domingo, 22 de marzo de 2015

EL SECRETO DE SCARLETT


Hay encuentros inertes, sin sustancia; aquellos que al día siguiente se recuerdan como una nebulosa, como si no hubieran pasado...no dejan huella...Ni siquiera la distancia hace el olvido, el olvido  se respira en cada mirada, en cada frase, en cada movimiento, en la indiferencia de cada gesto.

Pero el encuentro del que os hablo fue mágico, profundo, intenso, lleno de emoción  y lleno de vida. Respiré la soledad de la mujer que asume el peso de ser el eje de su familia, la firme luchadora que nunca desfallece, el muro  en el que apoyarse en los problemas del día a día. Inteligente sin ninguna duda...Esa inteligencia que sobrevuela sobre el alma de los mortales, y que le da esa perspectiva sabia de la globalidad de las cosas, sin centrarse en los detalles intrascendentes, sin entrar en el bucle autolacerante del enfado, combinando el gran juego de la relatividad de las conductas y los actos, como Bebo solía decir a Gilda.

- La personalidad del ser humano se forja en los primeros 10 años de vida, posteriormente solo se realizan reajustes, más o menos intensos del andamiaje que define el temperamento y el carácter.- Espetó Bebo para provocar algún estímulo dialéctico en Scarlett, mientras Gilda recién llegada del baño se topaba con la frase.
- Bueno creo que es cierto.- afirmó la buena de Gilda, apoyando a su amor.
- Mis hijos son muy distintos. Uno de ellos me dijo hace poco que sus verdaderos Dioses eramos nosotros, sus padres.- Remató Scarlett hacia el campo de Bebo.
- Bueno, que concepto tan bueno, pero a la vez de tanta responsabilidad.- afirmó Bebo.

En realidad se había creado un clima de emociones muy intenso, que le había llevado a Bebo, a soltar unas cuantas lágrimas al oír lo que Scarlett estaba contando, y le conducía  a la  cuestión de la educación de los hijos: ¿Realmente un padre debe ser un Dios?; ¿Un mito viviente incuestionable, que tiene respuestas para todo?. ¿Los padres deben ser un referente firme que marque caminos, a veces no deseados por los hijos?... Bebo pensaba que no...

Bebo creía que la educación era una cuestión de amor, de acompañamiento, de estar ahí de la mano sin pisar al que camina, a veces dando calor, otras ayudando a levantar al que se cae, pero sobre todo mostrando el apoyo incondicional al que se tiene que equivocar, acertar, y volverse a equivocar: ¿Qué es la vida sino una acumulación de errores y aciertos, sin perder de vista la relatividad de las cosas?.

Bebo recordaba algunos de los elementos que proponía Carl Roger en la relación de ayuda, y pensaba que eran perfectos en la educación de sus hijos:

1. Unicidad: Cada ser humano es único e irrepetible. No hay fórmulas generales que valgan para todos.
2. Autenticidad: Seamos lo que de verdad somos, sin interpretar papeles y sin máscaras. Eso provoca confianza, seguridad, y acercamiento, del niño.
3. Valoración incondicional positiva: La aceptación incondicional de la persona, en este caso del hijo aumenta las probabilidades de éxito de la relación.

Después de esta intervención sobre la educación, Scarlett, se desvió hacia el terreno difuso del pasado:

- En realidad somos pasado, el pasado tatúa nuestras entrañas, todo deja huella. A mi me encanta la historia...Y desde luego, todo el mundo sabe que el pasado condiciona el presente. Pasan cosas, siempre pasan cosas, y esto hace que aprendamos lecciones nuevas, hace que perdamos la confianza en personas. Una de las cosas que mas me ha condicionado, y ha marcado mi vida ha sido la muerte de mi padre... A veces me siento desprotegida, y echo de menos el calor y la seguridad que el me daba...- Soltó Scarlet, mientras degustaba un pedazo crujiente de la piel del cochinillo que se estaban comiendo.
- Scarlett; en realidad nunca se supera la muerte de un padre; cuando un padre se va siempre, te falta algo, existe un vacío que no se puede llenar con nada ni nadie, pero desde luego el recuerdo, el legado que dejó en ti es lo que le hace mantenerse vivo permanentemente.
- En realidad, yo he sido muy feliz; a ti Gilda te recuerdo tan tierna, tan cariñosa, como un osito de peluche. Te recuerdo como esa amiga que siempre tienes ahí para compartir cosas, secretos, miedos, angustias, deseos, como la persona que me viene a cabeza cuando necesito hablar...- Afirmó Scarlett, mientras la mirada de Gilda se humedecía.
- Desde luego Scarlett; siempre estaremos juntas aunque exista distancia física. Siempre me tendrás para lo que necesites...Nadie nos va a separar, ya nadie conseguirá separarnos-
- Claro que no Gilda: Lo pasé muy mal cuando no podías ir a vernos, cuando a pesar de vivir en la misma ciudad, alguien de cuyo nombre no quiero acordarme te impuso ese distanciamiento- Exclamó Scarlett con cara de rencor contenido.
- Scarlett: Eso ya no importa; a mi no me queda rencor; el rencor es una losa que tiene que soportar el que lo siente, y yo no estoy dispuesta a vivir con esta carga, hace tiempo que perdoné... Como dice Bebo; "El que no perdona no ama". - En realidad Gilda había perdonado, recordaba con ternura, a veces con mucha lástima a esta persona, y como siempre hacía, intentaba ponerse en su lugar, comprender la causa de su conducta, incluso poder estar a su lado si le necesitara. Gilda era así, bella por dentro y por fuera, de esa belleza que ilumina el camino que decide tomar, de esa belleza piadosa, que le hace ser una persona BUENA con mayúsculas, en quien puedes confiar.
- Bueno Chicas; me gustaría que me contestarais a una cuestión- Dijo Bebo, rompiendo la complicidad que se había puesto de manifiesto entre las dos damas. Pensó mucho en la idoneidad de esta pregunta, pero a Bebo le gustaba explorar lo más profundo de los sentimientos, y le seducía mucho saber lo que Scarlett pensaba.
- Con la perspectiva del tiempo; ¿qué significa para vosotras el amor?.- Soltó bebo en un tono profundo.
- Sólo puedo decir que el amor verdadero, es la única verdad, que el amor de verdad es aquel que en libertad expresa la mas absoluta sinceridad y transparencia, aquel por el que vives, por el que mueres, por el que el tiempo desaparece, pierde sentido, donde la comunicación no necesita las palabras. Quien ama sabe lo que siente y piensa su pareja en cada momento, aparece un mimetismo tan profundo que las almas de los amantes se conjugan en una sola cuando están juntos. - Espetó, Scarlett, dejando boquiabierto a Bebo y a Gilda.

Ni Gilda ni Bebo, pudieron decir nada, probablemente porque ellos no lo hubieran definido mejor. Bebo se dio cuenta de que estaba sentado con una mujer muy especial; con una alta sensibilidad. A Bebo le fascinaba esa sensibilidad inteligente. El pensaba que no se podía ser inteligente sin ser sensible...Era consciente del sufrimiento que provoca la sensibilidad, pero también era consciente de lo poco interesante que le resultaban las personas planas, demasiado racionales, contenidas. Bueno en realidad su conclusión era que Scarlett; era una persona que había asumido el papel de fuerte, de eje de su familia, de motor incombustible que nunca desfallece. El sabía que la debilidad a veces procede de la incapacidad para saber pedir ayuda. Saber pedir ayuda te hace más humano, más sensible, más fuerte. Como solía decir él: "Ningún hombre es una isla", sabía esta vez que hay personas que pasan por la vida de uno como si no hubieran estado nunca, pero en esta ocasión Scarlett, colonizó una parte de su mente, como un día lo hizo Gilda.

Se abrazaron los tres como postre del encuentro, mientras Gilda y Scarlett se alejaban entre la hilera de árboles que bailaban al ritmo del caminar de aquellas dos fantásticas mujeres.

Cuando Bebo ya no estaba; Scarlett le dijo a Gilda:
- Será lo que tenga que ser, Gilda. Sólo te pido que vivas cada segundo como si fuera el último de tu vida. 

sábado, 7 de marzo de 2015

ERES MI DIOS


- En las distancias cortas me emociono.- Espetó Bebo mientras derramaba una lágrima que empañaba sus gafas azules, que difuminaba a una Gilda radiante, iluminada por un pequeño  rayo de sol que se colaba por la ventanuca  de la cueva, y potenciaba los brillos ocres  del pelo de la dama...De nuevo Gilda con sus palabras había conmovido a aquel hombre, junto a la complicidad  y el  climax que había producido un vino tinto tolerable, que el mesonero les había servido junto con un churrasco rosado que desprendía sosiego.

Gilda hacía vibrar a Bebo al ritmo de su mirada, quedaba sofronizado por su voz, que le llevaba lentamente a un estado previo a la hipnosis, donde sus sentimientos salían sin censura, sin limitaciones, en un estado de intensa locura amorosa. Bebo adoraba a su princesa. No había sentido nada parecido por ninguna otra mujer, y esto le provocaba una sensación de inmensa felicidad.

La feminidad de Gilda se desprendía por cada uno de sus poros; no era una feminidad forzada, no sabía ser de otra manera: dulce desde los pies a la cabeza, como esa madre que todos los hombres buscan, que un día dejaron y que no paran de añorar desde que nacen hasta que mueren. Bebo no era una excepción, pero en su caso había encontrado a una mujer con los atributos de su madre: tolerante, que le amaba por encima de todo, que sabía en cada momento lo que estaba pensando, que satisfacía todas sus necesidades, y a ella le hacía muy feliz poder hacerlo. Nada era fingido, todo fluía con armonía cuando estaban juntos.

Esta situación hacía que a Bebo le diera pánico que ella desapareciera de su vida. No podía imaginar ahora la vida sin ella, sin sus besos, sin sus caricias, sin sus miradas de complicidad aunque estuvieran rodeados de gente...Ellos se comunicaban continuamente con un sistema en el que sobraban las palabras; sus miradas cargadas de mensajes de afecto, de pasión, y de deseo, calentaban cualquier situación, una merienda, una comida, cualquier momento era bueno para transmitir los rebosantes sentimientos que el uno sentía por el otro, además no podían evitarlo; se adoraban, se querían tanto, estaban hechos a medida, como dos piezas perdidas  que encajan al milímetro, pero que nunca se habían encontrado hasta ahora.

- Gilda; hay una verdad que circula por mi mente de forma obsesiva: "He podido querer a otras personas, pero ahora se que como te quiero a ti no he querido ni querré a nadie".
- No seas exagerado Bebo...a mi eso no me importa- contestó ella haciendo alarde de esa frialdad que le salía de su ego más dolorido, aquel donde guardaba las heridas medio cerradas, pero que de vez en cuando le recordaban que estaban ahí. Esas heridas que le habían causado los hombres de su vida, donde la traición, el desamor, y sobre todo el haberse sentido ignorada durante muchos años habían dejado una huella profunda en su mente. No entendía y no se acostumbraba a que Bebo se preocupara de sus sentimientos, de su estado emocional; le resultaba tan raro que incluso se protegía de ello. No quería mostrarle cuando se sentía mal; pero era inútil, a Bebo le sobraba observar el brillo de sus ojos para saber cómo estaba, y lo que estaba pensando. Era como mágico, incluso a el le sorprendía.
El le decía estás "aséptica"; quería decirle que estaba fría, desconectada de sus sentimientos, queriendo huir de Bebo, para que el no notara su malestar. Ella a veces usaba los argumentos de Bebo para justificar su conducta: El le decía que hay que relativizar, y darle a cada cosa la importancia que merece...pero claro para ella Bebo era muy importante, y el estaba acostumbrado a que  centrara su atención en él, y cuando no lo hacía se descomponía, se sentía ignorado, olvidado por su amor, abandonado, y  aparecía una amenaza de pérdida que le entristecía y hasta le enfurecía, pues el sabía que era el resultado de la invasión de la melancolía en la mente de Gilda.

- No exagero mi vida, expreso mis sentimientos simplemente. Mi felicidad depende de ti.
- Bueno; la vida es así. Si algún día me voy de tu vida, te adaptarás, tienes estrategias para superarlo.
- Creo que caería en una depresión profunda, de la que difícilmente podría salir.
- Vuelves a exagerar; no temas simplemente vive como si fuera el último día de tu vida, pero sobre todo aprende como si fueras a vivir para siempre. Esto me lo has enseñado tú.

Bebo un tanto excitado e irritado, amarró las manos de Gilda, la empujó sobre la mesa de la taberna, como si no hubiera nadie, y con una cara de psicópata asesino, rompió los botones de una blusa blanca que Gilda se había colocado para la ocasión. Los botones saltaron por el aire depositándose en el oscuro suelo. El Hedor a carbón y a la sabrosa carne, habían despertado a la bestia. Gilda un poco asustada, pero entusiasmada por la reacción, se movía en esa ambivalencia corriente, que se mueve entre la búsqueda de la delicadeza y sensibilidad en el hombre, y la violencia justa que demuestre la fortaleza y el dominio que refleja ese legado antropológico de necesidad de protección femenina. A Gilda le excitaba mucho esa sensación de dominio.

Tras el destrozo de la blusa, Bebo se topó con el redondo y voluptuoso pecho que luchaba por buscar la libertad entre un sujetador blando de encaje, que disparaba el deseo de aquel hombre. Optó por no perder tiempo en desabrochar lo y se centró en su falda que retiró, ahora si, con mucha delicadeza: unas braguitas blancas a juego, con unas medias que se fruncían en la parte superior de los muslos en forma de liga. Un espectáculo visual que iluminaba la oscuridad del lugar derretía a bebo, y le sumergía en una locura transitoria, entregada al deseo y la pasión.

Bebo; tomó un pañuelo negro y cubrió los ojos de Gilda, mientras una humedad intensa y rebosante invadía los genitales de la dama. Ella se revolvía en la mesa mientras Bebo deslizaba un pedazo de hielo por todo su cuerpo, desde sus labios hasta los dedos gordos de sus pies, muy suavemente retiró sus bragas mojadas, y las depositó en la mesa. Su lengua helada por el hielo comenzó a lamer un clítoris extremadamente invadido por la sangre. Ella le pidió que le pusiera su miembro en la boca. Retiró el sujetador y puso su verga entre sus dos tetas, mientras ella  observaba la cara de placer de aquel hombre. Ella exclamó con voz susurrante y pasional: -¡Eres mi Dios¡- La sensación de dominio  que sentía él le excitaba aún más, y a ella el sentirse poseída por su Dios, le dejaba a merced del éxtasis más potente que nunca había tenido.
La agarró de las caderas y apoyándola en la mesa la penetró por detrás, propinándole en su culo dos azotes que enrojecieron su apasionante trasero, metió su polla en aquella humectada vagina, ante los gritos de placer de Gilda, que hacía que acelerara la rapidez de los envites. Le daba lo más fuerte que podía, a ella le gustaba, no pudieron más ella se corrió, en forma de ocho o nueve descargas eléctricas que parecía que no terminaban nunca, y el se dirigió a la cara de su amor y la dejó un mar de semen que iluminaba su cara.

No había pasado nada, se vistieron, se sentaron y apareció el camarero cómplice de la escena de amor que había vivido en su taberna. Le pidieron la cuenta y con olor a amor y deseo se fueron a buscar nuevas aventuras que vivir.