sábado, 30 de marzo de 2013

LO QUE SIEMPRE BUSCÓ BEBO



Aquella tarde parecía como otra cualquiera, pero no lo era. El crepúsculo mágico de un atardecer rojizo, nostálgico y placentero invadió el cuerpo de Bebo. Se sentó en la mesa de la cafetería donde el siempre acudía en busca de un clima adecuado para escribir, pero el duende no llegaba. Pensó: “Es sorprendente; no siento esa necesidad imperiosa de escribir. Ese desasosiego melancólico que me llevaba a narrar mis percepciones, a veces distorsionadas y vestidas de imaginación creativa”.
Esa era una realidad, a pesar de que Bebo había mezclado para el  reencuentro con su escritura todos los elementos creativos que en otras ocasiones habían disparado sus sentimientos, y habían provocado un vómito profuso de ideas, y retoques estéticos con los que se recreaba, no aparecía  la magia necesaria para crear.
Es posible que esté vacío de ideas, esto lo descartó pues en Bebo fluían constantemente pensamientos y emociones que se fusionaban en muchas ocasiones en forma de provocación. Bebo siempre pensó que su mejor forma de expresión era a través de la escritura, pero últimamente estaba notando una creatividad creciente en sus disertaciones verbales: ¿Sería esa la causa  de su huida de la escritura?. En cualquier caso no le gustaba este cambio, este balance a favor del entorno y el vacío productivo que notaba en el intorno.
Bebo siempre había buscado saciar sus penas con la escritura. Su fantasía ilimitada construía amores platónicos, juegos literarios en forma de orgasmos intelectuales, giros dialécticos que ensalzaban sus fetiches, sus mitos, sus constructos redecorados de forma personal para su propio disfrute, pero ahora parecía que no tenían tanta fuerza esos estímulos dorados que arrancaban de su mente sus cuidadosos relatos.
Bebo pensó en el amor,  del que siempre había escrito con un toque nostálgico, en forma de anhelo, con la distancia suficiente para no verse salpicado y afectado. Mentalmente revisó ese concepto: ¿Será verdad que el amor es una emoción tangible y no metafísica?.
Encontrar una alma que adoras, que admiras, que confías, en la que te deleitas con su mirada sin la angustia de buscar nada, tan solo la calma y la paz interior, puede ser una imagen pragmática del amor, menos sublime que la mística e intelectual construcción de los relatos de Bebo, pero sin lugar a dudas el efecto real de una búsqueda y de un encuentro.
Bebo pensó que era esa la causa de su vacio creativo; ahora no necesitaba adornar sus creaciones había encontrado el adorno perfecto, de carne y hueso, y sus creaciones serían ahora un complemento, no un sustituto estético de lo que siempre buscó.