lunes, 20 de julio de 2015

LA MUJER QUE AMABA LA VIDA COMO A ELLA MISMA

Rebeca tomó su bolso azul cielo, con sus mejores galas, se atusó el pelo, y se dirigió a aquel encuentro casual. No sabía de quién se trataba. Tan sólo una nota con una caligrafía redondeada, infantil, y a la vez elegante invitaba a la dama a tomar un café en las cercanías del puerto...

Rebeca tomó un taxi, mientras en su mente un cóctel emocional le hacía perder la conexión con la realidad...mil hipótesis pasaban por su mente.

Ella era una mujer muy coqueta, presumida.  Era octogenaria, pero ella decía que siempre había  que ir preparada: "hasta para comprar el pan hay que ir en condiciones". Ella era una mujer muy apasionada. Pensaba que la pasión es esa fuerza que nos hace vibrar, levantarnos por la mañana, ilusionarnos por la vida.

Rebeca pensaba que la pasión no se pierde si no te desconectas de la vida, la vida se hace más lenta, el ritmo del cuerpo es otro. Pero queda la mente que si no puede correr, observa...Recordaba un libro que le impresionó de Pierre Sansot: "Practico el arte de lo poco. Trato de transformar la pasividad en acción, camino menos pero miro mejor. A falta de actuar pienso. Ya no doy brincos con las piernas sino con la mirada. Me gustaría transformar los déficit en cualidades; al dejar de ser actor, convertirme en un espectador privilegiado."

Pues bien; rebeca se seguía apasionando con todo lo que hacía. Pensaba que  no poner pasión a la vida es estar muerta, es sentarse a esperar que nos llegue la hora, es convertirse en un vegetal. 

- "Todo es efímero, la belleza, la fuerza, la agilidad, todo cambia. El secreto está en la flexibilidad para adaptarnos al cambio, y la aceptación inevitable de lo que no se puede cambiar"-Le había dicho recientemente a su hija Gilda, que también era una mujer muy apasionada. 

Aquella nota le había hecho reflexionar sobre uno de los aspecto mas relevantes del ser humano, le había planteado ese enfrentamiento dicotómico  que rodea la vida: 

- "Gilda: siempre que te enfrentas a algo nuevo te plantearás esta disyuntiva: Aparecerá la curiosidad por descubrir lo que no conoces, y el miedo a enfrentarte a lo desconocido. En este sentido son dos fuerzas que caminan por senderos contrarios. Las personas curiosas vencemos a los miedos con facilidad, porque no te olvides que en muchas ocasiones el miedo esconde deseos" le espetó Rebeca en una de esas charlas en la cama que tenían madre e hija. 

Ahora Rebeca se enfrentaba a la curiosidad de descubrir quien era el autor que había escrito esa carta, y al miedo consiguiente hacia lo  desconocido. Ella no estaba de acuerdo con algo que le había dicho un profesor suyo de filosofía: "Rebeca si quieres ser feliz no indagues". Ella pensaba que precisamente la salsa de la vida está en indagar, en descubrir, en avanzar, en apasionarse con lo nuevo. Siempre pensó  que era mejor arrepentirse de lo que haces, que de lo que nunca has llegado a hacer...

Rebeca a pesar de ser una mujer muy valiente tenía también sus miedos, a ella le aterraba perder la cabeza, pensaba que ya no podría apasionarse por nada si perdía sus facultades mentales, pero también relativizaba el asunto pensando en que nada podía hacer por evitarlo, excepto mantener la mente activa, seguir apasionándose por las cosas pequeñas: un buen libro, la gastronomía, sus hijos, una buena conversación, la música, hacer crucigramas y sopas de letras. Ella siempre decía: 

"Si algo no tiene solución para qué preocuparse, y si la tiene para qué preocuparse".

Ella pensaba que verdaderamente la pasión era lo que nos mantiene con vida, es como esa energía invisible que le daba sentido a su vida. Recordaba también  el "Hombre en busca de sentido de Victor Frank: "Los hombres que perdían sentido a la vida en el campo de concentración de Polonia, su mirada se depositaba en el vacío, desaparecía la esperanza, y se borraban tres cosas que les llevaban a la muerte:
1º Proyectos para el futuro.
2º El amor.
3º Sentido del sufrimiento inevitable."
Esto último configuraba el soporte para seguir viviendo. Tiene sentido sufrir si existe la esperanza de que ese sufrimiento tenga fecha de caducidad para alcanzar una vida mejor, y para reencontrarse con el amor en sentido amplio. Tenemos la necesidad de sentirnos queridos desde que nacemos hasta que morimos. 

Pero en realidad a ella no le preocupaba la muerte, no le  tenía miedo, tenía miedo al sufrimiento...No quería morir por no perder el amor de su gente, pero como era algo inevitable, usaba el razonamiento Epicúreo: "¿Por qué tener miedo a la muerte?: Cuando ella está, tú no estás, y cuando ella no está tú estás". 

También practicaba el arte del recuerdo. Sabía que se aceptaba mejor la muerte si la satisfacción de la vida era plena: Había vivido con amor, le había puesto pasión a su vida y le seguiría poniendo hasta el día que se fuera de este mundo: Recordaba con mucho amor las caricias de su marido, las charlas que mantenían, sentir el cuerpo a su lado aunque ya no existía sexo,  las caras de sus hijos cuando eran pequeños. Todo este universo configuraba un sentimiento de satisfacción por tener un pasado pleno al que no estaba enganchada, pero que le proporcionaba sosiego y satisfacción de haber llevado una vida llena de momentos de felicidad. 

Rebeca estaba orgullosa de la educación que habían dado a sus hijos basada en el respeto a los demás,  sin mirar clases sociales, dando mucha importancia a  la lealtad en la amistad, ayudar al más débil, y tener amor propio. La verdad es que son unos ingredientes muy completos para educar, pensaba ella. La satisfacción del deber cumplido proporcionaba un sosiego especial, que le hacía aceptar perfectamente los efectos del paso del tiempo. 

Ella amaba la libertad, y el pensamiento crítico como consigna de mejora permanente del ser humano: 

- Las reglas son necesarias querida Gilda, si no nos encontraríamos con el libertinaje,  y el caos.
- Pero Mamá el límite de la libertad es el respeto, si existe respeto las normas pierden valor. 
- Si hija; pero el ser humano pierde el respeto con mucha facilidad cuando aparece la codicia, el egoísmo, la ambición, y es entonces cuando el estado debe mirar por el más débil, y hacer normas justas que respeten la libertad individual, pero que permitan la convivencia- argumentaba ella basándose en la experiencia política que había tenido con su marido, y en la suya propia.

Se consideraba una mujer afortunada por tener esa gran capacidad de dar amor, prefería darlo que recibirlo. Le había dado todo a su marido, le había cuidado, admirado, y acompañado hasta el final, con esa premisa que tiene el amor, que para ella era ciego hasta con la libertad: 

- "La libertad en el amor es un ingrediente de partida fundamental: Estaba libremente con la persona con la que se mostraba tal y como era, con la persona a la que decidió dar todo el amor que su madre al nacer le puso en su mochila, se había vaciado y lo que le quedaba en sus entrañas lo guardaba para sus hijos, a quienes adoraba: Eran los amores que daban sentido a su vida"-

El taxista paró el coche, y al ver que Rebeca estaba como en otro mundo, le dijo: 
- Sra: Ya hemos llegado-
- Dios Santo; disculpe estaba metida en lo mío.

Rebeca pagó el Taxi, y se dirigió a la cafetería con ese entusiasmo que te impulsa a descubrir cosas nuevas, y con ese miedo resultante que provoca lo desconocido. Se sentó en una mesa cercana a la ventana, y después de un rato; un camarero le dijo: 
- Es usted Rebeca Windsor.
- Si Sr.
- Un caballero dejó esta carta para usted.

" Querida Rebeca: Siento no haber podido esperarle, he tenido que irme porque perdía el Barco. 
Probablemente ni me recuerde, y si me recuerda le parecerá increíble lo que voy a contarle. 
He pasado mi vida aferrado a la nostalgia que me produjo su mirada y el calor de su mano cuando nos presentaron hace 60 años en una recepción...Al poco tiempo volví a buscarle pues un flechazo fugaz se había apoderado de mi corazón; fue entonces cuando sin llegar a verla me informaron de que estaba casada. Desde entonces y hasta ahora he recordado la conversación que pudimos disfrutar durante aproximadamente una hora, en la que descubrí a una mujer apasionada, vital, luchadora, dulce,inteligente, y muy avanzada para la época; la mujer que amaba la vida como a ella misma. Me impresionó, y a pesar del paso del tiempo, y de toda una vida, no ha habido un segundo en el que no me acordara de usted, con un sentimiento  permanente de amor platónico, muy respetuoso. Ahora sólo quería volver a verla, pero el destino ha hecho que nuestro encuentro tenga que esperar. Nada es porque si, querida"

Afectuosos saludos
Fdo..
EL hombre que se dejó la esperanza en su corazón."