante con respecto al resto de barbudos…Destacaba nuestro guía, su
humanidad por encima de su ideología. El decía algo que le confesó la última
vez que le vio: “Marcelo: La libertad del hombre está por encima de cualquier
ideología, la dignidad precisamente descansa sobre la libertad de elegir”.
Confieso que pensé en decirle que le hacía diferente que
había muerto de forma precoz, pero lo sopesé; puede que le decepcionara mi opinión, y eso
rompiera la confianza y el clima que se estaba creando.
- Mi evolución personal también ha ido a la par con mi vida
militar: Casé con una revolucionaria cuyos ojos miraban sólo por la ceguera del
Comandante en Jefe. Yo era un traidor para ella, que había renegado de la
revolución porque me había aburguesado… “La libertad no importa si triunfa la
revolución”… Barbaridad repetida hasta la saciedad para justificar sus miserias
y sus inseguridades, y las de los suyos.
Me enamoré de una bailarina que veía el mundo por sus ojos azules llenos de
pasión… Ella se quedó en España como refugiada política… La echo mucho de menos,
hace 5 años que no la veo, mi alma está dolorida, llena de cariño guardado para
mi pequeña Roxana…Tengo que verla no puedo más….- De los ojos de Marcelo se
desplomaron dos lágrimas que fluían hacia la comisura labial, que las apartó
bruscamente con sus manos ennegrecidas y groseras.
Viajábamos saltando con el carro por un camino lleno de selva frondosa a ambos
lados, cuando llegamos a una Mansión colonial donde decía que vivía Marcelo… Desde
la ventana se oía música salsera:
“Dale bien, dale bien.
Bailador, bailador.
Cógele el vaivén, con sabrosura…..”
La casa blanca- amarillenta por el paso del tiempo, yacía en
medio de una plantación de tabaco que ahora no producía, en la que habían
trabajado los bisabuelos de Marcelo como esclavos, y que Fidel se la
concedió como pago por su implicación en
la lucha armada. En una mecedora que se movía al son de la música, contemplaba
la vida la Abuela Simona con más de cien años, testigo viviente de la
esclavitud, de la revolución, y de la decepción de su nieto. La Abuela Simona
era gorda, rechoncha pero con una cara tan dulce que distraía al mirón… y se
olvidaba de sus carnes. La imagen era como de otra época; de hace un siglo,
como si el pasado se hubiera detenido allí. Bajamos del Jeep y subimos por la rechinante escalera de
madera que nos condujo al porche de la casa…Marcelo nos presentó a la Negra
Simona <Así era como la llamaban>; nos situamos alrededor de la abuela, y
mantuvimos una pequeña conversación.
- Abuela; son amigos de España.
- ¿Cómo están; mis hijos?- Preguntó Simona de forma cortés
con ese acento cubano musical, mientras de la ventana salía un grito de
¡azúcar!... <Y con esa yerba se casa usted, y con esa yerba se casa
usted>…sonaba por Celia Cruz salsa cubana- ¿Cómo está la vieja España?-
preguntó la abuela.
- Bueno con mucha crisis, como en todas partes- Carlos no se
había dado cuenta de la vida que llevaba
el pueblo cubano desde hace años…
Simona sonrió
mientras dos hoyuelos en sus inmensos mofletes endulzaban la escena. Simona había navegado por crisis
desde que nació; como esclava, como negra con Batista, con hambre, y ahí estaba
en su mecedora como símbolo de la
capacidad de supervivencia del
ser humano, por encima de la opresión, torturas, sudor, y lágrimas. Muy
sosegada la negra espetó:
- La Vida es crisis para mí; pero saben que es lo peor…se lo
diré: El desprecio del poderoso por el ser humano, la indiferencia con la que tratan
a los ciudadanos, la humillación de saber que los que usaron a los campesinos
para hacerse con el poder, no se diferencian en nada con los señoritos
españoles dueños de esclavos, o los militares dictadores, los que representaban
a los pobres aún son más miserables que los que nacieron con posibles- Esa
demoledora aseveración me hizo darme cuenta de que Cuba llevaba 50 años en
crisis, con cartillas de racionamiento…La verdad es que nos impresionó el
brillante discurso demoledor de la vieja negra Simona.
Marcelo; nos invitó a pasar al interior de la casa: Cuando
abrió la carcomida puerta, un bofetón de sonido entró en nuestras entendederas,
el gruñido intenso de un contrabajo, unas guitarras suaves, una trompeta y por
supuesto unas maracas…….”Cuida eso que vale un millón de pesos, cuida eso que
vale un millón de pesos”…Cuando llegamos al salón nos encontramos con una foto
impactante: Una orquesta en toda regla; y un salón de baile con tres parejas
que a ritmo de la vieja trova Santiaguera movían su son… hasta a Carlos que
alardeaba de ser más de barra que de
baile se le iban los pies y una negra le arrancó su timidez a través de sus caderas. Por supuesto Ruth me invitó a
bailar, no pude negarme ante ese inmenso
éxtasis de ritmo y emoción: “Maria Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo le
sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que Maria Cristina me
quiere gobernar…”
Marcelo tomó a Andrea de la cintura y la arrojó al centro de
la pista… Estuvimos durante horas bailando, perdí la noción del tiempo, todos
nosotros nos fundimos entre ellos como oriundos de la isla; copiamos sus
gestos, sus emociones, su ritmo. De un armario caoba Marcelo sacó una caja de
puros y unas botellas de Ron. Carlos me miraba pensando en las veces que
habíamos recreado esa escena: “Unos cohíbas y ron cubano”. Encendimos unos
habanos robustos los que quisimos; y nos deleitamos con esa joya bien torcida y
conservada con la humedad natural de Cuba… He probado muchos Habanos, pero
aquel fue el Cigarro de mi vida. Todo era de un romanticismo extremado: La
mansión colonial, la orquesta salsera, la Abuela Simona, Marcelo como testigo
de la historia de los Comandantes, El olor a habano en la tierra del mejor puro
del mundo, el ron que ante el sofocante calor nos anestesiaba, todo creaba un
clima de pasión y alegría que nos entregaba a la fiesta y al baile.
La caída del sol se hacía patente cuando mi habano agonizaba
en mis labios; decidimos salir al porche
a comer algo con Simona…. Alrededor de una larga mesa, aquellas mujeres sacaron
un poco de arroz, frijoles, papas fritas, plátano, huevos, y verduras… Todo
tenía un sabor fantástico en aquel ambiente y en aquella compañía…No se
atrevían a hablar por la desconfianza que imponía nuestra presencia, cuando
Marcelo provocó a un tal Zacarías:
- Zacarías: Contad a estos amigos vuestra historia-. Aquel
negro oscuro como la noche, con unos ojos que desprendían pena y sufrimiento,
no se animaba a decir palabra alguna, hasta que la abuela le dio su
beneplácito- Zaca: ¡cuéntalo!-
Zacarías había sido uno de los comandantes que había
nombrado Fidel en Sierra Maestra; hasta que mataron a su suegro. Se empeñaron
en que había luchado y asesinado a revolucionarios con Batista.
- Mi suegro era un norteamericano afincado en la isla. Le
acusaron de pertenecer a la CIA en uno de esos juicios populares públicos
multitudinarios organizados por Fidel. Fue uno de los gringos que vinieron en
busca de fortuna a la isla, se casó con una criolla y creó una plantación de
caña de azúcar que le fue expropiada tras la llegada del Comandante en Jefe. Me
enamoré de su hija por casualidad: Un día al salir ella de la escuela me
encontraba en un camión que se desplazaba hacia su hacienda y ella yacía herida
en el camino, se había lastimado un tobillo; contaba entonces con 18 años.
Aquello sí que fue un flechazo. Empezamos a vernos a escondidas pues su padre
no aprobaba la relación con un revolucionario, pero acabamos casándonos nada
más entrar victoriosos en Santiago de Cuba. Poco duró la felicidad; me
arrebataron a mi suegro y a ella por ser gringa, hija del gobierno imperialista
opresor. La realidad es que eran unas buenas personas que vinieron a sobrevivir
a Cuba, como muchos otros, eso me hizo alejarme del régimen, y ahora soy
“persona non grata”, que en reiteradas ocasiones he sido detenido y llevado a
la cárcel.
- ¡Qué historia!...tremenda….Afirmé pidiendo una tregua para
digerir todo lo que estaba pasando…
Tantas historias y emociones nos habían llevado hasta las 2
de la madrugada, y ahí quedaban aún La negra Simona, Marcelo, Zacarías, y domingo
<el hermano de Marcelo>… Era tan tarde y la distancia del hotel tan lejana
que nos ofrecieron quedarnos a dormir
allí, y así mañana aprovecharíamos para bucear con unos conocidos suyos…
Dormimos en la colonial casona, estábamos tan cansados que no tardamos en
entregarnos a los sueños de morfeo…
Al día siguiente: nos despertó un pitido de un todo terreno
que se acercó a la casa con un remolque con una lancha; imaginé que era el
conocido de Marcelo que nos llevaría a bucear…
Desayunamos con Mario el buzo, así lo llamaban por su
profesión… Marcelo, Zacarías y Domingo tenían hoy una mirada diferente, como de
preocupación de ausencia que no sabía interpretar. En el desayuno noté un tono
de despedida como si ya no fuéramos a verlos más.
Nos fuimos hacia la costa, allí una patrulla del ejército
Cubano nos interrogó, pero al ver que éramos turistas no hubo ningún problema….Nos
metimos en los trajes de buceo con sus bombonas, y con Mario bajamos al fondo
del Caribe: El paisaje era sublime; una sensación de Paz y libertad paseaba por
mi cuerpo… Marcelo, Zacarías, y Domingo
se quedaron en la lancha que cuando subimos de la inmersión no encontramos por
ningún lado…..
Al poco tiempo una explosión brutal impactó en nuestras retinas, Un silencio
valorativo y reflexivo invadió al grupo, mientras Mario el Buzo sólo pudo decir:
- ¡Ya son libres para siempre!, ¡Viva Cuba libre!...